lunes, 29 de julio de 2013

Películas del verano pasado IV

Pesadilla en Elm Street 5, el niño de los sueños (A nightmare on Elm Street V: the dream child), de Stephen Hopkins. La carrera de este director se compone de films más o menos mediocres y entretenidos, como Depredador 2, Los demonios de la noche, Perdidos en el espacio o La cosecha, trabajando, eso sí, con grandes actores o incluso estrellas del momento, como Jeff Bridges, Tommy Lee Jones, Michael Douglas o Hillary Swank. Tal vez su trabajo más destacado en el cine sea Llámame Peter, biopic del controvertido Peter Sellers, encarnado por el genial Geoffrey Rush. Después se ha dedicado a la tv, participando en la dirección de exitosas series como 24 o Californication. Pero, antes de todo eso, fue el responsable del quinto film de la saga del psicópata de las cuchillas. Esta vez la prota es Alice, heroína desde la mitad de la anterior entrega (tomando el relevo de Kristen), y la única superviviente, junto con su novio, Dan, que en esta quinta parte la palma pronto, la verdad. En una especie de giro del guión (aunque tampoco es que se hayan comido mucho el coco), Freddy actúa ahora a través de los sueños del niño aún no nacido de Alice, esperando apoderarse de su alma y convertirle en cómplice de sus asesinatos. La pobre chica tendrá que luchar una vez más para salvar a su hijo, a sus amigos y a sí misma. Los amigos sufrirán distintas muertes, a cuál más sanguinolenta e imaginativa, como ocurre en todo slasher que se precie. Algunas escenas son francamente desagradables, en mi opinión, pero siempre sin perder los toques de fantasía, que para eso estamos en un slasher onírico. Se siguen manteniendo las señas de identidad propias de la saga: escenarios surrealistas, humor retorcido, y conoceremos algo más del pasado de Freddy, a través del espíritu de su madre, la atormentada Amanda Krueger. A estas alturas, la fórmula parecía ya algo agotada, pero a mí me da igual, yo disfruté con esta entrega casi tanto como con las anteriores.


Mi semana con Marilyn (My week with Marilyn), de Simon Curtis. Michelle Williams se mete en la piel de uno de los iconos inmortales de la pantalla, la divina y atormentada Marilyn Monroe. Y, en mi opinión, lo hace muy bien. Michelle no es una actriz que me entusiasme mucho, y pienso que, en belleza y glamour, no se puede comparar con Marilyn, la verdad. Pero ha conseguido captar sus gestos, sus poses, y yo diría que hasta su alma. La película está basada en la novela de un tal Colin Clark y en el romance que, según él, mantuvo con la rubia estrella, mientras trabajaba como ayudante de producción en el rodaje de El príncipe y la corista, en Inglaterra. Dicho rodaje, bastante tormentoso, transcurrió entre las habituales crisis nerviosas de Marilyn, su choque de egos con Laurence Olivier, y los altibajos y abandonos de su tercer marido, Arthur Miller. El film está hecho para el lucimiento de su actriz protagonista, y también de Kenneth Branagh, que interpreta al gran Sir Laurence (no podía haber un actor más acertado para este papel). Tanto Michelle Williams como él fueron nominados al oscar, en las categorías de actriz principal y actor secundario. También aparecen por ahí, en papeles secundarios, Emma Watson, Judi Dench y Julia Ormond, que encarna a Vivien Leigh, a la que tampoco se parece en nada. El auténtico protagonista y narrador de esta historia, Colin, está interpretado por Eddie Redmayne, actor  al que hemos visto mucho últimamente, en films y telefilms de época, como Las hermanas Bolena, Los pilares de la Tierra o la superproducción Los miserables;  y es que se le da muy bien hacer de joven sufridor enamorado, a pesar de que físicamente es bastante feíllo (sí, es un comentario horrible y frívolo, pero, a ver quién tiene el valor de decirme que es guapo). La película, que parece una tv movie (sin que eso tenga que ser negativo), nos permite asomarnos, a través de la excelente interpretación de la actriz protagonista, al interior del mito de Marilyn, una estrella tan deslumbrante como desdichada.


Ciegas de amor (Histerical blindness), de Mira Nair. La filmografía de esta directora hindú se divide entre las historias que reflejan aspectos de la cultura de su país (Salaam Bombay!, Kama Sutra, La boda del Monzón), las películas de argumentos y personajes típicamente americanos o británicos (La feria de las vanidades, Cuando salí de Cuba, el biopic Amelia), o las obras en las se mezclan ambas sociedades (Mississippi Massala, El buen nombre, El fundamentalista reticente). Ciegas de amor, que pertenece al grupo de películas americanas, es un telefilm poco conocido (yo por lo menos no la conocía de nada, y eso que fue nominada a diversos premios), de 2002, y protagonizado por tres maravillosas actrices: nada menos que Uma Thurman, mi actriz preferida de todos los tiempos, Juliette Lewis, que también me encanta, y la fantástica Gena Rowlands. Uma y Juliette son Debby y Beth, dos amigas solteras, en los años 80, que salen de marcha por las noches intentando encontrar a su príncipe azul. La búsqueda es más difícil de lo que pensaban. Con este argumento pensaréis que la peli es una comedia romántica, pero no. Más bien es un dramón romántico y psicológico, porque ¡anda que no sufren todas! Gena Rowlands interpreta a la madre de Debby, la sensata Virginia. Bueno, pues la película está en la línea típica de telefilm-dramático-de mujeres, creo yo, por mucho que haya sido nominada a Emmys, Globos de Oro e Independent Spirit Awards; pero, eso sí, cuenta con la baza de sus tres grandes actrices, que bordan sus papeles, sobre todo mi querida Uma Thurman, que emociona y enerva con su personaje de Debby, una chica frustrada, obsesionada y caprichosa, que se niega a ver la realidad. Un personaje complejo y antiheroína total. También me conmovió Juliette Lewis interpretando a Beth, compañera de juergas y de penas, madre soltera, con tanto protagonismo en la película como Debby, y más equilibrada emocionalmente que ella, vamos, que es un personaje más “blanco”, y también está fantástica y muy guapa. Gena Rowlands, estupenda, como no podía ser menos (también sufre de lo lindo), y también aparecen por ahí, el prestigioso Ben Gazzara, y Justin Chambers, que la verdad es que no sé quién es. Jolie Peters es la pequeña Amber Autumn, la hija de Debby, una niña inteligente y más madura que su madre. En definitiva, una película para deleitarse con las actuaciones, dramas y amores de sus protagonistas.


John Carter, de Andrew Stanton. Esta es la primera (y última, por ahora, creo yo) película de su director que no es de animación; sus anteriores films fueron tres exitazos de Pixar: Bichos, la maravillosa Buscando a Nemo (codirigidas con John Lasseter y Lee Unkrich, respectivamente), y la muy original y de culto Wall-E. John Carter, producida por Disney, está basada en las novelas de la Serie Marciana, sobre todo en “Una princesa de Marte”, publicada en 1917 y escrita, igual que toda la saga, nada menos que por Edgar Rice Burroughs, el creador del mítico Tarzán. Total, que entre lo alto que tenía el listón el director por la gran calidad de su anterior filmografía, la dificultad de contentar a los lectores de las novelas, que por lo visto son obras de culto y precursoras de la ciencia ficción, y la fama de blanditas y anodinas que tienen las películas de Disney, era de esperar que a la gente no le iba a gustar mucho, y así ha sido. Que si es plana, sosa, aburrida, con un guión absurdo, que han mancillado el original… suele pasar con las adaptaciones. El argumento es un poco surrealista y naif, al fin y al cabo se trata de aventuras espaciales de principios del siglo XX. John Carter es un veterano de la Guerra de Secesión americana que un día, huyendo de los apaches, entra en una cueva y se encuentra un misterioso medallón. Al tocarlo, se ve teletransportado al planeta Marte, llamado Barsoom en el idioma de sus habitantes. El planeta es un extraño mundo en el que viven seres, también muy extraños, claro, y de distintas razas. Están los tharks, que parecen un cruce entre el saltamontes Flip, de la abeja Maya, y Jar Jar Binks, el repelente bicho de La amenaza fantasma (y secuelas), pero con cara de mala ostia (aunque al final son muy majos), cuatro brazos, y tamaño humano, o más altos, no me acuerdo. Hay unos animales monstruosos, enormes, y feos de c…, que no tengo palabras para describir. Pero también hay seres con aspecto humano, como los Therns, una especie de videntes tenebrosos de oscuras intenciones, valga la redundancia; los habitantes de Zodanga, y los de Helium. Precisamente estos dos últimos pueblos están envueltos en una guerra, y John tendrá que ayudar a los de Helium, que son los buenos. Además, la princesa de Helium, Dejah Thoris, es muy bella, luchadora, científica, y gran líder de su pueblo, así que, claro, los dos protas se tienen que enamorar. Nuestro héroe, entre otros poderes que ha desarrollado en este nuevo entorno, puede desplazarse con enormes saltos, debido a una menor gravedad, y el problema del idioma lo soluciona bebiendo un extraño mejunje. Todo resulta muy bizarro y absurdo, y eso es lo que argumentan los  muchos detractores de la película. Pero, no sé, los que quieran rigor científico, que lean una novela de Isaac Asimov, digo yo. Después están los puristas, que como suele ocurrir en estos casos, dicen que el film no adapta fielmente y traiciona el espíritu de las novelas, pero yo ni las he leído ni las voy a leer, así que me da igual. Total, que sí, que la peli es blandita, infantil, y absurda, pero a mí me ha entretenido mucho. Hay bonitos paisajes desérticos, aventuras simplonas, filosofía naif, guapos protagonistas (Lynn Collins es la bella princesa y Taylor Kitsch es el musculoso John Carter), y también están por ahí Willem Dafoe y Samantha Morton poniendo voces de bichos (de tharks), así que… ¿qué más queréis? ¡A desconectar!

Bueno, amigos, esta ha sido mi cuarta entrada de las películas que vi el verano pasado. Empecé hace diez meses, así que he cambiado ligeramente el título para adaptarlo a los nuevos tiempos. Pido perdón a mis fans, si me queda alguno, por tardar tanto. La verdad es que no tengo excusa, chicos. Todavía me queda otro post, espero volver más pronto que tarde, pero... no sé. ¡Saludos y feliz verano a todos!

lunes, 29 de abril de 2013

Películas veraniegas III

Silkwood, de Mike Nichols. Esta película pertenece al género de cine social y comprometido que estaba muy en boga en los 70 y principios de los 80. Basado en hechos reales y vehículo para el lucimiento de la gran Meryl Streep, que interpreta a Karen Silkwood, una trabajadora de una central nuclear que descubre que en la misma no se cumplen las medidas de seguridad y que hay riesgos para la salud de los operarios. Su empeño en revelar la verdad le llevará a un enfrentamiento brutal contra los directivos de la empresa, que no quieren que se destapen sus chanchullos, y contra sus propios compañeros, que no quieren perder sus trabajos. Un tema bastante actual, ¿verdad? Meryl Streep, como de costumbre, está fantástica en un personaje complejo, que evoluciona desde la joven irreflexiva y con ansias de libertad, hasta la luchadora concienciada. También aparecen Kurt Russell, que yo no sé si es buen actor o no, pero me da igual, me encanta, y Cher, que la verdad es que cuando sale en pantalla eclipsa a la mismísima Meryl. La película tuvo 5 nominaciones a los Oscars y a los Globos de Oro en 1983, pero sólo ganó el Globo de Oro para Cher como actriz secundaria (en los Oscars, francamente, no tenía nada que hacer frente a la increíble caracterización de Linda Hunt en El año que vivimos peligrosamente). La película hoy en día se ha convertido casi en una obra de culto, y los temas que trata son polémicos y atrayentes, pero, en mi opinión, tiene un aire de telefilm de sobremesa (muy propio de Mike Nichols), que estropea sus buenas intenciones. La mayoría del metraje transcurre entre las acciones cotidianas de Karen y la relación con su novio y su amiga, sobre todo sus peleas y reconciliaciones, más que en abordar la trama verdaderamente importante del film. Por eso, pienso que es una cinta interesante, pero muy, muy desaprovechada.


Tarzán y su hijo (Tarzan finds a son!), de Richard Thorpe. Me encanta el título original. ¡Tarzán encuentra un hijo!, hala, caído del cielo, y en realidad es así. Un avión se estrella en la selva, en él viajaban un matrimonio inglés y su bebé, que resulta ser el único superviviente. Tarzán y Jane lo encuentran y lo adoptan. Cinco años después, llega su familia en una expedición para llevárselo a la civilización (qué manía tienen todos, con lo bien que se está en la selva); encima resulta que Boy (como le bautizaron sus padres adoptivos, en un alarde de imaginación), es de sangre noble y heredero de una gran fortuna. Pero hay intereses encontrados entre los familiares buenos y los familiares malos, que quieren quedarse con la herencia; además, como es lógico, Tarzán y Jane no quieren que su hijo se vaya, y él menos todavía, ya que es muy feliz en la jungla, brincando, nadando, y sin ir al colegio. Película estrenada en 1939, es la cuarta de las aventuras de Tarzán protagonizada por Johnny Weismuller y Maureen O’Sullivan. Boy fue interpretado por el pequeño Johhny Sheffield, que tras una fructífera carrera con este y otros personajes selváticos, dejó el cine y se fue a la Universidad a estudiar Empresariales. La cinta continúa en la línea de Tarzán y su compañera, y supongo que de todas las pelis de esta serie: largos planos acuáticos y de animales, conflictos con los europeos malos y los europeos buenos pero tontos, y escenas de peligro con los nativos salvajes y seguramente caníbales, todo encuadrado en una acogedora selva en blanco y negro. Un film muy entretenido e ideal para evadirse un rato, con una pareja muy atractiva y aventuras nostálgicas. El único que me saca de la historia (y de mis casillas) es Boy, lo siento, pero me parece un niño bastante repelente. Para viajar al corazón de la infancia.


Chronicle, de Josh Trank. Tres adolescentes descubren un día un gran agujero en un bosque. Cuando, movidos por la curiosidad (ya se sabe cómo son los adolescentes), entran en él, se encuentran una misteriosa sustancia que les proporciona extraordinarios poderes, tales como mover todo tipo de objetos con la mente y volar. De la noche a la mañana, se ven convertidos en una especie de superhéroes, aunque no utilizan sus habilidades precisamente para salvar el mundo, sino para dedicarse a hacer gamberradas propias de niñatos descerebrados. Las gamberradas se van convirtiendo en bromas pesadas, hasta que, un día, el asunto se les va de las manos… Chronicle no es la típica película comercial de superhéroes, sino un drama psicológico adolescente de corte indie, con toques de fantasía, y unos cuantos efectos especiales. Oscura y pesimista, el argumento de los superhéroes es una excusa para lanzar el previsible mensaje de advertencia a los jóvenes: “Tened cuidado con todos los bienes y dones a los que tenéis acceso ilimitado, que tal vez un día no los podréis manejar.” Lo mismo vale para los poderes, que para las drogas o el sexo. Estas nuevas capacidades resultan especialmente tentadoras y destructivas para Andrew, el personaje más complejo de los tres, un chico introvertido y atormentado, con padre alcohólico y madre enferma terminal. Matt, su primo y único amigo, está bastante obsesionado con subir puestos en la escala de popularidad, y sobre todo, con ligar. Y el tercer chico, Steve, es el más guay, el más popular, y simplemente pasaba por allí. La película no va más allá del tópico de “qué dramática puede llegar a ser la vida de los adolescentes” y del ya mencionado mensaje de advertencia. Tampoco los efectos especiales son nada del otro mundo, aunque ya sabemos que, al ser esta una cinta adolescente indie, sólo están ahí para reforzar la historia. Historia que está narrada con el recurso de cámara en mano, pero que, a estas alturas, ya no resulta nada original. Total, que la peli no va de comercial ni de blockbuster, pero yo lo habría preferido, así me habría entretenido más.



Rock of ages, de Adam Shankman. Con esta sí que me lo pasé bien. La primera vez que vi el cartel pensé: “Esta no la veo yo ni loca”, sobre todo cuando vi que en él aparecía Russell Brand, conocido sobre todo por su papel de rockero descerebrado en esa “joya” de la comedia americana, Todo sobre mi desmadre. Pero Russell Brand está muy contenido en esta película, y además es sólo uno de los muchos actores de esta comedia coral, musical… y sobre todo muy romántica, no sólo por las diversas historias que se desarrollan entre sus personajes, entre canción y canción, sino porque la cinta es toda una declaración de amor a uno (o dos) estilos de música, el glam y el rock, y a una época, los gloriosos 80 (gloriosos para mí y la gente de mi edad, principalmente). El argumento no puede ser mas naif: una chica de pueblo llega a Los Angeles para abrirse camino en el mundo de la música (sí, como en El bar Coyote, Burlesque, y Showgirls, salvando las distancias de años luz entre la peli de Verhoeven y todas las demás). Empieza a trabajar en un club y, claro, se enamora de otro camarero que también es aspirante a estrella. Juntos ayudarán a los dueños del local en su lucha contra el malvado alcalde y su puritana mujer, que pretenden cerrar el club. Sí, el argumento es de película de Disney, pero no de Disney de ahora, sino de los 60. Pero… está basada en un musical de Broadway, así que, como comprenderéis, el argumento es lo de menos. Y los temas de ese musical son versiones de famosas canciones rock de los 80, y a mí me suelen gustar los musicales, y más si se refieren a esa época. Así que disfruté como una enana con los gorgoritos y las coreografías del reparto, que incluye a viejas glorias como Paul Giamatti, Alec Baldwin y Bryan Cranston. Mención aparte para Tom Cruise, en la piel de una megaestrella del rock y con una interpretación casi autoparódica, y para Catherine Zeta-Jones, impagable como una villana desmelenada. La joven y “disneyana” pareja protagonista está encarnada por Julianne Hough, que no sabía quién era hasta que la vi en el remake de Footloose, película que… oh, no os escandalicéis, pero me gustó casi tanto como la original; y Diego Boneta, que éste si que no tengo ni idea de quién es. El caso es que los dos son guapos, con cara de simpáticos (las dotes de interpretación aquí dan un poco igual), y yo creo que cantan y bailan muy bien (pero vamos, que yo no soy nada entendida, como ya sabréis). Total, que a mí me encantó, pero no os la recomiendo si os gustan los musicales con versiones originales, si no os gustan los musicales en absoluto, o si no os gustan las comedias que parece que van a ser muy gamberras y luego resultan ser de humor blanco. En fin, queridos amigos, que no os la recomiendo, pero yo le he puesto un 9 en filmaffinity, ¡hala!, con un par… Mi escena preferida: Dennys y Lonny (Alec Baldwin y Russell Brand), dos viejos amigos, socios y rockeros, se confiesan sus sentimientos cantando “Can’t fight this feeling”. Todo el mundo dice que es una escena muy ridícula, pero a mí se me pusieron los pelos como escarpias. ¡Qué bonito es el amor!


lunes, 28 de enero de 2013

Películas veraniegas II

Hola, amigos, ya estoy aquí otra vez, después de muchísimo tiempo, con el segundo post de las películas que vi en verano, que ya no pega ni con cola, y sé que no tengo disculpa, ni perdón de Dios, pero en fin, ahí va:

Madagascar 3: De marcha por Europa (Madagascar 3: Europe’s most wanted), de Eric Darnell. Los cuatro animalitos que en la primera parte se escaparon del zoo de Nueva York y acabaron en la isla de Madagascar, vuelven ahora en la tercera entrega de una de las franquicias animadas de Dreamworks. Esta vez, aburridos de su vida en el mundo salvaje, deciden volver al zoo, siempre liderados por Alex, el león. Así, tratando de llegar a América, pasan por Montecarlo y terminan enrolándose en un circo que recorre distintas ciudades europeas. La película tiene las señas de identidad de toda la saga y de este tipo de cine: humor alocado, efectos digitales impresionantes, como no podía ser de otra manera (estamos hablando de la productora de Spielberg), y personajes excéntricos. Los protagonistas son animales que actúan como personas y pueden hacer lo mismo que ellas, más o menos, pero sólo cuando no están en presencia humana, lo cual lleva a situaciones bastante absurdas. Sí que son humanos los villanos, a cuya cabeza está la capitana DuBois, una malvada agente de la policía de Montecarlo obsesionada con capturar a nuestros héroes y añadir la cabeza del león Alex a su colección. Hay acrobacias imposibles, saltos que se convierten casi en vuelos, rompiendo todas las leyes de la gravedad, y descubriremos que un tigre puede pasar por el ojo de una aguja. También hay parejas (románticas) muy surrealistas y más imposibles todavía, como la formada por el rey de los lemures y Sonia, una osa que es todo menos delicada. O la de Gloria y Melman, hipopótama y jirafa (pero jirafa macho, ¿eh?, que no se asusten los papás, que no hay amor animal homosexual), respectivamente. De todas formas, los cuatro personajes principales son bastante carismáticos y no me resultan muy histriónicos, excepto, quizá, Marty, la cebra. Pero los mejores son los pingüinos, que acompañan a nuestros protagonistas desde el principio, y son una especie de batallón militar, y los “adorables” perritos del circo, con voz de mafiosos.

El filo de la navaja (The razor’s edge), de Edmund Goulding. Adaptación de 1946 de una famosa novela de Somerset Maugham, escrita en 1944. Tyrone Power, uno de los galanes más cotizados del momento, interpreta a Larry Darrell, un joven americano que, tras la I Guerra Mundial, desencantado de todo, decide abandonar su cómoda existencia, para encontrarse a sí mismo y al sentido de la vida. Esta búsqueda le lleva a los bohemios barrios de París y al Himalaya, nada menos. Años después vuelve convertido en un hombre nuevo, con toda la sabiduría y la espiritualidad del mundo, y se reencuentra con su antigua prometida, Isabel, casada y con hijos. Ella recurrirá a todo tipo de maniobras, algunas no muy éticas, para recuperarle. El tema principal de la película me parece muy interesante, ya que siempre me han atraído estas cuestiones místicas y filosóficas, pero opino que la cinta no le saca todo el partido que podría, ni mucho menos. No sé cómo será la novela, pero la película se centra más que nada en la relación tormentosa de la pareja protagonista, y en las vicisitudes de algunos personajes secundarios (bueno, sobre todo de uno, el de Anne Baxter). Me habría gustado que nos mostrasen algo del proceso de transformación del protagonista, o de su estancia en el Tibet, pero sólo vemos a Larry antes, con su crisis existencial, y después, convertido ya en un ser iluminado. De todas formas, los personajes son interesantes y están llenos de matices, sobre todo Isabel, interpretada por la guapísima Gene Tierney: superficial, maquiavélica, atormentada y enamorada. También está fantástica Anne Baxter, en un papel breve pero intenso, que le valió el oscar a la mejor actriz secundaria. En fin, todo un dramón clásico y romántico.

Tan fuerte, tan cerca (Extremely loud and incredibly close), de Stephen Daldry. La verdad es que sólo vi esta película por mi tonta costumbre de ver cada año todos los filmes nominados al oscar a mejor película, y como cada año hay más… qué agobio. Había leído críticas que la ponían a parir: “falsa e histérica”, “pornografía del dolor” (esa expresión está muy de moda ahora), “insoportable cursilería”… eran algunas de las perlas que soltaban los entendidos. Además los anteriores trabajos de Stephen Daldry ya me parecían un poco lacrimógenos gratuitamente: la aclamada Billy Elliot tiene un argumento y unos actores estupendos, pero el desarrollo de la peli me parece tramposo e inverosímil; Las horas también tiene grandes actuaciones, pero, en mi opinión, abusa de los momentos dramáticos, y algunos no vienen ni a cuento; El lector me gustó más, pero también es un dramón de tomo y lomo. Total, que creía que iba a ser una cinta de estas que se recrean en el sufrimiento y que dan un poco de vergüenza ajena, por muy doloroso y terrible que sea el acontecimiento en el que se basa. Pero, para mi sorpresa, me encontré con un argumento bastante interesante, con un niño protagonista muy particular, con problemas emocionales y psicológicos, que arrastra la pena y el recuerdo de su padre muerto en el atentado del 11-S, y embarcado en una especie de búsqueda del tesoro en pleno Manhattan. La historia me pareció emotiva y no sensiblera, los protagonistas, bastante cercanos y creíbles, y los personajes de fondo, los habitantes de N. York, muy humanos, unidos por un dolor colectivo en el que la película no se recrea excesivamente, en mi opinión. El niño, Thomas Horn, está fantástico, un poco repelente y antipático, pero en realidad su personaje va de eso, no creo que pretenda ser un niño encantador. Él es la verdadera estrella de la función y los demás personajes danzan a su alrededor. Tenemos a Tom Hanks, en un breve papel que le va como anillo al dedo, el de padre de familia entregado y que lo soluciona todo; a Sandra Bullock, de madre sufridora, cuya actuación por lo menos no chirría, y tratándose de ella me conformo; y a la gran vieja gloria Max Von Sydow, que debe tener como 400 años, pero que lo borda, como siempre. Así que yo os recomiendo la peli. Mi sensibilidad debe ser distinta a la de los críticos, porque no me pareció tan lacrimógena, sino bastante conmovedora.

Brave, de Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell. Otra nueva peli de animación de Pixar, que desde que es Pixar-Disney, o Disney-Pixar, ha decaído bastante en sus argumentos y en la forma de contarlos, aunque sigue siendo impecable en los aspectos técnicos. En mi opinión, sus pelis ya no son esas obras de arte que nos fascinaban con su originalidad y sus personajes tan humanos, aunque en realidad eran objetos, animales o extraños seres. Ya no es la indiscutible líder del cine de animación occidental, la única capaz de competir con las maravillosas y surrealistas producciones del Studio Ghibli. Pues no, Pixar ya no es lo que era, y ahora su cine se debate entre la ñoñería familiar de Disney y la dura competencia de un sin fin de productoras (Dreamworks, Skyline, Aardman Animation…), capaces de facturar obras de igual calidad y entretenimiento para niños y mayores. Al final, el sueño creado por Steve Jobs y John Lasseter fue engullido por la maquinaria Disney, qué pena. En el caso de Brave, como podíamos esperar, el argumento es bastante simple, pero visualmente es una maravilla. La película está ambientada en la antigua Escocia, en la época de los clanes, y la protagonista es Merida, la hija mayor del rey Fergus, una joven rebelde que se niega a seguir la tradición de casarse con uno de los primogénitos de los otros clanes para unir a las familias, ya que ella es una chica independiente y sólo desea ser arquera. Comienza así una especie de viaje interior para tratar de encontrarse a sí misma y su camino en la vida, unido esto a acontecimientos de tipo mágico que afectarán también a su entorno. La película nos presenta los mensajes habituales en este tipo de producciones destinadas a niños y preadolescentes: la búsqueda de la madurez, la importancia de tomar tus propias decisiones, sin olvidar tampoco el valor de la tolerancia y la comprensión hacia las personas que te rodean y que no piensan como tú. En Brave, este rol lo representa la propia familia de Merida, que son adorables y encantadores, pero no comparten del todo su forma de ver la vida. Como veis, el contenido de la cinta es totalmente Disney; sólo el envoltorio es Pixar, con unos efectos visuales impresionantes, una recreación fantástica de los verdes paisajes escoceses y un cuidado por los mínimos detalles en los decorados y personajes. Mención especial para el pelo de Merida (una preciosa melena roja y encrespada), y para sus hermanos pequeños, tres diablillos que aportan el tono políticamente incorrecto a la cinta. Los personajes en general son bastante divertidos y cercanos, y no hay villanos propiamente dichos (aunque aparece por ahí una bruja con algo de mala leche…). En fin, una peli recomendable para toda la familia, con aire de cuento de hadas, y un regalo para la vista, pero que tampoco nos cuenta nada nuevo. Ah, últimas noticias (como tardo tanto en escribir…). En Navidad he visto Rompe Ralph, que es totalmente Disney, pero parece cien por cien Pixar (o lo que era antes Pixar): un prodigio de imaginación y de creación de otros mundos. ¿Se estarán intercambiando los papeles en la factoría del tío Walt?

Todavía me quedan dos posts más con las pelis veraniegas de 2012, y como al final no se acabó el mundo, no tengo más remedio que escribirlos, así que los terminaré, aunque sea en el verano de 2014. Un abrazo y hasta pronto, espero!