martes, 10 de noviembre de 2015

Maps to the stars: Hollywood-Babilonia

Estamos en el Hollywood actual, plagado de estrellas glamourosas y atormentadas. Stafford Weiss es una especie de psicólogo, o terapeuta, como se dice ahora, que escribe libros de autoayuda de gran éxito, va a programas de tv y tiene como pacientes a los más famosos y ricos del lugar. Una de sus clientes es Havana Segrand, una célebre y cotizada actriz que se resiste a entrar en la madurez y está obsesionada por interpretar el papel que hizo su madre en una película de mucho éxito en los años 60, de la cual se va a hacer un remake. El problema es que su madre, Clarice Taggart, una actriz muy admirada y fallecida hace años en un incendio, era mucho más joven cuando hizo el papel que Havana en la actualidad. Esta no parece tener muchas posibilidades para conseguir su sueño, y eso la tiene muy desquiciada, unido al trauma provocado por los abusos sexuales de su madre (sí, de su madre) hacia ella en su infancia (empezamos bien). La familia de Stafford, el terapeuta, tampoco es un modelo de estabilidad, lo cual viene a confirmar el refrán de "en casa del herrero, cuchillo de palo". Su hijo, Benjie, antigua estrella infantil de tv, tiene 13 años y acaba de salir de rehabilitación por su adicción a las drogas, a las que se enganchó a los 10 u 11 años. Su hija mayor, Agatha, también acaba de salir, pero del psiquiátrico, donde ha estado varios años ingresada tras haber prendido fuego a la casa familiar una noche en que se suponía que tenía que cuidar de su hermano. Sus padres han roto todo contacto con ella y no quieren saber nada de su hija. La mujer de Stafford, Christina, se muestra muy preocupada y sobreprotectora con su hijo. La situación se complicará aún más cuando Agatha, la hija pirómana, vuelve a Hollywood con la intención de retomar el contacto con su familia, y empieza a trabajar como asistenta en casa de Havana Segrand.

Maps to the stars es la última paranoia nacida de la retorcida mente de David Cronenberg, director canadiense, que también ha trabajado en Hollywood, aunque ha conseguido que la mayoría de sus películas no caigan en el standard comercial. Su estilo es muy peculiar, como todos sabemos, con esas atmósferas malsanas y esos personajes atormentados por sus propios demonios, a veces en forma de monstruos repulsivos, otras veces son enfermedades virulentas, o enfermedades mentales, o amenazas del exterior, o fantasmas psicológicos. Todo le vale a él para mostrar su idea de una sociedad enferma e infectada y la degradación física y psicológica de sus individuos. Esto último, lo de la degradación, le encanta, y también la idea de la fusión entre lo mecánico y lo orgánico, hasta el punto de inventar el concepto "nueva carne" para sus películas, algo muy bizarro que, en manos de algún director más enloquecido, podría dar lugar a películas gore de estas que yo no aguanto, como las sagas que todos conocemos. Afortunadamante, David Cronenberg todavía conserva un equilibrio entre lo repulsivo-morboso y lo que la mayoría del público, como yo, puede encontrar interesante. Eso le permitió realizar obras fascinantes como La mosca, que para mí es una obra maestra, Inseparables, M. Butterfly o La zona muerta (a mí lo que me fascina en esa peli es Christopher Walken, la verdad). Pero también películas como Crash, eXistenZ o Spider, que para mí son bodrios aburridos y desagradables, y para todos los cinéfilos se convirtieron en obras de culto instantáneamente.

A esta última categoría pertenece Maps to the stars, a la de obra maestra de culto, según los entendidos. Desde hace unos años, Cronenberg sigue haciendo sus retratos de sociedades corruptas y enfermizas, pero desde una óptica más psicológica y, desde luego, más social. Sus films ya no son de ciencia ficción o terror explícito o psicológico, sino dramas sociales cuyos protagonistas caen igualmente en el horror y la locura, pero en un entorno, digamos, más "realista". Atrás quedaron las babosas asesinas y sexuales de Vinieron de dentro de... y la pandemia de furia asesina y muy gore en Rabia, dos de sus películas más famosas en los transgresores 70. En Cosmopolis o Una historia de violencia, dos de sus cintas más actuales, la decadencia es más sutil, más creíble, e igual de aterradora. Estoy hablando sin haber visto ninguna de estas últimas 4 pelis, así que puede que no esté acertando en nada. Si alguien me lee y le apetece, me puede corregir en lo que quiera. Bueno, y ahora voy a hablar un poco de la película, que ya va siendo ahora. Maps to the stars es, en principio, un retrato del mundo actual de las estrellas de cine y tv en Los Angeles, y del entorno que les rodea. Cronenberg nos da su particular visión de este universo en apariencia fascinante y glamouroso, pero la visión de Cronenberg ya sabemos cómo es, y bajo la capa de lujo, belleza y glamour, encontramos a unos seres desdichados, insatisfechos, adictos a todo tipo de sustancias, arrastrando traumas de los que no consiguen liberarse, y muy, muy desquiciados. La verdad es que los personajes son todos unas joyitas. A veces te dan pena, porque ves lo mal que lo pasan, a pesar de ser tan ricos y admirados, pero otras estás deseando que un terremoto de Los Angeles se los lleve a todos. Yo no conseguí empatizar con ninguno. Para mí el personaje más llamativo, y más aterrador, es el de Havana Segrand, una estrella brillante, persiguiendo la eterna juventud, belleza y talento, obsesionada y traumatizada con el recuerdo de su madre abusadora, pero queriendo parecerse a ella; superficial, perversa, y muy odiosa. La interpreta magistralmente la gran Julianne Moore, actriz camaleónica y todoterreno, que, aparte de participar en mogollón de películas el año pasado, se llevó el oscar por Siempre Alice, en el papel de una profesora universitaria enferma de alzheimer prematuro. En mi opinión, el oscar habría sido más merecido por Maps to the stars, ya que en Siempre Alice se nota que todo está hecho para lucir su atractivo físico, y hay más escenas en las que aparece guapa y estupendísima que escenas padeciendo la enfermedad (aunque algunas de estas últimas son devastadoras). El oscar estaba cantado. Además, Maps to the stars es una película que derriba violentamente el mito de Hollywood y escupe sobre él, y claro, era impensable que tuviera ni una nominación. Todo esto no quiere decir que me haya gustado el film de Cronenberg, que me ha parecido horrible. Pero de eso hablaré más tarde. Otro personaje muy perturbado es el de Benjie, el joven actor medio rehabilitado, incapaz de asumir equilibradamente el peso de la fama, el miedo a perder esa fama, y una vida de lujo, fiestas y descontrol. Todos estos elementos forman un coctel explosivo, convirtiéndole en un preadolescente muy atormentado. El actor elegido para encarnarle es un tal Evan Bird, que, la verdad, no tengo ni idea de quién es, pero me recuerda mucho físicamente al protagonista de Malcolm in the middle, una comedia familiar que todos recordaréis y que yo apenas veía. Como Malcolm (Frankie Muniz), Evan Bird tiene un aspecto de niño, entre sabihondo, precoz, inquietante y siniestro, pero que aún conserva algo de inocencia, que le va perfectamente a su personaje en la película, y realmente lo borda. El actor tiene ahora 15 años, así que cuando rodó la cinta, en 2014, tenía sólo 1 año más que el personaje que interpretaba. El tercer rol fascinante y horrible de Maps to the stars es el de Agatha, la hermana mayor de Benjie, esta sí, loca oficial, encerrada durante varios años por sus padres en un psiquiátrico (que tampoco es de extrañar, después de lo que hizo). Conserva en su rostro las huellas de las acciones pasadas, o sea, una cicatriz, producto del incendio que provocó hace años, pero que no es suficiente para que Mia Wasikowska deje de ser guapa. Sí, es Mia Wasikowska la que da vida a Agatha, otra acertada elección de casting, porque es una actriz especializada en papeles de jóvenes muy sufridoras y más o menos desequilibradas. El único film medio comercial que ha hecho es el de Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton, y aún así también era una Alicia con conflictos internos.
Estos tres personajes son los que mejor definen la locura perversa de este mundo que nos muestra Cronenberg. También tienen relevancia en la película, aunque algo más secundaria, Stafford Weiss, el rico y famoso psicoterapeuta cuya vida familiar es un caos, y que guarda oscurísimos secretos, y su neurótica esposa Christina. Están interpretados por el maravilloso John Cusack, actor que me encanta, pero que no siempre puede salvar todas las pelis en las que aparece, y la guapa y siniestra (o a mí me lo parece) Olivia Williams. También hay un personaje de chico florero (bueno, de conductor de limusinas aspirante a actor), que lo hace Robert Pattinson, actor que repite con Cronenberg, tras Cosmopolis, intentando que le reconozcan como un actor serio y no como el vampiro de Crepúsculo. Ese personaje, el de Jerome Fontana, parecía el único normal de la peli, pero termina siendo tan odioso como los demás.

Maps to the stars nos traslada a la cima del mundo, al Olimpo de los dioses modernos, con millones de seguidores y una vida de riqueza, belleza, juventud, sabiduría (o la búsqueda de ella), pero también depravación, sangre y locura. Estos dioses son como las deidades griegas y romanas, y de hecho, en la película hay algunas referencias mitológicas acerca del destino fatal y otras cosillas que no puedo revelar, porque sería un spoiler como una casa. Hay simbolismos y metáforas con diálogos literarios y con el agua y el fuego. Hay secretos muy negros, muy morbosos y muy perversos, y hasta fantasmas del pasado que se aparecen en forma de alucinaciones. Una historia muy oscura y que a mí me dio muy mal rollo. A la mayoría de los críticos y los cinéfilos cultos les ha encantado, como es lógico. A mí, pues no. La verdad es que la vi atraída por el morbo, y antes de verla ya me imaginaba que no me iba a gustar, pero es lo que tiene ser cinéfaga, que te lo tragas todo (o casi todo, que hay un límite), para después poder criticar a gusto. El morbo en esta película me ha parecido demasiado gratuito, como los diálogos soeces y las escenas de mal gusto. Todo muy preparado para incomodar al espectador. Algunas sinopsis definen al film como un cuento moderno, tal vez se refieren a un cuento moral, aunque no me lo parece. Pero lo que me hace alucinar es que muchos críticos, espectadores y festivales la consideran una comedia. Yo lo de comedia no lo veo, excepto en las escenas de las sesiones entre Julianne Moore y John Cusack, que supongo que son una ridiculización de las terapias modernas. Aunque las situaciones y las reacciones de los protagonistas son tan desquiciadas y tan hiperbólicas, que sí, puede parecer una parodia, pero involuntaria. Total, que a Cronenberg esta vez le ha salido una peli estilo Michael Haneke o Lars Von Trier, y a mí tanto sufrimiento no me va. Pero a vosotros, jóvenes cinéfilos, os va a encantar, seguro.

lunes, 24 de agosto de 2015

Somos lo que somos: Por los caminos tenebrosos del Señor



En un pueblo de la América profunda, uno de esos lugares habitualmente definidos por la tradición, la religiosidad, y la pobreza, viven los Parker, una familia aparentemente estable y normal. Sólo aparentemente, claro. La familia está compuesta por los padres y sus tres hijos, Iris, Rose y Rory. La madre, Emma, muere al principio de la película (así que no es spoiler, podéis seguir leyendo), por una extraña y terrible enfermedad que llevaba padeciendo desde hacía tiempo. La familia queda destrozada, y el padre, Frank, decide encomendar a la hija mayor, Iris, la tarea que venía realizando su esposa, un trabajo fundamental para seguir manteniendo sus tradiciones, que se remontan a más de doscientos años atrás. Al fin y al cabo, Iris ya tiene 16 años, y en épocas antiguas era normal que las jóvenes a esa edad ya tuviesen que asumir responsabilidades familiares e incluso difíciles pruebas enviadas por el Señor. Su hermana, Rose, de 14 años, le ayudará. Rory sólo tiene 4 años, es demasiado pequeño para entender la importancia del legado que se ha transmitido hasta ellos durante generaciones. Frank debe explicarles a sus hijos, a los que tanto quiere, que todo lo hacen por la voluntad de Dios, que hace ya siglos salvó a sus antepasados por la fuerza de su fe, y ellos ahora tienen que demostrarle su gratitud para que Él les siga salvando. En la Semana del Cordero, los Parker preparan una comida muy especial, realizan su ritual, dan gracias al Señor por todos sus dones, y comen... sólo que la carne que comen no es precisamente de cordero. Pronto la policía empieza a descubrir indicios sobre numerosas desapariciones ocurridas en la zona en los últimos años. ¿Saldrá a la luz el terrible secreto de los Parker?

Somos lo que somos (We are what we are), es una película independiente, estrenada en 2013, pero no sé si en España salió directamente en dvd o fue al cine. Donde yo vivo difícilmente habría llegado al cine, ya que ni la zona ni el público son aptos para estas rarezas. Afortunadamente pude alquilarla en mi videoclub, uno de los pocos reductos rescatables de mi querida ciudad, donde todavía se puede acceder a algo más que blockbusters comerciales. En realidad los blockbusters comerciales me encantan, pero a veces tengo la inquietud de ver algo diferente... aunque la mayoría de las veces las películas de autor, que tanto gustan a los críticos normales, a mí me parecen aburridas o insufribles... pero esta vez no. Somos lo que somos fue una agradable sorpresa. Su director, Jim Mickle, realizó en 2010 Stake Land, otra joyita desapercibida de videoclub (al menos en España), englobada en el género fantástico y ambientada en una América post-apocalíptica llena de vampiros-zombies o zombies-vampiros; un tema muy repetido ya, pero con un tratamiento relativamente original y una atmósfera melancólica y a la vez escalofriante. Y el año pasado, ya con más presupuesto y reparto conocido, dirigió Frío en julio, otro thriller indie de la América profunda que cuenta nada menos que con Michael C. Hall (también conocido como Dexter, nuestro psicópata preferido), y las viejas glorias Sam Shepard y Don Johnson; película que tal vez suponga su salto a la fama, y que ha participado en el Festival de Sundance.

Somos lo que somos, que ha pasado también por festivales, los de Cannes y Sitges, resulta que es un remake de una película mexicana de 2010, llamada Somos lo que hay y dirigida por Jorge Michel Grau. La adaptación de Jim Mickle es bastante libre, teniendo en común con el film original su impactante argumento y el protagonismo de una familia de "peculiares" y macabras costumbres, pero el desarrollo de la acción y el tono difieren mucho en ambas películas. La cinta mexicana se decanta por el drama social, mostrando la dura realidad y la miseria de una parte de la población, y es bastante explícita en sus escenas truculentas, al parecer; digo "al parecer" porque no la he visto ni tengo intención de hacerlo, sabiendo lo impresionable que es mi estómago y mi cerebro. La película norteamericana se sustenta más en la atmósfera y la ambientación que nos van sumergiendo en la vida de ese pueblo, donde a veces parece haberse detenido el tiempo, y en las costumbres de esta familia influida por un patriarca inflexible y a la vez abnegado, para el cual lo más importante son sus hijos y la fe inquebrantable que les lleva por territorios oscuros y muy perversos. Pero ¿compartirán sus hijos su punto de vista, a pesar del cariño que les une a su padre?

El director imprime a su obra un tono sugerente y en cierto modo elegante, y aunque no hace hincapié en lo sangriento (esto no es La matanza de Texas ni Hostel, afortunadamente), tampoco elude escenas perturbadoras o espeluznantes (incluyendo una bajada al sótano de los horrores, especialmente inquietante cuando se contempla a través de la mirada del pequeño Rory, con su mezcla de inocencia, curiosidad y miedo).


El reparto no está compuesto por super estrellas comerciales, sino por actores más o menos habituales en el circuito indie, además de alguna vieja gloria como Kelly McGillis (sí, la chica de Top Gun), que fue estrella y sex symbol en la segunda mitad de los 80 con éxitos como Único testigo, La casa de Carroll Street o Acusados. También aparecía en Stake Land, en un papel breve pero muy interesante, como el que realiza en esta peli. Ah, y no hay quien la reconozca actualmente, con bastantes años y kilos de más. El patriarca de la familia, Frank Parker, está interpretado por Bill Sage, actor que no conozco de nada, y que aparecía en perturbadoras cintas indie, como American psycho, Precious y Oscura inocencia. Su actuación es sobrecogedora, al transmitirnos todos los matices de su personaje, un monstruo, en realidad, pero también un hombre desequilibrado, fanático religioso, esposo atormentado y padre preocupado. Tremendo. Otro papel breve y muy importante, como el de Kelly McGillis, es el realizado por Michael Parks, actor de muy amplia trayectoria, pero que comenzó a ser conocido por sus trabajos con Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, como Abierto hasta el amanecer, Kill Bill Vol. 1 y 2, Planet Terror, Death proof, o Django desencadenado. En algunos de esos films interpreta el mismo personaje, el Ranger de Texas Earl McGraw. También aparece en las dos últimas locuras de Kevin Smith: Red State (impresionante en su papel de lider de una peligrosa secta y adicto a las armas), y Tusk, una ida de olla y vuelta de tuerca al estilo habitual de este director; una película que no pienso ver, porque el argumento me echa mucho para atrás, aunque seguro que Michael está fantástico haciendo de mad doctor. También hay que mencionar a las dos hijas de la familia, Iris y Rose, interpretadas por Ambyr Childers y Julia Garner. De Ambyr Childers no conozco nada, pero Julia Garner aparece en dos de las obras de cine independiente más emblemáticas de los últimos años: Las ventajas de ser un marginado y Martha Marcy May Marlene. Sus interpretaciones de las hermanas Parker son sobrecogedoras: dos adolescentes, rubias angelicales, que pierden la inocencia demasiado pronto al tener que lidiar con una realidad extraña y feroz. Iris, la mayor, asume con resignación la responsabilidad que le ha tocado, aunque deseando, y consiguiendo brevemente, asomarse a la vida y experiencias de cualquier joven de una sociedad normal. Rose, algo más rebelde, se cuestiona los motivos, el por qué hacen lo que hacen. También desearía escapar, llevar otro tipo de vida, pero los fuertes lazos que le unen a su hermana, a la que adora, la mantienen indecisa. Las dos se debaten entre el amor y la obligación familiar, las creencias en sus tradiciones, y las inquietudes de escapar de todo aquello y ser chicas normales. Unos papeles muy complicados que las jóvenes actrices resuelven a la perfección.

Antes de terminar mi larga crítica, como todas las que yo hago, tengo que mencionar al principal colaborador de Jim Mickle: Nick Damici, coguionista del director y actor en todas sus películas. En Stake Land era uno de los protagonistas, aunque como actor no me convence mucho; a mí me recordaba a Mickey Rourke en su etapa macarra actual, pero sin su carisma. Me quedo con su faceta de escritor de inquietantes y sórdidas historias.

Somos lo que somos es justo eso, una historia sórdida, inquietante, con un argumento macabro y muy perverso (aunque hoy en día ya estamos de vuelta de todo), y a pesar de eso su ritmo es pausado y la melancolía y la belleza envuelven gran parte del metraje. Sus detractores dicen que es una película lenta y aburrida, ya que no hay hachazos cada 15 minutos ni la sangre salpica al espectador. Las escenas violentas, que las hay, no son muy explícitas, excepto... Sólo diré que el final sí que es brutal y te deja descolocado, ya que rompe totalmente con el estilo del film hasta aquel momento. Te quedas con la boca abierta y con ganas de decir la frase esa que está tan de moda entre la juventud: “what the f...?” En mi opinión, eso le da aún más originalidad a la peli y le quita la etiqueta de “previsible”. Pues eso, una joyita inclasificable, original, muy indie, y muy, muy inquietante. La recomiendo totalmente, eso sí, no esperéis hachazos cada 5 ni cada 15 minutos, que de esas ya hay muchas.

martes, 27 de enero de 2015

Maléfica: Historia del Hada Oscura


Hace muchos años, en un reino medieval y de fantasía, como en todo buen cuento clásico, el rey y la reina tuvieron una preciosa hija, a la que llamaron Aurora. Todos los habitantes del país estaban muy contentos y el bautizo de la princesa fue una celebración con grandes fastos y muchos invitados. Acudieron también tres simpáticas hadas que obsequiaron a la pequeña con los dones de la belleza, bondad, felicidad… Pero el regocijo se vio interrumpido por la llegada de un personaje inesperado, alguien que no había sido invitado a la fiesta: Maléfica, el hada más poderosa de todos los reinos, de belleza deslumbrante y mirada aterradora. Llena de ira por haber sido relegada, o vete a saber por qué motivo, anunció que ella también tenía un regalito para la pequeña Aurora: crecería como una muchacha llena de virtudes y adorada por todos, pero el día que cumpliera los 16 años, se pincharía un dedo con la aguja de una rueca, es decir, una máquina de coser de la época, y eso le haría caer en un profundo sueño, del que sólo habría una forma de despertar… Y después viene la historia que todos conocéis… ¡Pues no! Ni antes ni después. Los acontecimientos que se narran en Maléfica (Maleficent), de Robert Stromberg, difieren bastante de los de La Bella Durmiente, el popular cuento de los hermanos Grimm, y de la versión de Disney de 1959, que es el modelo que todos tenemos en mente (tal era la capacidad de Tío Walt para fagocitar las historias clásicas). Para empezar, Maléfica no siempre fue el arquetipo de villana que ha llegado hasta nuestros días: un hada perversa y temible, con vestido sexy y tan negro como su corazón. Nació y creció en el Reino de las Hadas, que vivía en paz y armonía con el territorio de los humanos (todo según esta versión libre y actualizada, claro). Como ya habréis adivinado, Maléfica era un ser de luz, una criatura feliz, angelical y muy hábil con sus poderes sobrenaturales. Podía haber sido una heroína de cuento, pero el amor y la traición destruyeron su bondad y cambiaron su destino para siempre. La película constituye una vuelta de tuerca del clásico cuento de hadas y se adhiere a una de las corrientes de moda en Hollywood: la de realizar versiones de cuentos y leyendas tradicionales, introduciendo elementos modernos, transgresores y cierta oscuridad en el argumento, aunque no demasiada. De esta forma, se intenta captar al público juvenil, que, como todos sabemos, es el que tiene el poder en la actual sociedad de consumo, y además, los niños cada vez entran antes en la adolescencia y ya no se conforman con las historias ñoñas y cándidas de antes. A este subgénero pertenecen producciones recientes como Blancanieves y la leyenda del Cazador, con su ambiente gótico y tenebroso; Mirror, mirror, otra revisión de las aventuras de Blancanieves, esta vez en clave de comedia disparatada; Hansel y Gretel, cazadores de brujas, repleta de acción medio cyberpunk; y la Bella y la Bestia (esta no es de Hollywood, es francesa, y mucho, además), cuya actualización se basa en una historia de amor bastante adulta y algo brutal. Sin olvidarnos de series de tv como Érase una vez, con sus personajes ambiguos que oscilan constantemente entre el bien y el mal.

Nuestra protagonista y antiheroína, Maléfica, está encarnada, como todos sabéis, por la superestrella Angelina Jolie, que la verdad es que está guapísima, espectacular, y le sientan muy bien los cuernos y las alas; porque tiene alas, hasta que se las cortan, y cuernos, como el modelo Disney (por cierto, esta película también es de Disney, y es que la sombra de Tío Walt sigue siendo alargada). Pero aunque la peli esté hecha para el total lucimiento de Angelina, el personaje de Aurora también es importante, claro. Y en la piel de la inocente princesa tenemos a Elle Fanning, jovencísima actriz de 16 años y ex niña prodigio, como su hermana Dakota, y tan talentosa y versátil como ella. Comenzó en el cine con sólo dos años, en la versión bebé del personaje de Dakota, que hacía de pequeña adorable, en Yo soy Sam. De niña actuó en varios films premiados, nominados y oscarizados, como Una mujer difícil, Babel, El curioso caso de Benjamin Button, otros de corte indie, como Un cruce en el destino, o en otra adaptación de cuento, El Cascanueces, hasta que nos cautivó en Super 8, del maestro Spielberg, ya de guapa preadolescente. He leído críticas negativas hacia su interpretación en Maléfica. Dicen que es muy sosa, que no transmite nada, que Angelina se la come con patatas… Yo creo que está fantástica (sí, fantástica), y totalmente creíble en el rol de una joven dulce, bondadosa, y que no sabe nada del mundo porque siempre ha vivido aislada y educada por tres hadas (luego hablaré de las hadas, vaya tela…). Los personajes secundarios, pues son eso, secundarios, unos en mayor medida que otros. El verdadero villano de la función es el rey Stefan, interpretado por Sharlto Copley, actor sudafricano a quien conocemos por encarnar a todo un icono de la tv: el loco Murdock, en la adaptación al cine de El equipo A; también le hemos visto en el ámbito de la ciencia ficción y el terror, en cintas como Distrito 9, Open grave, Europa One o Elysium, haciendo de protagonista sufridor, o bien de psicópata desquiciado. Además es el villano del remake que ha hecho, nada menos que Spike Lee, de Oldboy, la mítica película de Park Chan-wook, film que no tengo ninguna intención de ver, porque tanta violencia y gore no me van. Yo creo que todos sus personajes tienen un cierto grado de locura, ya sea en vertiente cómica, depresiva, o salvaje. Un verdadero animal cinematográfico. Su interpretación de Stefan va en la misma línea, al componer un personaje complejo y atormentado, cuya inocencia inicial, pervertida por la ambición, le convierte en un soberano poderoso, paranoico y demente. Es un personaje al que se le había podido sacar más partido, lástima que sea tan secundario, cediendo así todo el protagonismo a Angelina y Aurora. Los demás personajes son más secundarios todavía. Está Sam Riley, que, por su filmografía, parece ser uno de los jóvenes representantes de la nueva tendencia indie, con historias a contracorriente, como Control u On the road, basada en una obra clave de la generación beat; o fantasías distópicas y más o menos perturbadoras, como Franklyn, Byzantium o la próxima Orgullo, prejuicio y zombies (me pregunto qué saldrá de eso). Así que sorprende verle ahora participando en un blockbuster, sobre todo con el papel que hace; no, no es el príncipe Philip, sino Diaval, un cuervo humanizado por Maléfica, para que sea su ayudante y se inflitre en las líneas enemigas. Pero es que es tan majo y tan tierno (en su vertiente humana, claro), y pone esas caritas… yo, desde luego, me hubiera quedado con él antes que con el príncipe. Qué cambio el de Sam Riley, después de verle interpretando a Ian Curtis, el atormentado líder de la banda Joy Division, en el biopic Control. Que me perdonen sus fans, pero ahí tenía todo el tiempo cara de alelado, normal, con todos los problemas que tenía, pero es así. Mención aparte para las tres hadas que se encargan de cuidar a Aurora desde su más tierna infancia, y con las que vive en una apartada cabaña del bosque, enviada allí por sus padres para intentar eludir la maldición del hada oscura, sin que la princesa tenga ni idea de todo el entramado que hay alrededor de ella, vamos, que vive feliz y en la inopia. Todos las conocemos como Flora, Fauna y Primavera, pero aquí se llaman Clavelina, Fronda y Violeta, y sí, son lo peor de la película. En la versión Disney las hadas madrinas eran tres señoras rechonchas, maternales y bonachonas, muy cursis (como no podía ser de otra manera), pero muy valientes y decididas, y yo diría que son las verdaderas heroínas de la historia, porque la princesa está casi todo el tiempo durmiendo y el príncipe aparece al final, justo para luchar con el dragón y conseguir a la chica. En la versión actual, las hadas salen perdiendo, y mucho, en la comparación. Pretendidamente son personajes cómicos, con poderes sobrenaturales y magia blanca, pero también con un humor negro y muy mala leche en ocasiones. Este contraste podría resultar adulto y divertido, pero lo que tenemos son una especie de abejas zumbonas, histéricas y muy molestas, porque, además, son unas hadas muy pequeñitas en tamaño. Menos mal que no aparecen mucho en la pantalla, pero lo poco que aparecen te hace desear que se piquen entre ellas y acabar de una vez con esa tortura. Y eso que para interpretarlas se eligió a tres prestigiosas (más o menos) actrices británicas como Lesley Manville, habitual del cine indie de Mike Leigh; Juno Temple, a la que sólo recuerdo por encarnar a la Reina Ana de Austria en la versión cyberpunk de Los tres mosqueteros de Paul W. S. Anderson; y la veterana Imelda Staunton, cuya filmografía incluye trabajos tan dispares y tan cien por cien british como la polémica El secreto de Vera Drake, la saga de Harry Potter y la peli de animación Piratas!, dando voz a la Reina Victoria. En mi opinión, las hadas madrinas son un manchurrón en las carreras de estas tres actrices. Pero no importa, seguro que en su futura filmografía tendrán que hacer más de una comedieta horrible, o seguro que ya las han hecho, al fin y al cabo eso es lo que le gusta a la gente y los actores también tienen que comer. Bueno, ya sólo me queda hablar del príncipe Phillip, el que se supone que es el verdadero amor de Aurora, y que la tiene que salvar de la maldición, interpretado por un tal Brenton Thwaites. El príncipe en esta historia es un guapo y simpático muchacho, una especie de Justin Bieber antes de que se echara a perder, y lo de la maldición le viene un poquito grande. ¿Será él el que despierte a Aurora de su prolongado sueño? ¿Vivirán felices para siempre? La respuesta ya la sabréis porque a estas alturas ya habréis visto todos la peli, y el que no la haya visto es porque no le interesa lo más mínimo y ya no la va a ver.

En fin, Maléfica es una película oscura, pero no demasiado, juvenil, pero ampliable a todo tipo de público, con una ambientación fascinante, unos personajes carismáticos (excepto las hadas) y una historia que trastoca bastante la del cuento clásico (lo cual ya ha dejado de ser original). No habrá gustado ni a los puristas enemigos de la innovación, ni a los enemigos de todo lo comercial. Porque la peli es comercial, y no pretende ser otra cosa. Pero si buscas entretenimiento, escenarios espectaculares, unos protagonistas que no den vergüenza ajena (sí, excepto por…), y algo que no sea un dramón, para variar (que sí, que los dramones están muy bien, pero yo me canso ya un poco), Maléfica merece la pena, y mucho.
 
Si alguien es capaz de leer todo esto, muchísimas gracias, que ya sé que he perdido todos los fans, y me lo merezco, por no escribir nunca. Creo que necesito reinventarme…