domingo, 12 de junio de 2011

X-Men Primera generación: El origen de los mutantes

En los años 40, Charles Xavier y Erik Lehnsherr son dos niños de orígenes muy distintos, que descubren que no son como los demás: Charles puede leer la mente, e incluso introducirse en el cerebro de cualquier persona y alterar su percepción de la realidad. Erik puede mover cualquier objeto de metal sin tocarlo. Charles es el típico niño solitario de familia adinerada. Erik es víctima del Holocausto judío y se convierte en objeto de estudio de Sebastian Shaw, un ambicioso científico nazi. En los años 60, Charles Xavier es un doctor dedicado a la tarea de encontrar más personas como él, mutantes con una evolución de sus genes que les proporciona extraordinarios poderes. Cuenta con la ayuda de su amiga Raven, cuya mutación le permite adoptar el aspecto de cualquier persona, y que se esconde bajo el físico de una guapa adolescente para no mostrar su piel azul llena de escamas. Erik se ha convertido en un joven poderoso y atormentado, que sólo busca venganza. Los tres, junto con otros mutantes que localizan y reúnen por todo el mundo, son reclutados por la CIA y se ven envueltos en los complots de la Guerra Fría y en la crisis de los misiles de Cuba. Su principal enemigo será, precisamente, Sebastian Shaw, que quiere dominar el mundo en plan científico loco y va acompañado de varios malvados y poderosos mutantes.


X-Men: Primera generación (X-Men: First class), es la 4ª película de Matthew Vaughn, que dirigió el cuento de hadas Stardust y la parodia de súperhéroes Kick-Ass. Ahora que el mercado está saturado de secuelas y remakes (y yo también un poco), la saga de los mutantes de la Marvel se apunta a la moda de las precuelas, las películas que nos cuentan lo que ocurrió antes de todo lo que ya hemos visto. En esta Primera generación los mutantes empiezan a agruparse en bandos opuestos, divididos por el eterno conflicto entre el bien y el mal y por sentimientos enfrentados como el deseo de ser aceptados, la necesidad de integrarse en su entorno, el odio a la raza de los humanos o el intento de ocultar su condición a los demás. Todas estas emociones conviven en cada uno de nuestros protagonistas, y la prevalencia de unas u otras determinará su caída en el lado de la luz o la oscuridad. Vemos cómo iniciaron su camino Charles Xavier, que luego se convertiría en el profesor Xavier, y Erik Lehnsherr, alias Magneto; amigos en su juventud, y convertidos después en rivales. En las demás películas les vemos ya ancianos, eternamente enfrentados y liderando cada uno su propio grupo de X- Men, Xavier con su escuela de jóvenes talentos y Magneto con su hermandad poderosa y oscura. Ambos personajes están interpretados por los carismáticos James McAvoy y Michael Fassbender (revelación en Malditos bastardos y protagonista de la hiperviolenta Centurión), en los papeles que en las demás partes de la saga realizan las viejas glorias Patrick Stewart e Ian McKellen. Aparecen, como adolescentes, algunos de los personajes ya conocidos en las otras películas, aunque no los principales (eso sí, hay un hilarante cameo de Hugh Jackman / Lobezno). La recientemente aclamada Jennifer Lawrence interpreta a Raven, también llamada Mística, personaje ambivalente y condicionado por la necesidad de esconder su verdadera apariencia. El malo malísimo Sebastian Shaw es Kevin Bacon, brillante, como siempre, en su rol de mad doctor con figura de playboy de los 60. Entre su séquito de mutantes villanos destaca la muy poderosa Emma Frost, telépata y Dama de Hielo, interpretada por la gélida January Jones, a quien hemos visto como esposa del Dr. Martin Harris en Sin identidad. Me gustó la película; es entretenida, emocionante, con efectos espectaculares, como era de esperar, y está a la altura de las otras tres de la saga (el spin off de Lobezno ya sabemos que es más flojilla). Pasé un buen rato con las aventuras de los mutantes en los 60, en plan James Bond, con sus conflictos psicológicos, sus cambios de bando y sus luchas internas. No son superhéroes, aunque tengan tantos poderes, y se mueven en la cuerda floja entre el bien y el mal. ¿Y tú de qué lado estás?