sábado, 24 de septiembre de 2011

Juego de tronos: Mundos medievales

Esta historia transcurre en una época indefinida, que se parece mucho a la Edad Media, y en un lugar llamado Poniente, un continente formado por siete reinos, donde las estaciones pueden durar años y el invierno es muy crudo y terrorífico. Poniente está separado de los territorios del Norte por un enorme muro de hielo, vigilado por la Guardia de la Noche, para proteger a sus habitantes de los peligros del exterior. Se dice que al otro lado viven los Otros, unos seres espectrales y feroces que caminan por la nieve y devoran a todo el que pillan a su paso (una especie de zombies de leyenda), y que cada vez están más cerca del muro. Pero no es esa la única amenaza que se cierne sobre Poniente. Se avecina una guerra por el gobierno de los Siete Reinos y el poder de sentarse en el Trono de Hierro. Hace 15 años, en una guerra civil, Robert Baratheon expulsó a la familia real, los Targaryen, y se proclamó rey de Poniente. Ahora, el heredero exiliado Viserys Targaryen, prepara un plan para recuperar el trono. Para ello, ha casado a su hermana, la joven y angelical Daenerys, de largos cabellos plateados, con Khal Drogo, el líder de los Dothrakis, una tribu de bárbaros muy bárbaros y muy brutos, para formar una alianza y conquistar Poniente. Al mismo tiempo, dentro de los reinos, se desarrollan numerosas intrigas, luchas de poder, y conspiraciones, en un ambiente de política y violencia, donde para que no te maten se necesita saber manejar la espada tanto como usar el cerebro y medir las palabras.

Juego de tronos es la adaptación a la pequeña pantalla de la primera novela de Canción de hielo y fuego, una saga literaria escrita por George R. R. Martin, que contará con siete libros, de los cuales se han publicado cinco por el momento. Lo que hemos visto hasta ahora es la primera temporada, compuesta por diez capítulos. En abril del año que viene, al parecer, se estrenará en USA la segunda, Choque de reyes, y mientras tenga éxito, se seguirá haciendo una temporada por cada novela, supongo (en el mundo de las audiencias nunca se sabe). Esta primera etapa ha tenido mucho éxito, y no es para menos; las palabras con las que mejor puedo definir esta serie son dos: adictiva y fascinante. Desde el principio me enganchó (a mí y a casi todo el mundo que la ha visto, creo yo), esta historia épica y de fantasía, un relato de caballeros y princesas donde la mayoría de los personajes muestran su naturaleza más oscura y ambigua. Porque la ambigüedad es lo que domina en el comportamiento de los protagonistas (como en la vida misma). Aquí no hay maniqueísmo y cada personaje tiene su historia, traumas y secretos confesados o inconfensados; hay patriarcas honorables, guerreros salvajes, reyes lujuriosos, reinas maquiavélicas, chicas que quieren ser princesas, niñas que juegan con espadas, príncipes psicópatas, prostitutas y damas valerosas. Hay un bastardo atormentado (y muy guapo, todo hay que decirlo), un enano cínico y carismático y una chica dragón. Hay héroes oscuros, muchos personajes ambiciosos, y algunos totalmente perturbados. Entre los protas yo destacaría a Lord Stark, que se come la pantalla con su imponente presencia; Viserys Targaryen, odioso, irascible y guapísimo; Joffrey, el niño príncipe más hijo de puta que se haya visto en la pantalla, impresionante; y el que todos estabais esperando: Tyrion Lannister, el Gnomo, interpretado por el maravilloso Peter Dinklage.














El estudio de los caracteres es tan importante como las escenas de acción y los paisajes de leyenda. Los diálogos son tan poéticos como contundentes. La fotografía, espectacular, y la música te envuelve desde los títulos de crédito iniciales. Pero aún hay más. ¿Queréis violencia, sexo y palabras malsonantes pronunciadas en los momentos más oportunos? También los hay. ¿Queréis una historia inteligente, con conspiraciones, fantasía y aventuras? Estáis de enhorabuena. Esta vez no llevo la contraria a la mayoría y me uno a las legiones de fans de Juego de tronos. Bienvenidos a Invernalia.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Cisne negro: La bailarina obsesionada

Nina Sayers es una brillante bailarina de una compañía de ballet de Nueva York, que vive totalmente obsesionada con la perfección. La compañía va a representar una nueva versión de El lago de los cisnes, y el director, Thomas Leroy, está buscando una sustituta para la bailarina principal, Beth Macintyre, que se va a retirar porque tiene ya una cierta edad (y no es que lo acepte muy bien, precisamente). Nina trabaja sin descanso para conseguir el papel protagonista, el de la Princesa Cisne, que tiene la dificultad añadida de que es un doble personaje: el Cisne Blanco, toda candor y pureza, y su reverso oscuro, el Cisne Negro. La disciplina de la bailarina es infinita y su técnica perfecta, pero Thomas opina que le faltan la pasión y la espontaneidad necesarias para interpretar al Cisne Negro, un personaje lleno de sensualidad y lujuria. Sin embargo, Lily, otra bailarina recién llegada a la compañía, sí que parece poseer dichas cualidades, por lo cual se convierte en la principal rival de Nina. Sometida a tanta presión y a la difícil convivencia con su dominante madre, la mente de Nina comienza a jugarle malas pasadas…

Cisne negro (Black swan) es el quinto largometraje de Darren Aronofsky, realizador que, hasta ahora, no sigue reglas muy comerciales y que tiene su estilo propio, por lo cual se ha convertido en director de culto para todos, o casi todos, los cinéfilos. Mi opinión sobre sus obras está dividida: algunas de las películas que he visto de él me han gustado y otras no. Cisne negro pertenece al grupo de sus películas que no me han gustado, junto con Réquiem por un sueño (sí, su obra maestra). Las dos son cintas de gran calidad, con brillantes actuaciones (Ellen Burstyn está inmensa en Réquiem por un sueño), que narran historias duras, sin concesiones, y transmiten emociones radicales y extremas. Y por eso mismo no me gustan: demasiado sufrimiento para mí, demasiado recrearse en el morbo y el drama de forma un poco gratuita (o no). Es cine de alto nivel, pero hay espectadores que no están preparados para esas dosis de la realidad más sórdida, y yo soy una de ellos. Cisne negro tiene un estilo muy parecido a Réquiem por un sueño: ambas comparten una atmósfera claustrofóbica y obsesiva y relatan el descenso a los infiernos, o más bien, la caída en picado, de sus protagonistas, a través de un sendero de locura. La forma de narrar los hechos hace que los espectadores nos veamos inmersos (demasiado inmersos para mi gusto), en ese mundo alucinado de pesadillas, sin posibilidad de vuelta atrás. Réquiem por un sueño nos muestra la caída de sus personajes en el mundo de la drogadicción, en lo que se convierten y a lo que son capaces de llegar por seguir en ese paraíso artificial. En Cisne negro, la autodestrucción de Nina se produce por el deseo de tener éxito y ser la mejor, en un ambiente de estrés y competitividad. Todo eso, unido al carácter autoexigente, autodestructivo y obsesivo-compulsivo de la bailarina, hacen de su cerebro una bomba de relojería que la lanza a la paranoia total. Y en eso se convierte la película a medida que va avanzando el metraje: en una paranoia donde no sabemos lo que es real y lo que es fruto de la mente perturbada de Nina. La cinta está plagada de pesadillas, alucinaciones, alguna escena de sexo morbosillo, otras escenas con autolesiones y objetos punzantes, junto con momentos de gran belleza y estética (sí, también hay bonitas escenas de ballet). Elementos todos que se unen para que el espectador lo pase muy bien y/o muy mal sintiendo la angustia y el desequilibrio de la pobre Nina. Natalie Portman, como sabemos, es la actriz protagonista, y como sabemos, ganó el oscar este año. La verdad es que realiza una actuación impresionante, tanto en el registro de pobre chica nerviosa, disciplinada y reprimida, como en el de alma atormentada, desequilibrada y paranoica. También aparecen Vincent Cassel, Mila Kunis y la ya vieja gloria Barbara Hershey, en papeles que les van como anillo al dedo, pero el alma de la película y la que lleva todo el peso, desde luego, es Natalie. También es de destacar la intervención de otra antigua gloria, Winona Ryder, en el personaje de Beth, la bailarina que se ve obligada a retirarse; un papel breve, pero intenso, que parece guardar algún paralelismo con su propia carrera.

Bueno, pues si queréis disfrutar, sufrir y sumergiros en los desvaríos y excesos de la mente de una pobre chica torturada por la búsqueda de la belleza, os recomiendo que veáis Cisne negro, si no la habéis visto, que seguro que sí. A mí, personalmente, estas cosas no me van, pero reconozco que la peli es original, impactante y no deja indiferente a nadie.