lunes, 5 de diciembre de 2011

Eva: Drama cibernético

Hola, amigos, después de todo este tiempo alejada del mundo de los blogs, aquí estoy, escribiendo sobre una de las pelis más originales y emotivas que he visto últimamente en el cine, y que, como muchas de las que me gustan, parece que no ha tenido mucho éxito de público. Esta vez estamos en el año 2041, en el futuro, pero no es un futuro apocalíptico, sino una sociedad como la de I.A. o Yo, robot. La tecnología permite construir robots de apariencia humana y animal, que acompañan a los humanos y realizan todo tipo de tareas. Álex, un brillante ingeniero cibernético, regresa a su ciudad, Santa Irene, después de diez años fuera, dedicado a la investigación. Ha sido contratado por la Facultad de Robótica para llevar a cabo un proyecto revolucionario: construir un niño robot. A su llegada se reencuentra con su hermano, David, que se ha casado con la antigua novia de Álex, Lana. Ellos también son ingenieros cibernéticos, pero no tenían tantas ambiciones como Álex y se “conforman” con dar clase en la Facultad. Álex necesita un niño que sirva de modelo para su proyecto, y elige a Eva, la hija de David y Lana, una niña muy especial con la que pronto surge una gran relación de amistad y complicidad.

Eva es el primer largometraje de Kike Maíllo. Se trata de una película española de ciencia ficción, un género apenas tratado en nuestro cine, así que se agradece que aparezca un título de estas características en el panorama patrio; yo pertenezco al grupo de espectadores que no odia el cine español, al contrario, me gusta bastante, pero a veces está bien descansar de dramas sociales, comedias descerebradas y relatos de la Guerra Civil. Además, es una de estas películas que no parecen españolas, a pesar de que su reparto, equipo y producción son de aquí. Tampoco parece una cinta hollywoodiense. No esperéis escenas de acción; sí hay efectos especiales e imágenes visualmente impactantes que nos muestran una sociedad de tecnología avanzada, con hologramas, superordenadores, y emociones fabricadas artificialmente. También hay bonitos paisajes nevados y un ambiente melancólico. Porque esta película, francamente, es un drama romántico y sentimental. Más que nada tiene estilo de cine europeo, con ritmo pausado (pero no lento ni aburrido, o a mí no me lo pareció), factura elegante y descripción de sentimientos. El prota, Álex, es el muy carismático Daniel Brühl, fantástico, como siempre, y muy creíble como un genio introvertido, melancólico y enamorado. Los otros dos vértices del triángulo amoroso, Lana y David, son Marta Etura, que se luce bastante en un papel de científica-brillante-madre-sufridora-heroína-atractiva y también enamorada, un personaje completito, aunque un poco secundario; y Alberto Amman, que por desgracia, aquí no tiene mucha oportunidad de demostrar su talento, ya que su personaje es un poco flojito, creo yo, y sirve más que nada de apoyo para la trama sentimental. También se agradece la presencia de Lluís Homar, uno de los actores más camaleónicos que hay en el cine español, genial en el rol de un entrañable robot-mayordomo (o algo así), y que incluso llega a eclipsar al mismísimo Daniel Brühl en las escenas que comparte con él. La que no me convenció mucho fue Eva, no porque la actriz que la interpreta, Claudia Vega, lo haga mal, al contrario, está muy acertada, sobre todo en las escenas dramáticas. Lo que no me convence es el propio personaje; se supone que tiene que ser una niña con una personalidad magnética, arrolladora, compleja, y muy madura para su edad, pero a mí me pareció una cría un poco repelente, y entonces me costó más trabajo empatizar con ella. Esta peli no está durando mucho en los cines (en Madrid o Barcelona no sé, pero en mi modesta ciudad provinciana sólo ha estado unas dos semanas). Yo os recomiendo que la veáis, si queréis sumergiros en un relato futurista, intimista, con fotografía espectacular, ambiente gélido y paisajes invernales, máquinas que son más humanas que las personas, y un gato robot. Muy bonita.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Juego de tronos: Mundos medievales

Esta historia transcurre en una época indefinida, que se parece mucho a la Edad Media, y en un lugar llamado Poniente, un continente formado por siete reinos, donde las estaciones pueden durar años y el invierno es muy crudo y terrorífico. Poniente está separado de los territorios del Norte por un enorme muro de hielo, vigilado por la Guardia de la Noche, para proteger a sus habitantes de los peligros del exterior. Se dice que al otro lado viven los Otros, unos seres espectrales y feroces que caminan por la nieve y devoran a todo el que pillan a su paso (una especie de zombies de leyenda), y que cada vez están más cerca del muro. Pero no es esa la única amenaza que se cierne sobre Poniente. Se avecina una guerra por el gobierno de los Siete Reinos y el poder de sentarse en el Trono de Hierro. Hace 15 años, en una guerra civil, Robert Baratheon expulsó a la familia real, los Targaryen, y se proclamó rey de Poniente. Ahora, el heredero exiliado Viserys Targaryen, prepara un plan para recuperar el trono. Para ello, ha casado a su hermana, la joven y angelical Daenerys, de largos cabellos plateados, con Khal Drogo, el líder de los Dothrakis, una tribu de bárbaros muy bárbaros y muy brutos, para formar una alianza y conquistar Poniente. Al mismo tiempo, dentro de los reinos, se desarrollan numerosas intrigas, luchas de poder, y conspiraciones, en un ambiente de política y violencia, donde para que no te maten se necesita saber manejar la espada tanto como usar el cerebro y medir las palabras.

Juego de tronos es la adaptación a la pequeña pantalla de la primera novela de Canción de hielo y fuego, una saga literaria escrita por George R. R. Martin, que contará con siete libros, de los cuales se han publicado cinco por el momento. Lo que hemos visto hasta ahora es la primera temporada, compuesta por diez capítulos. En abril del año que viene, al parecer, se estrenará en USA la segunda, Choque de reyes, y mientras tenga éxito, se seguirá haciendo una temporada por cada novela, supongo (en el mundo de las audiencias nunca se sabe). Esta primera etapa ha tenido mucho éxito, y no es para menos; las palabras con las que mejor puedo definir esta serie son dos: adictiva y fascinante. Desde el principio me enganchó (a mí y a casi todo el mundo que la ha visto, creo yo), esta historia épica y de fantasía, un relato de caballeros y princesas donde la mayoría de los personajes muestran su naturaleza más oscura y ambigua. Porque la ambigüedad es lo que domina en el comportamiento de los protagonistas (como en la vida misma). Aquí no hay maniqueísmo y cada personaje tiene su historia, traumas y secretos confesados o inconfensados; hay patriarcas honorables, guerreros salvajes, reyes lujuriosos, reinas maquiavélicas, chicas que quieren ser princesas, niñas que juegan con espadas, príncipes psicópatas, prostitutas y damas valerosas. Hay un bastardo atormentado (y muy guapo, todo hay que decirlo), un enano cínico y carismático y una chica dragón. Hay héroes oscuros, muchos personajes ambiciosos, y algunos totalmente perturbados. Entre los protas yo destacaría a Lord Stark, que se come la pantalla con su imponente presencia; Viserys Targaryen, odioso, irascible y guapísimo; Joffrey, el niño príncipe más hijo de puta que se haya visto en la pantalla, impresionante; y el que todos estabais esperando: Tyrion Lannister, el Gnomo, interpretado por el maravilloso Peter Dinklage.














El estudio de los caracteres es tan importante como las escenas de acción y los paisajes de leyenda. Los diálogos son tan poéticos como contundentes. La fotografía, espectacular, y la música te envuelve desde los títulos de crédito iniciales. Pero aún hay más. ¿Queréis violencia, sexo y palabras malsonantes pronunciadas en los momentos más oportunos? También los hay. ¿Queréis una historia inteligente, con conspiraciones, fantasía y aventuras? Estáis de enhorabuena. Esta vez no llevo la contraria a la mayoría y me uno a las legiones de fans de Juego de tronos. Bienvenidos a Invernalia.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Cisne negro: La bailarina obsesionada

Nina Sayers es una brillante bailarina de una compañía de ballet de Nueva York, que vive totalmente obsesionada con la perfección. La compañía va a representar una nueva versión de El lago de los cisnes, y el director, Thomas Leroy, está buscando una sustituta para la bailarina principal, Beth Macintyre, que se va a retirar porque tiene ya una cierta edad (y no es que lo acepte muy bien, precisamente). Nina trabaja sin descanso para conseguir el papel protagonista, el de la Princesa Cisne, que tiene la dificultad añadida de que es un doble personaje: el Cisne Blanco, toda candor y pureza, y su reverso oscuro, el Cisne Negro. La disciplina de la bailarina es infinita y su técnica perfecta, pero Thomas opina que le faltan la pasión y la espontaneidad necesarias para interpretar al Cisne Negro, un personaje lleno de sensualidad y lujuria. Sin embargo, Lily, otra bailarina recién llegada a la compañía, sí que parece poseer dichas cualidades, por lo cual se convierte en la principal rival de Nina. Sometida a tanta presión y a la difícil convivencia con su dominante madre, la mente de Nina comienza a jugarle malas pasadas…

Cisne negro (Black swan) es el quinto largometraje de Darren Aronofsky, realizador que, hasta ahora, no sigue reglas muy comerciales y que tiene su estilo propio, por lo cual se ha convertido en director de culto para todos, o casi todos, los cinéfilos. Mi opinión sobre sus obras está dividida: algunas de las películas que he visto de él me han gustado y otras no. Cisne negro pertenece al grupo de sus películas que no me han gustado, junto con Réquiem por un sueño (sí, su obra maestra). Las dos son cintas de gran calidad, con brillantes actuaciones (Ellen Burstyn está inmensa en Réquiem por un sueño), que narran historias duras, sin concesiones, y transmiten emociones radicales y extremas. Y por eso mismo no me gustan: demasiado sufrimiento para mí, demasiado recrearse en el morbo y el drama de forma un poco gratuita (o no). Es cine de alto nivel, pero hay espectadores que no están preparados para esas dosis de la realidad más sórdida, y yo soy una de ellos. Cisne negro tiene un estilo muy parecido a Réquiem por un sueño: ambas comparten una atmósfera claustrofóbica y obsesiva y relatan el descenso a los infiernos, o más bien, la caída en picado, de sus protagonistas, a través de un sendero de locura. La forma de narrar los hechos hace que los espectadores nos veamos inmersos (demasiado inmersos para mi gusto), en ese mundo alucinado de pesadillas, sin posibilidad de vuelta atrás. Réquiem por un sueño nos muestra la caída de sus personajes en el mundo de la drogadicción, en lo que se convierten y a lo que son capaces de llegar por seguir en ese paraíso artificial. En Cisne negro, la autodestrucción de Nina se produce por el deseo de tener éxito y ser la mejor, en un ambiente de estrés y competitividad. Todo eso, unido al carácter autoexigente, autodestructivo y obsesivo-compulsivo de la bailarina, hacen de su cerebro una bomba de relojería que la lanza a la paranoia total. Y en eso se convierte la película a medida que va avanzando el metraje: en una paranoia donde no sabemos lo que es real y lo que es fruto de la mente perturbada de Nina. La cinta está plagada de pesadillas, alucinaciones, alguna escena de sexo morbosillo, otras escenas con autolesiones y objetos punzantes, junto con momentos de gran belleza y estética (sí, también hay bonitas escenas de ballet). Elementos todos que se unen para que el espectador lo pase muy bien y/o muy mal sintiendo la angustia y el desequilibrio de la pobre Nina. Natalie Portman, como sabemos, es la actriz protagonista, y como sabemos, ganó el oscar este año. La verdad es que realiza una actuación impresionante, tanto en el registro de pobre chica nerviosa, disciplinada y reprimida, como en el de alma atormentada, desequilibrada y paranoica. También aparecen Vincent Cassel, Mila Kunis y la ya vieja gloria Barbara Hershey, en papeles que les van como anillo al dedo, pero el alma de la película y la que lleva todo el peso, desde luego, es Natalie. También es de destacar la intervención de otra antigua gloria, Winona Ryder, en el personaje de Beth, la bailarina que se ve obligada a retirarse; un papel breve, pero intenso, que parece guardar algún paralelismo con su propia carrera.

Bueno, pues si queréis disfrutar, sufrir y sumergiros en los desvaríos y excesos de la mente de una pobre chica torturada por la búsqueda de la belleza, os recomiendo que veáis Cisne negro, si no la habéis visto, que seguro que sí. A mí, personalmente, estas cosas no me van, pero reconozco que la peli es original, impactante y no deja indiferente a nadie.


domingo, 14 de agosto de 2011

El origen del planeta de los simios: La rebelión de los monos

Will Rodman, un joven científico, ha fabricado un compuesto químico que cree que puede curar el alzheimer, enfermedad que padece su padre. Al probar el producto con los monos con los que está investigando, comprueba que éstos experimentan una notable evolución en su inteligencia. Ante el escepticismo de Steven Jacobs, el administrador del laboratorio para el cual trabaja, que quiere cancelar los experimentos, Will decide llevarse a su casa a Caesar, un bebé simio nacido en el mismo laboratorio, para protegerlo, y lo adopta como mascota. A medida que pasa el tiempo y Caesar va creciendo, su dueño se da cuenta de que su inteligencia es muy superior a lo normal en su especie.

El origen del planeta de los simios (Rise of the planet of the apes), segunda película dirigida por Rupert Wyatt (la primera, The escapist, no la conozco de nada), es una especie de precuela-remake de El planeta de los simios, la famosísima película de 1968 protagonizada por Charlton Heston y realizada por Franklin J. Schaffner. Este film, adaptación de una también famosa novela de Pierre Boulle, dio lugar, en los 70, a una saga con tres secuelas, dos series de tv (una de ellas de animación), y un remake, dirigido por Tim Burton, en 2001. La peli buena es la primera, según dicen todos; yo no he visto ninguna de las tres secuelas, cuyos originalísimos títulos son: Regreso al planeta de los simios, Huida del planeta de los simios y Batalla por el planeta de los simios (después de todo, ¿cómo se iban a llamar?), pero me imagino que serán de serie B, o Z. En cuanto al remake de Tim Burton, creo que coincido con casi todo el mundo en que es bastante horroroso y aburrido.

El origen… nos cuenta cómo se produjo el salto evolutivo de los primates y cómo comenzó su revolución contra los humanos. Estos acontecimientos les convertirán más adelante en la raza dominante y más inteligente, y a los hombres en una especie de esclavos embrutecidos, tal como se narra en El planeta de los simios. Pero la explicación de estos hechos difiere un poco de la que se da en la peli original y en sus secuelas, por eso pienso que es una precuela-remake.


La cinta ha tenido muy buena acogida, tanto en público como en crítica. Casi todos tienen grandes elogios para ella, y tienen razón: es una película de calidad, en su técnica y su guión. Hay escenas muy emocionantes, en las que vemos cómo Caesar evoluciona psicológicamente, le vemos sufrir, razonar, convertirse en jefe de su grupo, y en lider de su revolución. A mí, aunque la película me gustó, no me ha provocado tanto entusiasmo como a la mayoría, por dos motivos: el primero es que, en mi opinión, hay demasiados momentos de clímax, demasiadas escenas en las que parece que va a explotar la acción, hasta que finalmente explota. Eso hace que no decaiga el ritmo, pero a mí, personalmente, me llegó a cansar un poco. El segundo motivo, la verdad es que es muy estúpido teniendo en cuenta de qué película estamos hablando: hay tantísimos monos que yo acabé un poco saturada. Claro, qué te vas a esperar en un film que trata del planeta de los simios, pero es que a ratos me daba la impresión de que estaba viendo un documental de monos. Es el mismo motivo por el que no me gustó mucho la peli original. Aun sabiendo que es una película muy buena, después de verla me di cuenta de que los primates son animales que no me hacen mucha gracia, qué le vamos a hacer.

Los actores de la película están bastante correctos. Will, el joven científico protagonista, es James Franco, actor que, además de ser guapísimo (lo siento, tenía que decirlo), en 127 horas demostró que es capaz de llevar él solo el peso de una película. Aquí, la verdad es que su personaje no le da para lucirse tanto. Charles Rodman, el padre de Will, es el siempre genial John Lithgow. También sale la guapa Freida Pinto (la prota de Slumdog millionaire), interpretando a Caroline, la novia de Will, un papel básicamente de novia florero. Pero el que está impresionante es Andy Serkis, que interpreta a Caesar, recreado digitalmente y con la técnica de captura de movimientos. Este actor ya prestó su rostro y sus expresiones para los personajes de Gollum en la saga de El señor de los anillos y de King Kong en la peli del mismo nombre de Peter Jackson, así que tiene experiencia en interpretar a seres raros y a monos. Es increíble cómo transmite emociones como ira, compasión, frustración, y poder. Bueno, pues El origen del planeta de los simios es una película que da lo que promete, entretenida, emocionante, con escenas de acción realmente espectaculares (sobre todo la parte de la rebelión definitiva de los monos), que nos presenta el inicio de un futuro apocalíptico y un mensaje de advertencia contra la humanidad, en el sentido de que “nosotros nos lo hemos buscado”, que no por repetido, es menos cierto.

P.D.: Me comenta Raül Calvo que no son tres las secuelas de la peli original, El planeta de los simios, sino cuatro. Entre Huida del planeta de los simios y Batalla por el planeta de los simios (también llamada La conquista del planeta de los simios) se rodó otra más, La rebelión de los simios, uf, qué lío. No pongo los títulos originales porque me voy a enrollar demasiado, pero, para entenderlo mejor, leed los comentarios de Raül. Gracias, Raül, por tu aclaración.

lunes, 25 de julio de 2011

Balada triste de trompeta: Los payasos salvajes / Agua para elefantes: Romance bajo la lona

Había una vez dos payasos que trabajaban en un circo, a principios de los años 70, y a finales de la dictadura franquista. Javier, el Payaso Triste, es pacífico, romántico, asustadizo. Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la separación de su padre, preso en la Guerra Civil y condenado a trabajar en el Valle de los Caídos. Sergio, el Payaso Tonto, es el artista más popular del circo: carismático, con madera de líder, de carácter dominante y desequilibrado, a veces psicópata y violento. Entonces se convierte en el Payaso Feroz. Los dos payasos están enamorados de Natalia, la trapecista, que se mueve como una mariposa veloz, también desequilibrada, en ocasiones con las alas y el alma rota. Ella también los quiere a los dos a su manera. El problema es que Natalia es la mujer de Sergio, el Payaso Tonto / Feroz. Sergio, a veces (muchas veces) vuelca sus frustraciones y su ira sobre Natalia. Los dos se quieren con un amor furioso, destructivo, profundamente doloroso. Natalia, la chica rota, necesita a Sergio, pero también necesita el refugio de Javier, el Payaso Triste y Bueno. Javier podría ser su tabla de salvación. Pero el amor puede transformar y sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Y este no es un cuento feliz ni mucho menos convencional, sino una historia oscura y salvaje.

Había una vez un joven estudiante de veterinaria, llamado Jacob, que, tras la muerte de sus padres en un accidente, se encuentra en la pobreza, en los años 30, época de la Gran Depresión americana. Entonces entra a trabajar en un circo como cuidador de los animales. Allí se enamora de Marlena, la amazona que hace equilibrios con la elegancia de una bailarina y la agilidad de una atleta, y cuida a sus caballos con el cariño de una madre. Marlena y Jacob tienen en común su dedicación a los animales, y así surge entre ellos una amistad que pronto se transforma en algo más. Pero Marlena está casada con August, el dueño del circo, un hombre enérgico, entusiasta, capaz de mantener el negocio y a las familias que trabajan en él. Ese es su lado positivo, pero, en sus momentos de bajón, se vuelve inseguro, desequilibrado y tiránico. Quiere con locura a Marlena, pero este amor a veces le trastorna. Marlena le quiere, tiene gran dependencia de él y también le teme. Cuando el circo adquiere a Rosie, una elefanta asustada, los lazos que unían a Jacob y Marlena se hacen más fuertes y el carácter peligroso de August se pone de manifiesto.

Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia, y Agua para elefantes (Water for elephants), de Francis Lawrence, son dos películas con muchos elementos que las unen y las diferencian. La base argumental es muy parecida, y la hemos visto muchas veces: pobre chica atrapada entre dos amores, con dificultades para elegir entre el chico bueno y el chico malo, desembocando esta situación en un triángulo letal. Además, las dos historias se desarrollan en el mundo del circo, en épocas pasadas y en ambientes de casi pobreza. Sin embargo, el desarrollo de la idea central y los estilos de las dos películas son opuestos. Balada triste de trompeta es una tragicomedia negra, cruda y desmelenada. Álex de la Iglesia, que nunca ha hecho concesiones a la comercialidad (excepto en Los crímenes de Oxford, y no tuvo mucho éxito), se explaya en este film repleto de sus señas de identidad inconfundibles: humor bestia, personajes muy desquiciados, un plantel de secundarios peculiares, y una secuencia de acción en lo más alto de un alto edificio. El resultado es un auténtico deleite para sus fans más fieles; para los que somos un poco fans, pero no tanto, es una cinta interesante y original en principio, que se transforma en un delirio surrealista e hiperviolento, y en mi opinión, un despropósito. Lo mejor son los actores, sobre todo el grandísimo Antonio de la Torre, espectacular en el papel del Payaso Tonto, un villano bipolar, demente y brillante. También están muy bien Juan Carlos Areces, el Payaso Triste, un personaje aparentemente inocente y entrañable, con un lado muy, muy salvaje; y Carolina Bang, la chica guapa, torturada y también muy loca (bueno, aquí es que están todos muy locos). En mi opinión, Antonio de la Torre da un recital de interpretación y es lo mejor de la película.


Agua para elefantes podría definirse como un drama romántico y clásico. Francis Lawrence es uno de estos directores de Hollywood que no se ha distinguido por tener un sello propio ni una personalidad característica en sus películas. De hecho, sus dos largometrajes anteriores, Constantine y Soy leyenda, son films comerciales que no gustaron mucho a los críticos (a mí sí, ya sabéis que soy muy rara). Agua para elefantes sí que tiene un estilo más personal y me ha gustado bastante, ya que no es el pastelón romántico que yo pensaba que sería, sino una cinta con historia, sensibilidad y aire de cine de antaño. En este caso el guión (aunque es una adaptación de una novela) parece estar hecho para el lucimiento de Christoph Waltz, que lo borda interpretando al celoso, maltratador y atormentado August, aunque a mí en ocasiones me llegó a cansar un poco: tiene demasiados monólogos filosóficos e intelectuales a lo largo de la cinta, emulando a su exitoso villano de Malditos Bastardos, el malísimo coronel Hans Landa. También están muy correctos los otros dos protagonistas. Robert Pattinson es Jacob, el chico bueno (es uno de los actores más injustamente odiados de Hollywood, debido a su intervención en la saga Crepúsculo). La guapa y desgraciada Marlena es Reese Witherspoon, actriz con talento y carisma, aunque también ha hecho bodrios como casi todo el mundo.

Balada triste de trompeta y Agua para elefantes son dos visiones opuestas de un mismo tema: triángulos románticos, amores desgraciados que llevan a la locura, ambientados en el mundo del antiguamente mayor espectáculo del mundo. Yo os recomiendo las dos, y que cada uno juzgue por sí mismo; sobre gustos no hay nada escrito.

lunes, 4 de julio de 2011

Midnight in Paris: Sueños de un escritor


Gil, un joven guionista de Hollywood, que aspira a convertirse en escritor de novelas, se encuentra de viaje por París con su prometida Inez y los pijos padres de ella, John y Helen. El romántico e idealista Gil parece insatisfecho con la vida y el entorno que le rodean, y desearía haber conocido el París de los años 20, paraíso de intelectuales, artistas y escritores, y cuna de la cultura europea y americana. Una noche, paseando por el Barrio Latino, se ve transportado a la época de sus sueños, donde conocerá a personajes como Hemingway, Fitzgerald, Picasso y Dalí. Midnight in Paris es la 42ª película (aproximadamente) del genial Woody Allen, que, como ya sabemos, es uno de estos directores prolíficos que van casi a película por año. Vamos, que hace películas como rosquillas. Muchos opinan (y yo también) que esto lo puede hacer porque sus obras son muy parecidas entre sí, y en ellas se suelen repetir los mismos temas, patrones y obsesiones. Básicamente, yo diría que el cine de Woody Allen se puede agrupar en dos géneros: las comedias de humor más o menos amable, intelectual y con personajes neuróticos; y los dramas psicológicos y obsesivos, con temas recurrentes como las relaciones de pareja (y sus fracasos), el destino y la culpa. Las comedias yo las dividiría también en dos grupos: aquéllas en las que él dirige e interpreta a uno de los personajes (generalmente el protagonista, aunque no siempre, sobre todo últimamente que está mayor); y aquéllas en las que sólo está detrás de la cámara, en cuyo caso el papel del actor protagonista es un alter ego del propio Woody Allen. A mí me suelen gustar las comedias en las que actúa, con su estilo único e inconfundible; me parecen mucho más divertidas que las pelis en las que otro actor hace de él, por muy bueno y conocido que sea éste.


Midnight in Paris pertenece al grupo de las comedias en las que Allen no actúa, y según mi criterio no me debería gustar, pero sí, sí que me ha gustado. El actor que esta vez hace de Woody Allen, interpretando al patoso Gil, es el rubio de gran nariz Owen Wilson, uno de los reyes de la comedia hollywoodiense descerebrada. Normalmente me parece muy histriónico en sus papeles y no lo aguanto mucho, pero aquí lo hace realmente bien, interpretando a un personaje cercano, muy humano, con sus sueños, sus frustraciones, que no acaba de encontrar su lugar en el mundo, alguien con quien todos nos podemos llegar a identificar. Su carácter es totalmente opuesto al de su novia, la muy pija y muy segura de sí misma Inez, interpretada por Rachel McAdams, otra actriz que no me gusta mucho (debe ser porque siempre la identifico con su papel en El diario de Noa, una película que me parece muy cursi y empalagosa). Pero aquí también está muy acertada, sobre todo porque su personaje parece una parodia de sí misma. Los dos componen una pareja extraña, de estas parejas que uno se pregunta cómo pueden estar juntos y a punto de casarse, si son el día y la noche. Gil se encuentra desubicado, tiene la sensación de no pertenecer al mundo de Inez, tal vez ni siquiera a su propio mundo, y busca una vía de escape viajando mágicamente a otras épocas. Como es habitual en los films de Woody Allen, hay bastantes caras conocidas en el reparto, aunque no tantas como otras veces, creo yo. Hay que destacar a la guapa Marion Cotillard, a Kathy Bates, y al camaleónico Michael Sheen, que resulta totalmente creíble en cualquier papel que haga. Aquí realiza un personaje también habitual en el cine de Allen: el del hombre perfecto, que todo lo sabe y todo lo hace bien, y que saca de quicio al protagonista patoso, sobre todo porque amenaza con robarle a la chica. También hay una corta actuación de Adrien Brody, interpretando a un hilarante y surrealista Dalí (como no podía ser de otro modo), obsesionado con los rinocerontes. Y otro pequeño papel para la primera dama francesa, Carla Bruni. Con Midnight in Paris, Woody ha retomado el estilo y el nivel de calidad que tanto nos gusta a sus fans, y que últimamente parecía haber perdido un poco. Es un bonito retrato de la ciudad de París, del mundo del arte y de épocas pasadas. Las paradojas temporales funcionan como una metáfora sobre la nostalgia y la búsqueda de la felicidad. Porque se trata, en esencia, de una comedia romántica, elegante y filosófica, que nos hace preguntarnos: ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

domingo, 12 de junio de 2011

X-Men Primera generación: El origen de los mutantes

En los años 40, Charles Xavier y Erik Lehnsherr son dos niños de orígenes muy distintos, que descubren que no son como los demás: Charles puede leer la mente, e incluso introducirse en el cerebro de cualquier persona y alterar su percepción de la realidad. Erik puede mover cualquier objeto de metal sin tocarlo. Charles es el típico niño solitario de familia adinerada. Erik es víctima del Holocausto judío y se convierte en objeto de estudio de Sebastian Shaw, un ambicioso científico nazi. En los años 60, Charles Xavier es un doctor dedicado a la tarea de encontrar más personas como él, mutantes con una evolución de sus genes que les proporciona extraordinarios poderes. Cuenta con la ayuda de su amiga Raven, cuya mutación le permite adoptar el aspecto de cualquier persona, y que se esconde bajo el físico de una guapa adolescente para no mostrar su piel azul llena de escamas. Erik se ha convertido en un joven poderoso y atormentado, que sólo busca venganza. Los tres, junto con otros mutantes que localizan y reúnen por todo el mundo, son reclutados por la CIA y se ven envueltos en los complots de la Guerra Fría y en la crisis de los misiles de Cuba. Su principal enemigo será, precisamente, Sebastian Shaw, que quiere dominar el mundo en plan científico loco y va acompañado de varios malvados y poderosos mutantes.


X-Men: Primera generación (X-Men: First class), es la 4ª película de Matthew Vaughn, que dirigió el cuento de hadas Stardust y la parodia de súperhéroes Kick-Ass. Ahora que el mercado está saturado de secuelas y remakes (y yo también un poco), la saga de los mutantes de la Marvel se apunta a la moda de las precuelas, las películas que nos cuentan lo que ocurrió antes de todo lo que ya hemos visto. En esta Primera generación los mutantes empiezan a agruparse en bandos opuestos, divididos por el eterno conflicto entre el bien y el mal y por sentimientos enfrentados como el deseo de ser aceptados, la necesidad de integrarse en su entorno, el odio a la raza de los humanos o el intento de ocultar su condición a los demás. Todas estas emociones conviven en cada uno de nuestros protagonistas, y la prevalencia de unas u otras determinará su caída en el lado de la luz o la oscuridad. Vemos cómo iniciaron su camino Charles Xavier, que luego se convertiría en el profesor Xavier, y Erik Lehnsherr, alias Magneto; amigos en su juventud, y convertidos después en rivales. En las demás películas les vemos ya ancianos, eternamente enfrentados y liderando cada uno su propio grupo de X- Men, Xavier con su escuela de jóvenes talentos y Magneto con su hermandad poderosa y oscura. Ambos personajes están interpretados por los carismáticos James McAvoy y Michael Fassbender (revelación en Malditos bastardos y protagonista de la hiperviolenta Centurión), en los papeles que en las demás partes de la saga realizan las viejas glorias Patrick Stewart e Ian McKellen. Aparecen, como adolescentes, algunos de los personajes ya conocidos en las otras películas, aunque no los principales (eso sí, hay un hilarante cameo de Hugh Jackman / Lobezno). La recientemente aclamada Jennifer Lawrence interpreta a Raven, también llamada Mística, personaje ambivalente y condicionado por la necesidad de esconder su verdadera apariencia. El malo malísimo Sebastian Shaw es Kevin Bacon, brillante, como siempre, en su rol de mad doctor con figura de playboy de los 60. Entre su séquito de mutantes villanos destaca la muy poderosa Emma Frost, telépata y Dama de Hielo, interpretada por la gélida January Jones, a quien hemos visto como esposa del Dr. Martin Harris en Sin identidad. Me gustó la película; es entretenida, emocionante, con efectos espectaculares, como era de esperar, y está a la altura de las otras tres de la saga (el spin off de Lobezno ya sabemos que es más flojilla). Pasé un buen rato con las aventuras de los mutantes en los 60, en plan James Bond, con sus conflictos psicológicos, sus cambios de bando y sus luchas internas. No son superhéroes, aunque tengan tantos poderes, y se mueven en la cuerda floja entre el bien y el mal. ¿Y tú de qué lado estás?

martes, 17 de mayo de 2011

Nunca me abandones: Como ovejas al matadero

En los años 60, en Inglaterra, tres niños, Kathy, Tommy y Ruth, crecen en Hailsham, un internado-orfanato. Allí todos los chicos reciben una buena educación y unos cuidados adecuados, juegan y parecen ser felices. La acción de la película se sitúa en una especie de realidad alternativa, donde la ciencia y la medicina han conseguido enormes avances, las personas viven muchos años más y se pueden curar un gran número de enfermedades. Pero esta existencia idílica y de bienestar tiene un lado oscuro, y Kathy, Tommy, Ruth y sus compañeros forman parte de él. Sus vidas están programadas y el destino que les espera cuando dejen el colegio es bastante escalofriante. Nunca me abandones (Never let me go), no es una película de acción ni terror, ni siquiera es una cinta de ciencia ficción propiamente dicha. De ciencia ficción sólo tiene el argumento, porque en realidad es un drama romántico. Su director, Mark Romanek, realizó en 2002 Retratos de una obsesión, film que tenía el aliciente de mostrar a Robin Williams en un personaje inquietante, solitario y taciturno, muy distinto de los papeles cómicos de cine familiar en los que estábamos acostumbrados a verle. Nunca me abandones está basada en una novela de Kazuo Ishiguro, autor nacido en Japón, pero de nacionalidad británica, que también escribió Lo que queda del día, aquella melancólica y sensible historia de un mayordomo y un ama de llaves en una mansión en los años 30, interpretados por Anthony Hopkins y Emma Thompson en la maravillosa película de 1993. Los dos films (y supongo que las novelas también) comparten un estilo poético y sutil, un ritmo tranquilo y pausado, y una historia de amor frustrada como eje principal del argumento. Además, en sus personajes domina la melancolía y la resignación.





Los tres jóvenes crecen entre la desesperanza del futuro que les aguarda, la aceptación de la función que les ha tocado desempeñar en la sociedad, y los vaivenes de un triángulo amoroso difícil (como todos los triángulos amorosos) que pone a prueba su amistad a lo largo de los años. La nostalgia y la belleza envuelven todas las escenas, apoyadas por una música y una fotografía de un romanticismo clásico. Desde el típico internado inglés de su infancia hasta su juventud en un entorno de libertad vigilada y estética setentera, entre campiñas y ciudades costeras, vemos la evolución de los protagonistas, interpretados, en su edad joven y adulta, por Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley. Carey Mulligan está muy bien en su papel, muy alejado de la imagen de niña listilla que daba en An education, por la que fue nominada al oscar el año pasado. También está muy acertada la siempre delgadísima Keira Knightley (esta chica debería hacer una dieta a base de potajes), y muy creíble en un papel un pelín desquiciado. El que no me convence mucho es Andrew Garfield, que es un muchacho un poco desgarbado y con cara de buenazo, y no lo veo yo como objeto de enamoramiento de dos chicas tan monas, aunque claro, en las circunstancias de ellos y viviendo en una realidad alternativa, todo es distinto. Bueno, pues me ha gustado mucho Nunca me abandones. Es una historia romántica, intimista y desoladora, con ritmo parsimonioso y contemplativo. No hay lucha, acción o huidas espectaculares. No es La isla, de Michael Bay (que también me gusta, aunque es todo lo contrario). Sí hay crítica social y reflexión sobre la manipulación de las mentes y los peligros de un mundo futuro donde la ciencia choca con la ética. Es una película que ha tenido poca distribución en nuestro país y que merece la pena buscar. Muy bonita.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Sucker punch: Las chicas son guerreras

Estamos en los años 50. La madre de la joven Baby Doll acaba de morir, y su malvado padrastro, que quiere quedarse con la herencia, la ingresa en un psiquiátrico, donde, en el plazo de cinco días, le van a practicar una lobotomía. El psiquiátrico es un extraño lugar donde la terapia de los pacientes consiste en representar obras de teatro y números musicales en plan Moulin Rouge, y también parece ser una especie de burdel donde las internas ofrecen sus servicios a clientes importantes y adinerados, todo bajo la dirección de la doctora/madam Gorski. Allí Baby Doll conoce a cuatro chicas, Sweet Pea, su hermana Rocket, Blondie y Amber. Juntas preparan un plan para escapar del sanatorio mental, un plan que ha sido revelado a Baby Doll por un extraño hombre sabio que se le ha aparecido en una de sus ensoñaciones-fantasías-delirios, y que consiste en robar cinco objetos que van a ser la llave de su libertad. Al mismo tiempo, nuestra protagonista viaja con la imaginación a mundos de fantasía en los que ella y sus compañeras tienen que luchar contra samurais gigantes, zombies nazis, orcos como los de El señor de los anillos y robots futuristas asesinos.

Un argumento muy surrealista y delirante, ¿verdad? Pues eso es básicamente lo que ha construido Zack Snyder en Sucker punch: un delirio. La cinta tiene un arranque totalmente hipnótico, algo así como un corto con argumento de novela de Charles Dickens, pero rodado en plan videoclip y con una potente versión de Sweet dreams de Eurythmics, interpretada por una cantante que no sé quién es (me vais a perdonar, pero yo de música actual ni idea, desgraciadamente). Todo esto va evolucionando en una historia que resulta difícil de describir sin verla: pobres chicas atrapadas en el psiquiátrico-burdel-cabaret, con doctoras voluptuosas, enfermeros malignos y cocineros abusadores. La heroína se evade de esta terrorífica ¿realidad?, viajando a otras realidades alternativas y también terroríficas, donde luchará junto a sus amigas, en plan videojuego, contra enemigos monstruosos, con sofisticadas armas y en espectaculares escenas de acción, a ritmo de canciones no menos espectaculares, entre cuyos intérpretes sólo reconocí a la emblemática Björk. Esta es la quinta película de Zack Snyder y la primera que no es una adaptación de un comic, una novela o un remake, sino que está basada en un guión propio, coescrito con Steve Shibuya. Esto ha permitido al director crear un mundo propio con total libertad e imaginación, un mundo con universos paralelos, distintos niveles como en un videojuego, y multitud de referencias, lecturas y sub-lecturas. Vamos, que ha mezclado todo lo que se le ha ocurrido, y el resultado es una cinta bizarra, hipnótica y fascinante. Todo un espectáculo visual, con una electrizante banda sonora, escenas adrenalíticas y un argumento bastante simple, pero que se presta a miles de interpretaciones enrevesadas. A mí me ha encantado la peli. Zack Snyder ya dio muestras de su originalidad y buen hacer en las impresionantes Amanecer de los muertos y Watchmen, y sigue estando a la altura, en mi modesta opinión. Baby Doll, Sweet Pea, Rocket, Blondie y Amber están interpretadas, respectivamente, por Emily Browning, Abbie Cornish, Jena Malone, Vanessa Hudgens y Jamie Chung. Yo sólo conocía a Abbie Cornish, que parece una doble de Nicole Kidman, por la película Candy, una cinta de 2006 sobre los peligros de la droga en una pareja, formada por ella y el desaparecido Heath Ledger. También me suena Vanessa Hudgens porque es la prota de la saga preadolescente High School Musical. Todas están muy acertadas, monísimas y haciendo justo lo que se espera de ellas. La Doctora Madam Vera Gorski es Carla Gugino, y Oscar Isaac es Blue Jones, el enfermero corrupto y malísimo que parece manejar todo el cotarro, y que después de hacer de príncipe Juan sin Tierra en Robin Hood de Ridley Scott, parece que se ha encasillado en los papeles de villano chulesco, y se le da muy bien, la verdad. También sale Scott Glenn en plan David Carradine. Pues yo os recomiendo Sucker punch, un viaje delirante a mundos muy raros, donde la realidad tiene varias caras, y donde cada uno puede extraer su propia interpretación. Para liberar las neuronas.

jueves, 14 de abril de 2011

MEME! Escenas para recordar

Por fin, después de varios días de convalecencia por mi alergia-conjuntivitis ocular, estoy recuperada y he podido participar en el juego que me propuso T-800, de MEGGIDO. Me lo he pasado muy bien rellenando las categorías de mis escenas preferidas de todos los tiempos, y la verdad es que no me ha costado mucho trabajo, me ha salido casi del tirón. Espero que me perdonéis si no propongo el juego a más bloggeros, es que, como he llegado un poco tarde, creo que ya todos habéis participado, así que, lo único que haré es proponer a quien lea esto, que, si le apetece rellenar alguna categoría y no lo ha hecho, pues adelante. Pues nada, allá voy:

ESCENA MÁS GRACIOSA: La vida de Brian: El senador, o lo que fuera, que no me acuerdo, Pijus Magnificus, delante del centurión, repitiendo: “My name is Biggus Dickus” (en inglés es más gracioso), y el centurión aguantando la risa, hasta que ya no puede más y suelta la carcajada, se lo llevan detenido y no para de reírse. Mira que la he visto veces y nunca dejo de descojonarme…

ESCENA MÁS TRISTE: Campeón: Sé que a todos os parecerá muy pastelosa, y seguro que preferís la peli original de King Vidor, pero a mí se me pone un nudo en la garganta con el pequeño T.J. (impresionante actuación de Ricky Schroder), en la versión de Franco Zeffirelli, llorando a lágrima viva mientras su padre se está muriendo: “¡Campeón, no te mueras!”. Los pelos como escarpias. También me he acordado del final de Cowboy de medianoche, peliculón en el que repite John Voight de protagonista, junto al maravilloso Dustin Hoffman. Ya no digo más, no quiero poner más spoilers.

ESCENA MÁS ALEGRE: De nuevo La vida de Brian, mi comedia favorita. Todos cantando al final en la cruz: “Always look on the bright side of life….la la la la la la la la…” (bueno, silbando)… Toda una metáfora de optimismo.

ESCENA MÁS AGRIDULCE: El cazador: Los amigos reunidos por última vez antes de irse a la guerra de Vietnam, sentados, sin hablar y tocando el piano. Pocas veces he visto una escena que transmita tanto sin decir nada.

ESCENA MÁS RARA: Casi todas las escenas de Asesinos natos, película donde se cambia continuamente de acción real a dibujos, a escenas musicales, o imitando programas de tv (creo recordar), para contar, de forma enloquecida, la historia de los psicópatas Mickey y Mallory.

ESCENA MÁS PERTURBADORA: Las conversaciones entre los padres Merrin y Karras y el Diablo, a través de Regan poseída, en El exorcista (bueno, excepto “Mira lo que ha hecho la guarra de tu hija”). También, todas en las que aparece Hannibal Lecter en El silencio de los corderos.

ESCENA CON MÁS SUSPENSE: El silencio de los corderos: Clarice en esa habitación oscura, sin ver nada, asustadísima, y vemos que el psicópata Buffalo Bill está detrás de ella… ¡qué sustoooo!

ESCENA MÁS ATERRADORA: Muchas de El resplandor, pero me quedo con la de la mujer saliendo de la bañera… Después de verla, estuve años mirando la bañera de mi casa cada noche antes de acostarme (ya sé que estoy muy loca).

ESCENA MÁS ROMÁNTICA: Matrimonio de conveniencia: Georges y Brontë, al final de la peli, mirándose a través de los cristales de la cafetería, sin decir nada, hasta que salen y se encuentran… ¡qué bonito y qué triste!

MEJOR DIÁLOGO: Mejor imposible: Melvin y Carol en el restaurante. Carol le pide al irritante Melvin que le diga un cumplido pero ya, Melvin consigue decírselo y ella se queda fascinada. Esta película tiene frases geniales: “-¿¿Pero por qué no puedo tener un novio normal?? –¿Novio?”; “Entra y procura no fastidiarlo todo siendo tú mismo”, y la mejor: “La primera vez que entraste en el restaurante me pareciste atractivo, pero entonces… hablaste”.

MEJOR ESCENA SIN DIÁLOGOS: Uf, estoy entre la escena final de El último mohicano y la escena casi final de Ghost ship. La de cosas que pueden pasar y se pueden contar en una secuencia sin hablar, llena de acción y con una música muy adecuada de fondo.

MEJOR ESCENA DE PELEA: Espartaco: El combate a muerte entre Espartaco y Antonino, no por el combate en sí, sino por lo que representa. Cada uno quiere matar al otro por amistad, para que no sea crucificado. “-¿Sabes lo que se tarda en morir en la cruz? -¡No me importa!”; “¡No dejaré que te crucifiquen!”. Sublime.

MEJOR ESCENA MUSICAL: Más que musical, es de baile, pero… Footloose. Ren enseña a bailar a su amigo Willard mientras suena de fondo “Let’s hear it for the boy”, de Deniece Williams. Me dan ganas de salir corriendo y dedicarme al baile. Jaja, se nota en qué época era yo adolescente, ¿no?

MEJOR ESCENA DE BAILE: Lo siento, pero sigo con la nostalgia pastelosa-ochentera. El baile final de Flashdance (“What a feeling”), y el baile final de Dirty dancing (“The time of my life”).

MEJOR DISCURSO: Es más bien un monólogo, pero… Una de las parrafadas que suelta Matt Damon (no me acuerdo en qué momento de la película) en El indomable Will Hunting. Sólo por eso se entiende que le dieran, a él y a su colega Ben Affleck, el oscar al mejor guión original.

MEJOR COMIENZO: El de Ghost ship, demoledor. Yo decía: “Si la peli ha empezado así, ¿cómo será el resto?” Y la verdad es que a mí no me defraudó.

MEJOR MUERTE: Quo vadis: El suicidio de Petronio, junto a su esclava y amante Eunice, presenciado por sus amigos, mientras dicta una carta final (y genial) a Nerón (y la cara que pone Nerón cuando la lee, no tiene precio)…

MEJOR CLIMAX: Carrie en la fiesta de graduación, feliz recibiendo junto a Tommy el premio de Reyes del Baile, mientras la mala malísima Chris prepara su macabra broma y Sue se da cuenta e intenta advertir a los profesores. Tres escenas paralelas seguidas del auténtico climax de la peli: la venganza de Carrie. Prodigio de Brian de Palma.

MEJOR FINAL: El de Seven. El resto de la peli no me gusta nada, I’m sorry, pero el final creo que es de los mejores y más adrenalíticos de la historia del cine (bueno, y toda la parte desde que aparece el maravilloso Kevin Spacey también es muy buena).

ESCENA QUE JAMÁS DEBIÓ SER FILMADA: No sé, la del ojo cortado en Un perro andaluz (ya sabéis que no me va lo gore, la verdad es que no he sido capaz de ver la escena, pero sólo la idea)… uf, me estoy mareando…

MEJOR ESCENA DE LA HISTORIA: Pues, para terminar con algo bonito y emotivo: no sé si es la mejor escena, pero a mí me encanta: Qué bello es vivir: El happy end por excelencia: George feliz con su familia, los vecinos han reunido el dinero, todo está arreglado, es Navidad, campanitas y el ángel que consigue sus alas… Con la de veces que la he visto y siempre se me saltan las lágrimas…

THE END. Gracias a T-800 por incluirme en el juego, y hasta pronto, amigos.

P.S.: A petición de mi madre, que es cinéfila como yo, voy a comentar otra escena más como MEJOR FINAL (si no habéis visto la peli, cuidadín, que esto es un SPOILER como una casa): Las amistades peligrosas: La Marquesa de Merteuil ha sido humillada en público. Sus amigos de la nobleza se han enterado de todas sus maldades y la han abucheado en la ópera. Ahora se verá relegada y excluida de los círculos sociales que acostumbraba a frecuentar. Es el peor castigo que puede sufrir una persona como ella, que vive de la imagen y las apariencias. Sentada frente al espejo, se quita el maquillaje con gesto de rabia e impotencia, y una lágrima resbala por su mejilla. Nada de música ni palabras en esta demoledora escena final. Sublime actuación de Glenn Close.

martes, 5 de abril de 2011

Valor de ley(1969) / Valor de ley (2010): Western de aventuras / Western crepuscular

Estamos en la época del Lejano Oeste. Frank Ross, un comerciante de algodón, ha sido asesinado por Tom Chaney, un empleado suyo, que ha huido tras dispararle. Su hija, Mattie, contrata a Rooster Cogburn, un sheriff viejo, tuerto y alcohólico, una joyita, vamos, pero con mucho valor y mejor puntería, para que capture a Chaney y lo lleve ante la justicia. Mattie Ross sólo tiene 16 años (versión antigua) / 14 años (versión moderna), pero está decidida a llegar hasta el final. Se ha empeñado en acompañar a Cogburn en la búsqueda del criminal y no hay Dios capaz de impedírselo. También les acompaña LaBoeuf, un ranger de Texas que persigue al fugitivo por el asesinato de un senador. Los tres se adentrarán en territorio salvaje (indio) y se encontrarán con todo tipo de peligros y bandoleros.

Esta historia se cuenta en las dos versiones de Valor de ley (True grit), basadas en una novela de Charles Portis, publicada en 1968. La versión de 1969, dirigida por Henry Hathaway, tiene nada menos que a John Wayne como Rooster Cogburn, papel que repetiría 6 años después, en una especie de secuela, El rifle y la Biblia, acompañado de Katharine Hepburn. Mattie Ross es Kim Darby, y LaBoeuf es Glen Campbell, actores que no conozco de nada, la verdad (Glen Campbell por lo visto fue un famoso cantante country en los 60 y 70). Tom Chaney es Jeff Corey, que tampoco sé quién es, pero en la peli también salen los emblemáticos Robert Duvall y Dennis Hopper, que en esa época no eran muy conocidos. En la versión de 2010, dirigida por los hermanos Coen, tenemos a otro monstruo de la actuación, Jeff Bridges, en el papel del viejo sheriff tuerto. Mattie Ross es la jovencita Hailee Steinfeld, recién llegada de los cortometrajes y la tv, LaBoeuf es el ya polifacético Matt Damon, y Tom Chaney es Josh Brolin, fogueado en papeles de oscuro villano. Las dos películas, en su forma, son muy parecidas, con diálogos y situaciones idénticos, supongo que será porque las dos versiones adaptan fielmente la novela. En su espíritu son algo distintas. La antigua tiene la esencia del cine de aventuras, de las películas del oeste que veíamos en la tv de pequeños, con aires de comedia en la relación entre los tres protagonistas. Rooster Cogburn es el arquetipo de antihéroe con pasado erróneo y no precisamente un modelo de virtudes, pero destinado a resolverlo todo. Mattie Ross, heroína adolescente, cabezota e ingobernable, me recuerda, por el look, a la Jo March de Mujercitas después de cortarse el pelo. LaBoeuf, encarnado por un Glen Campbell que se parece a John Voight en Cowboy de medianoche, también es un personaje peculiar: tejano, que creo que en las películas americanas equivale a “paleto”, charlatán y recto agente de la ley. Henry Hathaway realizó más de 60 películas entre los años 30 y los 60, muchas de ellas en el género del western, pero también en el bélico, de aventuras, cine negro y melodramas. Su True grit es puro cine épico.


La versión moderna, dirigida por los hermanos Joel y Ethan Coen, es un típico western crepuscular. Las praderas luminosas de la peli antigua se sustituyen aquí por bosques tenebrosos y parajes oscuros. El humor, como es habitual en las películas de los Coen, es bastante cínico y negro, y la violencia es algo cruda y explícita. También hay un trasfondo amargo y no te deja tan buen rollito como la versión antigua. El cine de los dos hermanos tiene unas características muy definidas e inconfundibles: además de la violencia y el humor retorcido, los personajes suelen ser perdedores, antihéroes y muy excéntricos, vamos, que a veces parece que están en el límite de la cordura. A menudo hay homenajes al cine negro y ambientaciones en lugares de la América profunda y en caminos desolados. Todos estos elementos están en esta moderna Valor de ley. Jeff Bridges, siempre genial, vuelve a encarnar una de las múltiples variantes de su personaje en El gran Lebowski (casualmente, también de los Coen). Matt Damon hace tiempo que dejó de ser el chico bueno de Hollywood, menos mal. La jovencita Hailee Steinfeld está fantástica en el rol de una Mattie un poco más joven que la Mattie Ross clásica, con sus trenzas en plan Laura Ingalls, una especie de Dorothy en el País de Oz del Salvaje Oeste. Los hermanos Coen son ya un referente en el cine independiente americano, cosechando tanto éxito con la crítica como con el público. A mí no todos sus films me gustan, pero True grit me ha hecho reconciliarme con su obra. Puro homenaje al género del western, pero con el sello propio de estos realizadores, con su verborrea típica, sus guiños a la comedia negra y sus personajes inclasificables.

Me han gustado mucho las dos cintas (y eso que no soy nada fan del western), pero creo que me inclino algo más por la versión moderna, tal vez por estas características que he nombrado, que la hacen reconocible y a la vez diferente. ¿Y a vosotros qué versión os gusta más?

domingo, 6 de marzo de 2011

Las seis esposas de Enrique VIII: Amor, poder, y terror en la corte

Inglaterra, 1509. Enrique VIII es coronado tras la muerte de su padre, el rey Enrique VII. Antes se había casado con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos de España y cuñada de él, porque era la esposa de su hermano mayor, Arturo, heredero al trono y fallecido 8 años antes a consecuencia de unas fiebres. En el momento de la boda, Enrique tenía 18 años y Catalina 24. Catalina fue la primera de las esposas de Enrique VIII, quien a lo largo de su reinado de 38 años se casó 6 veces, cambió a todo el país de religión, mandó ejecutar a media corte (es un decir, pero sí se llevó por delante a muchos de sus allegados, entre ellos a dos de sus esposas), y en definitiva, provocó importantes cambios a nivel político y religioso, marcando uno de los periodos más convulsos y fascinantes en la historia de Inglaterra y de Europa. Enrique anhelaba tener un heredero varón, pero todos los niños que daba a luz Catalina nacían muertos, morían al poco de nacer, o ni siquiera nacían. La única hija que sobrevivió fue María, la futura María Tudor. Enrique VIII, después de tener varias amantes, se encaprichó de una de las jóvenes de la corte, Ana Bolena, y como el Papa Clemente VII no quería anular su matrimonio con Catalina, decidió anularlo por su cuenta. Fue entonces cuando creó la Iglesia Anglicana, separando a su nación de la religión católica y del poder de Roma. En 1533 se divorció de Catalina, la mandó a un castillo lejos de allí y se casó con Ana Bolena. Ese mismo año nació su hija Isabel (la futura Elizabeth I que fue la que finalmente reinó durante 44 años), pero después Ana no tenía más que abortos y bebés muertos. Así que Enrique, que seguía obsesionado con lo del heredero varón, y ayudado por los intrigantes de su corte, terminó acusándola de adulterio múltiple, traición, brujería, y hasta incesto con su hermano Jorge Bolena, vamos, todo lo que se le ocurrió para quitarla de en medio. Se ha demostrado que todos los cargos eran falsos, pero de poco le sirvió a la pobre Ana, que fue condenada y decapitada en 1536. Enrique, que no paraba, ya se había fijado en otra dama de la corte, Jane Seymour, con la que se casó pocos días después de haber ejecutado a su segunda cónyuge. La tercera mujer de Enrique VIII fue la que le dio por fin un heredero varón, el príncipe Eduardo, que nació en 1537. Fue siempre un niño de frágil salud y murió con sólo 16 años, pero por lo menos le dio tiempo a reinar durante 6 años, tras la muerte de su padre, siendo sucedido por su hermanastra María Tudor. Jane murió dos semanas después de nacer su hijo; fue la esposa a la que más quiso Enrique VIII, ya que le dio su ansiado heredero (además, como murió pronto, tampoco le dio tiempo a cansarse de ella). En 1540, Enrique volvió a casarse, esta vez con Ana de Cleves, una noble alemana. Fue un matrimonio de conveniencia para intentar aliar a Inglaterra con los protestantes alemanes. A Enrique su esposa no le parecía nada atractiva físicamente, y este motivo, unido a la nueva alianza del rey con el emperador Carlos V, hizo que esta unión durara sólo 7 meses. Enrique anuló el matrimonio, Ana, que tenía mucho sentido común, no puso inconveniente, le dieron un montón de títulos nobiliarios y posesiones, y quedaron tan amigos. Vamos, que se libró de una buena, porque a Thomas Cromwell, que había impulsado este matrimonio, sí que lo condenaron a muerte. En 1540, el mismo día de la ejecución de Cromwell (el bueno de Enrique no tenía muchos escrúpulos para estas cosas), el monarca se casó con su quinta esposa, Catalina Howard, que era mucho más joven que él. Enrique ya era viejo, gordo, con gota y úlcera, así que la pobre Catalina se tuvo que buscar otros entretenimientos fuera del matrimonio y se echó un amante, el cortesano Thomas Culpeper. Cuando se descubrió esto y que Catalina había tenido otro amante antes de casarse, Francis Derham, los tres fueron ejecutados. En 1543, Enrique ya estaba fatal de salud, pero de todas formas se casó con su última esposa, Catalina Parr, una viuda rica. A ésta le fue bastante bien, porque el rey murió antes que ella. Aún así, estuvo a punto de llevarla también a la Torre de Londres por atreverse a discutir de religión con su esposo (Catalina era calvinista). Sin embargo, la perdonó y fueron razonablemente felices hasta la muerte del rey; ella incluso logró reconciliarle con sus hijas María e Isabel, a las que había mandado lejos, a otros palacios, y declarado ilegítimas, renegado de ellas, y yo que sé cuántas cosas más.


Todo este culebrón se cuenta, y muy bien contado, en Las seis esposas de Enrique VIII (The six wives of Henry VIII), miniserie producida por la BBC en 1970. La serie tiene 6 episodios, correspondientes a cada uno de los matrimonios. En la producción se nota la calidad y el rigor histórico con que se narran los acontecimientos: se nota que se han documentado bien. La recreación de la época, los escenarios, la caracterización de los personajes, son muy acertados. Algunos personajes, como Jane Seymour, Cromwell, y sobre todo el arzobispo Thomas Cranmer, son clavados a los que aparecen en los cuadros de la época. Vamos, que viéndola te transportas al siglo XVI, excepto quizás por la forma de decir los diálogos, que me parece demasiado solemne, muy de teatro clásico. Especialmente emocionantes y dramáticos son los capítulos de Jane Seymour, Catalina Howard y Ana Bolena; estos dos últimos tienen, además, unas escenas de torturas a prisioneros bastante espeluznantes. Los actores no son conocidos, yo por lo menos no los conozco de nada, pero desde luego están todos fantásticos; destaco a Keith Mitchell como el omnipresente Enrique VIII, impresionante sobre todo en los últimos capítulos, con ese maquillaje de rey viejo y enfermo, y ese aire entre amenazador y grotesco. No voy a comparar esta serie con otras adaptaciones que se han hecho sobre el tema porque todas las que he visto me han gustado (sí, también me gusta Los Tudor, aunque hayan puesto al modelo de pasarela de Jonathan Rhys Meyers para hacer de Enrique VIII). Total, que merece la pena rescatar esta serie, todo un clásico, para contemplar una historia real llena de intrigas palaciegas y de alcoba, chanchullos políticos y persecuciones religiosas, donde había que moverse con inteligencia para no acabar en la hoguera, en el potro o sin cabeza, y donde los destinos de los personajes estaban gobernados por un rey caprichoso, una especie de Barba Azul al que sus súbditos y sus mujeres, sin embargo, mostraban gran devoción, incluso cuando estaba a punto de matarlos, y es que en aquella época, el Rey estaba justo por debajo de Dios, y la religión se usaba para dominar a la gente. Tremendo.

lunes, 14 de febrero de 2011

The walking dead: Reflexionando entre zombies


Hacía mucho que no hacía ninguna crítica de una serie de tv, así que ya iba siendo hora, que la tele también me encanta. Me he decidido por The walking dead, una serie de la cual hemos visto recientemente su primera temporada, compuesta por 6 episodios, y pronto veremos la segunda (espero), compuesta por 13. El argumento nos muestra a la humanidad devastada por un apocalipsis zombie, un tema que está muy de moda y que en los últimos años hemos visto en múltiples variantes. Gran parte de la humanidad se ha visto afectada por una extraña y peligrosísima enfermedad que convierte a las personas en seres feroces e incontrolables deseando comerse a los humanos que todavía están sanos. No se sabe de dónde proviene el virus, pero es terriblemente contagioso. Si un infectado muerde a una persona, y no logra comérselo, le transmite una fiebre que le mata, pero poco después resucita convertido en otro infectado/zombie. Y entonces lo único que se puede hacer es acabar con los zombies disparándoles o golpeándoles en la cabeza. Lo de siempre, vamos. La premisa argumental no es nada nuevo. Tampoco lo es la presentación del personaje principal, Rick Grimes, un ayudante del sheriff de un pueblo de Georgia que ha estado en el hospital, en coma, debido a un tiroteo, desde antes de empezar la plaga, y cuando se despierta, se encuentra con todo este caos sin saber lo que ocurre. Este comienzo está directamente inspirado en 28 días después, obra maestra, en mi opinión, de Danny Boyle, que inauguró, en 2002, la nueva era del cine de muertos vivientes (aunque en esa peli creo recordar que no estaban muertos, sino infectados por una terrible enfermedad). Bueno, eso son detallitos sin importancia. El caso es que la originalidad, dentro de lo que cabe, de esta serie, se encuentra en el tratamiento y psicología de los personajes. En los distintos episodios vemos cómo los protagonistas intentan organizarse para sobrevivir en este mundo devastado y apocalíptico. La evolución y relaciones entre los personajes tienen tanta importancia como las escenas de acción y gore, que también las hay.


Cuando Rick despierta del coma y se entera por fin de lo que ha pasado, decide ir a buscar a su mujer y su hijo, que han huído hacia otro lugar. A través de mensajes de radio, contacta con otros grupos de supervivientes y encuentra por fin a su familia. Y aquí nos encontramos con un triángulo amoroso, porque su mujer, Lori, mientras él estaba en coma, y creyendo que había muerto, se había liado con Shane Walsh, otro policía amigo suyo (de Rick), aunque Rick, habiendo terminado la primera temporada de la serie, todavía no se ha enterado. Este elemento de culebrón contribuye a reforzar la trama psicológica de los personajes y es un alivio entre las escenas de lucha y casquería (un alivio, o una molestia, para muchos espectadores; a mí personalmente me parece muy bien). Cada capítulo de la serie tiene un director distinto; el episodio piloto, considerado por muchos el mejor, aunque a mí me parecen todos igual de buenos, lo dirige Frank Darabont, realizador conocido por todos, sobre todo por adaptar, con gran maestría, novelas y relatos de Stephen King (Cadena perpetua, La milla verde, La niebla...). Los actores son medio populares. Yo al que más conozco es a Andrew Lincoln, que interpreta a Rick, porque era también protagonista de Las voces de los muertos, fantástica serie británica sobre una médium atormentada, y que en España pasó un poco desapercibida, por desgracia. Los otros dos vértices del triángulo amoroso, Lori y Shane, son Sarah Wayne Callies y Jon Bernthal, actores que no conozco de nada. También tenemos a varios intérpretes que aparecían en La niebla, peliculón de Frank Darabont: Laurie Holden, Jeffrey DeMunn y Melissa Suzanne McBride. Esta serie ha tenido bastante éxito en USA y aquí en España, aunque siempre hay voces discordantes; por una vez, yo no formo parte de ellas y estoy con la mayoría (con la mayoría del público que le gustan estas cosas de zombies, claro). Me ha encantado The walking dead, creo que tiene un guión emocionante e inteligente y una trama que combina acción, terror apocalíptico y drama psicológico, y estoy deseando ver la segunda temporada.

martes, 1 de febrero de 2011

Revolutionary Road: Que levante la mano quien sea feliz

Frank y April Wheeler son un joven matrimonio de clase media que viven en una bonita casa en los suburbios de Connecticut. Su vida es estable y aparentemente feliz; guapos, inteligentes y maravillosos, tienen dos niños, Jennifer y Michael, Frank trabaja en una empresa como vendedor, y de vez en cuando quedan con sus amigos, Shep y Milly Campbell. Cuando se conocieron, hace 7 años, se enamoraron y se casaron enseguida. Tenían muchos sueños y muchas cosas en común; April estaba estudiando para ser actriz y Frank quería viajar y ver mundo. Los dos sabían que no querían vivir en la rutina ni ser como la mayoría de la gente: necesitaban hacer algo especial. Ahora su vida se ha convertido justo en lo contrario de lo que deseaban. A April le ahoga su monótona existencia de ama de casa (es que estamos en los años 50, cuando una mujer sólo podía trabajar de secretaria, enfermera, maestra y poco más, y sólo si estaba soltera, porque en cuanto se casaba y empezaba a tener hijos, olvídate, y eso era así incluso en los progresistas y adelantados USA). Frank, por su parte, se aburre con su gris y anodino empleo, aunque su jefe le ha propuesto un ascenso y un gran aumento de sueldo, y eso empieza a tentarle. Un día, April sugiere a Frank un cambio radical en sus vidas: dejarlo todo e irse con sus niños a París, ciudad donde siempre han querido vivir, y donde ella puede trabajar de secretaria en la Embajada.



Revolutionary Road es una película de 2008 dirigida por Sam Mendes, director británico, tanto de cine como de teatro, y que en su ópera prima para la gran pantalla, la aclamada American Beauty, estrenada en 1999, ya proponía un golpe al sueño americano a través de las desventuras de una familia de clase media, en especial del incomprendido padre y marido, interpretado por el maravilloso Kevin Spacey. Basada en una novela de Richard Yates, Revolutionary Road es el reverso oscuro de Mi desconfiada esposa, la anterior película que comenté en este blog. Ambas representan la cara y la cruz de los problemas de pareja en el cine: una es una comedia amable, donde triunfa el amor, y la otra es un tremendo drama psicológico sin concesiones, donde hay amor, pero también grandes diferencias insalvables entre los dos miembros del matrimonio. Los protagonistas son Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, que están los dos absolutamente fantásticos, 11 años después de interpretar el super-romance de Titanic. Leo DiCaprio está impresionante en el papel de Frank, marido enamorado, pero también ambicioso, insatisfecho e incapaz de entender a su mujer. Kate Winslet (por cierto, mujer, o ex-mujer, del director de la peli), está, como siempre, magnífica, en la piel de April, esposa, madre, con inquietudes, frustrada, depresiva y profundamente infeliz. Ganó un globo de oro por este papel. También sale Kathy Bates (que también aparecía en Titanic), en el papel de Helen Givings, agente inmobiliaria, una mujer aparentemente independiente y que lleva las riendas de su vida y de su matrimonio, pero con sus propias desdichas y limitaciones. Uno de los papeles más impactantes es el de John Givings, el hijo de Helen, interpretado magistralmente por Michael Shannon; personaje mentalmente inestable, recién salido del psiquiátrico, pero con la lucidez y la sinceridad que sólo los locos tienen a veces. Revolutionary Road es una película dura, desencantada y tremendamente sincera, que te hace reflexionar (y deprimirte bastante), que te pone delante la realidad sin tapujos y que te puede dejar muy mal rollito y un amargo sabor, pero también es una cinta de gran calidad, muy recomendable de ver, y con un par de escenas que te ponen los pelos de punta. ¿Qué habría pasado si el Jack de Titanic hubiese sobrevivido y se hubiera casado con su amada Rose y hubiesen pasado años juntos? La respuesta, salvando las distancias de las distintas épocas, claro, tal vez sea Revolutionary Road.

sábado, 22 de enero de 2011

Mi desconfiada esposa: Elegante comedia romántica

En un viaje a California, se conocen Mike Hagen, un audaz y algo golfo periodista deportivo, y Marilla Brown, una elegante y exitosa diseñadora de moda. Tras un romance relámpago de varios días, deciden casarse antes de volver a Nueva York, donde ambos residen y trabajan. Pronto empiezan a surgir las diferencias entre ellos, debido a que pertenecen a dos mundos muy distintos. A Mike le cuesta aceptar que su mujer tenga tanto dinero y viva en un lujoso apartamento que es una especie de mansión. Tampoco entiende por qué se tiene que cambiar de vestido 9 veces al día. A Marilla le horrorizó el cuchitril desordenado en el que vivía Mike, y casi se desmaya cuando acude con su marido a un combate de boxeo y éste le explica por qué los espectadores de las primeras filas se ponen los periódicos delante de la cara. Tampoco congenia mucho cada uno con los amigos del otro. A Mike le pone de los nervios Randy Owens, ese bailarín excéntrico y algo afeminado, y odia a Zachary Wilde, editor y antiguo pretendiente de Marilla (aunque le cayó muy bien hasta que se enteró de que era el antiguo pretendiente de su esposa). A Marilla le repele un poco Maxie Stultz, un boxeador en decadencia, bastante “sonado”, al que ella llama “el hombre sin nariz”. Encima, sospecha que su marido tuvo un romance, antes de conocerla a ella, con Lori Shannon, una bailarina y modelo de alta costura, aunque ambos afirman no haberse visto nunca. Marilla ahora tiene que trabajar con ella y teme que pueda volver a tener contacto con su esposo.


Todo esto suena un poco ingenuo y naif, pero es que estamos en una comedia romántica de 1957, Mi desconfiada esposa (Designing woman), de Vincente Minnelli, director que estuvo en activo desde los años 40 hasta los 70, marido de Judy Garland y padre de Liza Minnelli, conocido sobre todo por sus musicales (Cita en St. Louis, Un americano en París, Brigadoon,...), pero también por sus excelentes dramas (Cautivos del mal, El loco del pelo rojo, Té y simpatía,...), y que también dirigió la multioscarizada Gigi. Los protagonistas de Mi desconfiada esposa son una pareja de auténtico lujo: Gregory Peck y Lauren Bacall. Gregory Peck, fantástico, guapo y carismático, como siempre, borda su rol de galán desastroso acostumbrado a los trapicheos. Tal vez es un actor demasiado elegante para ese papel (me imagino a Walter Matthau, estaría genial, aunque no da el tipo de galán precisamente). Pero, al ser tan versátil para la comedia como para el drama, está francamente divertido en varias escenas. Lauren Bacall, guapa, sofisticada y glamourosa, resulta perfecta en un personaje a su medida. Los actores secundarios también son excelentes. He leído muchos comentarios elogiando a Mickey Shaugnessy, que interpreta a Maxie, el boxeador zumbado, un personaje genial, primitivo, con pocas neuronas, entrañable y muy cómico. Yo también destacaría a Jack Cole, en el papel de Randy, el bailarín excéntrico, amigo de Marilla. Suyas son algunas de las escenas más hilarantes de la película. Me llamó la atención sobre todo la secuencia en la que le enseña a Mike las fotos de su mujer y sus hijos para demostrarle que no es gay; una prueba del humor tan ingenuo y censurado de la época. Y es muy divertida la parte en la que se reúnen cada uno de los cónyuges con sus amigos en la casa, dos mundos opuestos que chocan dentro del mismo espacio. También hay que mencionar a Lori Shannon, la tercera en discordia, antiguo ligue de Mike, top model de la época, dama elegante y madurita, interpretada por Dolores Gray. Aquí todos los actores son más bien maduritos, pero da igual. Mi desconfiada esposa es una cinta de humor clásico y blanco, con glamour, diálogos chispeantes, peleas coreografiadas con gangsters de medio pelo, romanticismo y discusiones de pareja en plan screwball comedy. Una joyita para los amantes de las comedias de antes.

martes, 11 de enero de 2011

Tron Legacy: Atrapados en la red

Sam Flynn es un joven rebelde, solitario y experto programador informático de 27 años. Su padre, Kevin Flynn, fundador de la empresa Encom, un imperio informático, era un genio y visionario en el campo de los ordenadores y afirmaba haber descubierto un sistema que podría revolucionar toda la sociedad a través de la tecnología, pero desapareció hace 20 años sin dejar rastro. Sam recibe la visita de Alan Bradley, el antiguo socio de su padre, que le cuenta que Kevin dejó un mensaje para su hijo en el despacho donde solía trabajar, en una antigua sala de juegos recreativos. Una vez allí, Sam, de una forma misteriosa, es absorbido por el sistema y queda atrapado en la red, en un extraño mundo digital, de arquitectura futurista, cuyos habitantes son programas informáticos y se entretienen haciendo prisioneros, que no me enteré muy bien de dónde los sacaban, y realizando con ellos carreras con motos y vehículos espaciales y combates a vida o muerte. En este peligroso universo cibernético, donde Sam parece ser el único humano (un “usuario”, como le llaman), nuestro protagonista tendrá que encontrar el modo de volver al mundo real, al otro lado del ordenador. Tron Legacy es la secuela de Tron, film de 1982, producido por la Disney, que, aunque en su época fue un fracaso financiero, con el tiempo se ha convertido en película de culto. En ella, Kevin, un joven hacker, era absorbido por un ordenador de los de aquella época y transportado dentro de un mundo dominado por un maléfico programa. La película mostraba ya un mundo virtual con avatares informáticos, luchas de gladiadores y carreras de motos en el ciberespacio, y los efectos especiales, muy avanzados en aquellos tiempos, hoy en día resultan primitivos y entrañables (es que era la época del spectrum, los juegos de marcianitos y los ordenadores aquellos que eran unos tochos de pantalla verde: la prehistoria, vamos). Todos estos elementos son también recreados en Tron Legacy y desarrollados con los avances de la tecnología actual, creando un complejo universo fascinante estéticamente, una ciudad futurista dentro del ordenador, con sus edificios, sus habitantes con forma humana, y su voz hablando por los altavoces. Me recordaba al mundo de La fuga de Logan (la voz omnipresente parecía que iba a anunciar el Carrusel de un momento a otro). Todo este mundo había sido diseñado por Kevin antes de quedar atrapado dentro de su propia creación. Tron Legacy, producida también por la Disney, es la primera cinta dirigida por Joseph Kosinski, que para 2012 prepara el film de ciencia ficción Oblivion. En su reparto brilla con luz propia el gran Jeff Bridges, que era Kevin en Tron, y en Tron Legacy tiene un doble papel: Kevin con unos cuantos añitos más, y, en una versión digitalmente rejuvenecida, Clu, el malo malísimo de la peli. Como Kevin está fantástico y autoparódico, en un rol mezcla de su personaje en Los hombres que miraban fijamente a las cabras y de Obi Wan Kenobi. Su hijo Sam, el héroe de la peli, es Garret Hedlund, actor que no conozco de nada, y que me resulta un poco insípido, aunque está bastante acertado con su expresión de protagonista anonadado que no entiende nada de lo que le está pasando. La heroína, Quorra, es la guapa Olivia Wilde, a quien podemos ver en House interpretando a Trece. También sale Bruce Boxleitner, que ya aparecía en Tron (bueno, es que era Tron), y al que conozco sobre todo por su papel de Luke Macahan en La conquista del Oeste, serie que animaba nuestras tardes de verano allá por 1984. Y mención especial para el maravilloso Michael Sheen, actor camaleónico y carismático como pocos, da igual que haga de Tony Blair, de líder de clan vampiríco o de licántropo, porque todo lo que hace lo borda. Aquí tiene un papel breve, pero en una de las mejores escenas y la más surrealista y delirante de la película. Yo creo que Tron Legacy es una buena secuela de Tron, con ambientación digital impresionante, y con un mensaje filosófico y místico, que supongo que no convencerá a nadie, pero que está muy acorde con estos tiempos de crisis existenciales.