lunes, 29 de abril de 2013

Películas veraniegas III

Silkwood, de Mike Nichols. Esta película pertenece al género de cine social y comprometido que estaba muy en boga en los 70 y principios de los 80. Basado en hechos reales y vehículo para el lucimiento de la gran Meryl Streep, que interpreta a Karen Silkwood, una trabajadora de una central nuclear que descubre que en la misma no se cumplen las medidas de seguridad y que hay riesgos para la salud de los operarios. Su empeño en revelar la verdad le llevará a un enfrentamiento brutal contra los directivos de la empresa, que no quieren que se destapen sus chanchullos, y contra sus propios compañeros, que no quieren perder sus trabajos. Un tema bastante actual, ¿verdad? Meryl Streep, como de costumbre, está fantástica en un personaje complejo, que evoluciona desde la joven irreflexiva y con ansias de libertad, hasta la luchadora concienciada. También aparecen Kurt Russell, que yo no sé si es buen actor o no, pero me da igual, me encanta, y Cher, que la verdad es que cuando sale en pantalla eclipsa a la mismísima Meryl. La película tuvo 5 nominaciones a los Oscars y a los Globos de Oro en 1983, pero sólo ganó el Globo de Oro para Cher como actriz secundaria (en los Oscars, francamente, no tenía nada que hacer frente a la increíble caracterización de Linda Hunt en El año que vivimos peligrosamente). La película hoy en día se ha convertido casi en una obra de culto, y los temas que trata son polémicos y atrayentes, pero, en mi opinión, tiene un aire de telefilm de sobremesa (muy propio de Mike Nichols), que estropea sus buenas intenciones. La mayoría del metraje transcurre entre las acciones cotidianas de Karen y la relación con su novio y su amiga, sobre todo sus peleas y reconciliaciones, más que en abordar la trama verdaderamente importante del film. Por eso, pienso que es una cinta interesante, pero muy, muy desaprovechada.


Tarzán y su hijo (Tarzan finds a son!), de Richard Thorpe. Me encanta el título original. ¡Tarzán encuentra un hijo!, hala, caído del cielo, y en realidad es así. Un avión se estrella en la selva, en él viajaban un matrimonio inglés y su bebé, que resulta ser el único superviviente. Tarzán y Jane lo encuentran y lo adoptan. Cinco años después, llega su familia en una expedición para llevárselo a la civilización (qué manía tienen todos, con lo bien que se está en la selva); encima resulta que Boy (como le bautizaron sus padres adoptivos, en un alarde de imaginación), es de sangre noble y heredero de una gran fortuna. Pero hay intereses encontrados entre los familiares buenos y los familiares malos, que quieren quedarse con la herencia; además, como es lógico, Tarzán y Jane no quieren que su hijo se vaya, y él menos todavía, ya que es muy feliz en la jungla, brincando, nadando, y sin ir al colegio. Película estrenada en 1939, es la cuarta de las aventuras de Tarzán protagonizada por Johnny Weismuller y Maureen O’Sullivan. Boy fue interpretado por el pequeño Johhny Sheffield, que tras una fructífera carrera con este y otros personajes selváticos, dejó el cine y se fue a la Universidad a estudiar Empresariales. La cinta continúa en la línea de Tarzán y su compañera, y supongo que de todas las pelis de esta serie: largos planos acuáticos y de animales, conflictos con los europeos malos y los europeos buenos pero tontos, y escenas de peligro con los nativos salvajes y seguramente caníbales, todo encuadrado en una acogedora selva en blanco y negro. Un film muy entretenido e ideal para evadirse un rato, con una pareja muy atractiva y aventuras nostálgicas. El único que me saca de la historia (y de mis casillas) es Boy, lo siento, pero me parece un niño bastante repelente. Para viajar al corazón de la infancia.


Chronicle, de Josh Trank. Tres adolescentes descubren un día un gran agujero en un bosque. Cuando, movidos por la curiosidad (ya se sabe cómo son los adolescentes), entran en él, se encuentran una misteriosa sustancia que les proporciona extraordinarios poderes, tales como mover todo tipo de objetos con la mente y volar. De la noche a la mañana, se ven convertidos en una especie de superhéroes, aunque no utilizan sus habilidades precisamente para salvar el mundo, sino para dedicarse a hacer gamberradas propias de niñatos descerebrados. Las gamberradas se van convirtiendo en bromas pesadas, hasta que, un día, el asunto se les va de las manos… Chronicle no es la típica película comercial de superhéroes, sino un drama psicológico adolescente de corte indie, con toques de fantasía, y unos cuantos efectos especiales. Oscura y pesimista, el argumento de los superhéroes es una excusa para lanzar el previsible mensaje de advertencia a los jóvenes: “Tened cuidado con todos los bienes y dones a los que tenéis acceso ilimitado, que tal vez un día no los podréis manejar.” Lo mismo vale para los poderes, que para las drogas o el sexo. Estas nuevas capacidades resultan especialmente tentadoras y destructivas para Andrew, el personaje más complejo de los tres, un chico introvertido y atormentado, con padre alcohólico y madre enferma terminal. Matt, su primo y único amigo, está bastante obsesionado con subir puestos en la escala de popularidad, y sobre todo, con ligar. Y el tercer chico, Steve, es el más guay, el más popular, y simplemente pasaba por allí. La película no va más allá del tópico de “qué dramática puede llegar a ser la vida de los adolescentes” y del ya mencionado mensaje de advertencia. Tampoco los efectos especiales son nada del otro mundo, aunque ya sabemos que, al ser esta una cinta adolescente indie, sólo están ahí para reforzar la historia. Historia que está narrada con el recurso de cámara en mano, pero que, a estas alturas, ya no resulta nada original. Total, que la peli no va de comercial ni de blockbuster, pero yo lo habría preferido, así me habría entretenido más.



Rock of ages, de Adam Shankman. Con esta sí que me lo pasé bien. La primera vez que vi el cartel pensé: “Esta no la veo yo ni loca”, sobre todo cuando vi que en él aparecía Russell Brand, conocido sobre todo por su papel de rockero descerebrado en esa “joya” de la comedia americana, Todo sobre mi desmadre. Pero Russell Brand está muy contenido en esta película, y además es sólo uno de los muchos actores de esta comedia coral, musical… y sobre todo muy romántica, no sólo por las diversas historias que se desarrollan entre sus personajes, entre canción y canción, sino porque la cinta es toda una declaración de amor a uno (o dos) estilos de música, el glam y el rock, y a una época, los gloriosos 80 (gloriosos para mí y la gente de mi edad, principalmente). El argumento no puede ser mas naif: una chica de pueblo llega a Los Angeles para abrirse camino en el mundo de la música (sí, como en El bar Coyote, Burlesque, y Showgirls, salvando las distancias de años luz entre la peli de Verhoeven y todas las demás). Empieza a trabajar en un club y, claro, se enamora de otro camarero que también es aspirante a estrella. Juntos ayudarán a los dueños del local en su lucha contra el malvado alcalde y su puritana mujer, que pretenden cerrar el club. Sí, el argumento es de película de Disney, pero no de Disney de ahora, sino de los 60. Pero… está basada en un musical de Broadway, así que, como comprenderéis, el argumento es lo de menos. Y los temas de ese musical son versiones de famosas canciones rock de los 80, y a mí me suelen gustar los musicales, y más si se refieren a esa época. Así que disfruté como una enana con los gorgoritos y las coreografías del reparto, que incluye a viejas glorias como Paul Giamatti, Alec Baldwin y Bryan Cranston. Mención aparte para Tom Cruise, en la piel de una megaestrella del rock y con una interpretación casi autoparódica, y para Catherine Zeta-Jones, impagable como una villana desmelenada. La joven y “disneyana” pareja protagonista está encarnada por Julianne Hough, que no sabía quién era hasta que la vi en el remake de Footloose, película que… oh, no os escandalicéis, pero me gustó casi tanto como la original; y Diego Boneta, que éste si que no tengo ni idea de quién es. El caso es que los dos son guapos, con cara de simpáticos (las dotes de interpretación aquí dan un poco igual), y yo creo que cantan y bailan muy bien (pero vamos, que yo no soy nada entendida, como ya sabréis). Total, que a mí me encantó, pero no os la recomiendo si os gustan los musicales con versiones originales, si no os gustan los musicales en absoluto, o si no os gustan las comedias que parece que van a ser muy gamberras y luego resultan ser de humor blanco. En fin, queridos amigos, que no os la recomiendo, pero yo le he puesto un 9 en filmaffinity, ¡hala!, con un par… Mi escena preferida: Dennys y Lonny (Alec Baldwin y Russell Brand), dos viejos amigos, socios y rockeros, se confiesan sus sentimientos cantando “Can’t fight this feeling”. Todo el mundo dice que es una escena muy ridícula, pero a mí se me pusieron los pelos como escarpias. ¡Qué bonito es el amor!