sábado, 22 de enero de 2011

Mi desconfiada esposa: Elegante comedia romántica

En un viaje a California, se conocen Mike Hagen, un audaz y algo golfo periodista deportivo, y Marilla Brown, una elegante y exitosa diseñadora de moda. Tras un romance relámpago de varios días, deciden casarse antes de volver a Nueva York, donde ambos residen y trabajan. Pronto empiezan a surgir las diferencias entre ellos, debido a que pertenecen a dos mundos muy distintos. A Mike le cuesta aceptar que su mujer tenga tanto dinero y viva en un lujoso apartamento que es una especie de mansión. Tampoco entiende por qué se tiene que cambiar de vestido 9 veces al día. A Marilla le horrorizó el cuchitril desordenado en el que vivía Mike, y casi se desmaya cuando acude con su marido a un combate de boxeo y éste le explica por qué los espectadores de las primeras filas se ponen los periódicos delante de la cara. Tampoco congenia mucho cada uno con los amigos del otro. A Mike le pone de los nervios Randy Owens, ese bailarín excéntrico y algo afeminado, y odia a Zachary Wilde, editor y antiguo pretendiente de Marilla (aunque le cayó muy bien hasta que se enteró de que era el antiguo pretendiente de su esposa). A Marilla le repele un poco Maxie Stultz, un boxeador en decadencia, bastante “sonado”, al que ella llama “el hombre sin nariz”. Encima, sospecha que su marido tuvo un romance, antes de conocerla a ella, con Lori Shannon, una bailarina y modelo de alta costura, aunque ambos afirman no haberse visto nunca. Marilla ahora tiene que trabajar con ella y teme que pueda volver a tener contacto con su esposo.


Todo esto suena un poco ingenuo y naif, pero es que estamos en una comedia romántica de 1957, Mi desconfiada esposa (Designing woman), de Vincente Minnelli, director que estuvo en activo desde los años 40 hasta los 70, marido de Judy Garland y padre de Liza Minnelli, conocido sobre todo por sus musicales (Cita en St. Louis, Un americano en París, Brigadoon,...), pero también por sus excelentes dramas (Cautivos del mal, El loco del pelo rojo, Té y simpatía,...), y que también dirigió la multioscarizada Gigi. Los protagonistas de Mi desconfiada esposa son una pareja de auténtico lujo: Gregory Peck y Lauren Bacall. Gregory Peck, fantástico, guapo y carismático, como siempre, borda su rol de galán desastroso acostumbrado a los trapicheos. Tal vez es un actor demasiado elegante para ese papel (me imagino a Walter Matthau, estaría genial, aunque no da el tipo de galán precisamente). Pero, al ser tan versátil para la comedia como para el drama, está francamente divertido en varias escenas. Lauren Bacall, guapa, sofisticada y glamourosa, resulta perfecta en un personaje a su medida. Los actores secundarios también son excelentes. He leído muchos comentarios elogiando a Mickey Shaugnessy, que interpreta a Maxie, el boxeador zumbado, un personaje genial, primitivo, con pocas neuronas, entrañable y muy cómico. Yo también destacaría a Jack Cole, en el papel de Randy, el bailarín excéntrico, amigo de Marilla. Suyas son algunas de las escenas más hilarantes de la película. Me llamó la atención sobre todo la secuencia en la que le enseña a Mike las fotos de su mujer y sus hijos para demostrarle que no es gay; una prueba del humor tan ingenuo y censurado de la época. Y es muy divertida la parte en la que se reúnen cada uno de los cónyuges con sus amigos en la casa, dos mundos opuestos que chocan dentro del mismo espacio. También hay que mencionar a Lori Shannon, la tercera en discordia, antiguo ligue de Mike, top model de la época, dama elegante y madurita, interpretada por Dolores Gray. Aquí todos los actores son más bien maduritos, pero da igual. Mi desconfiada esposa es una cinta de humor clásico y blanco, con glamour, diálogos chispeantes, peleas coreografiadas con gangsters de medio pelo, romanticismo y discusiones de pareja en plan screwball comedy. Una joyita para los amantes de las comedias de antes.

martes, 11 de enero de 2011

Tron Legacy: Atrapados en la red

Sam Flynn es un joven rebelde, solitario y experto programador informático de 27 años. Su padre, Kevin Flynn, fundador de la empresa Encom, un imperio informático, era un genio y visionario en el campo de los ordenadores y afirmaba haber descubierto un sistema que podría revolucionar toda la sociedad a través de la tecnología, pero desapareció hace 20 años sin dejar rastro. Sam recibe la visita de Alan Bradley, el antiguo socio de su padre, que le cuenta que Kevin dejó un mensaje para su hijo en el despacho donde solía trabajar, en una antigua sala de juegos recreativos. Una vez allí, Sam, de una forma misteriosa, es absorbido por el sistema y queda atrapado en la red, en un extraño mundo digital, de arquitectura futurista, cuyos habitantes son programas informáticos y se entretienen haciendo prisioneros, que no me enteré muy bien de dónde los sacaban, y realizando con ellos carreras con motos y vehículos espaciales y combates a vida o muerte. En este peligroso universo cibernético, donde Sam parece ser el único humano (un “usuario”, como le llaman), nuestro protagonista tendrá que encontrar el modo de volver al mundo real, al otro lado del ordenador. Tron Legacy es la secuela de Tron, film de 1982, producido por la Disney, que, aunque en su época fue un fracaso financiero, con el tiempo se ha convertido en película de culto. En ella, Kevin, un joven hacker, era absorbido por un ordenador de los de aquella época y transportado dentro de un mundo dominado por un maléfico programa. La película mostraba ya un mundo virtual con avatares informáticos, luchas de gladiadores y carreras de motos en el ciberespacio, y los efectos especiales, muy avanzados en aquellos tiempos, hoy en día resultan primitivos y entrañables (es que era la época del spectrum, los juegos de marcianitos y los ordenadores aquellos que eran unos tochos de pantalla verde: la prehistoria, vamos). Todos estos elementos son también recreados en Tron Legacy y desarrollados con los avances de la tecnología actual, creando un complejo universo fascinante estéticamente, una ciudad futurista dentro del ordenador, con sus edificios, sus habitantes con forma humana, y su voz hablando por los altavoces. Me recordaba al mundo de La fuga de Logan (la voz omnipresente parecía que iba a anunciar el Carrusel de un momento a otro). Todo este mundo había sido diseñado por Kevin antes de quedar atrapado dentro de su propia creación. Tron Legacy, producida también por la Disney, es la primera cinta dirigida por Joseph Kosinski, que para 2012 prepara el film de ciencia ficción Oblivion. En su reparto brilla con luz propia el gran Jeff Bridges, que era Kevin en Tron, y en Tron Legacy tiene un doble papel: Kevin con unos cuantos añitos más, y, en una versión digitalmente rejuvenecida, Clu, el malo malísimo de la peli. Como Kevin está fantástico y autoparódico, en un rol mezcla de su personaje en Los hombres que miraban fijamente a las cabras y de Obi Wan Kenobi. Su hijo Sam, el héroe de la peli, es Garret Hedlund, actor que no conozco de nada, y que me resulta un poco insípido, aunque está bastante acertado con su expresión de protagonista anonadado que no entiende nada de lo que le está pasando. La heroína, Quorra, es la guapa Olivia Wilde, a quien podemos ver en House interpretando a Trece. También sale Bruce Boxleitner, que ya aparecía en Tron (bueno, es que era Tron), y al que conozco sobre todo por su papel de Luke Macahan en La conquista del Oeste, serie que animaba nuestras tardes de verano allá por 1984. Y mención especial para el maravilloso Michael Sheen, actor camaleónico y carismático como pocos, da igual que haga de Tony Blair, de líder de clan vampiríco o de licántropo, porque todo lo que hace lo borda. Aquí tiene un papel breve, pero en una de las mejores escenas y la más surrealista y delirante de la película. Yo creo que Tron Legacy es una buena secuela de Tron, con ambientación digital impresionante, y con un mensaje filosófico y místico, que supongo que no convencerá a nadie, pero que está muy acorde con estos tiempos de crisis existenciales.