sábado, 30 de octubre de 2010

La cinta blanca: El pueblo de los niños siniestros


En 1913, justo antes de que estalle la Primera Guerra Mundial, en un pequeño pueblo en el norte de Alemania, empiezan a ocurrir una serie de extraños accidentes a algunos de sus habitantes. Nadie sabe quién los ha podido provocar. La voz en off del Maestro del pueblo nos va contando toda la historia. La vida en esta comunidad se rige por una estricta educación basada en la doctrina luterana, propia del lugar y de la época. El que manda allí es el Barón, que vive con su mujer, hijos y criados, en su palacio, en torno al cual se estructura toda la vida del pueblo, en plan sociedad feudal. Otras personalidades importantes son el Administrador, el Médico y por supuesto el Pastor, o Reverendo, o como se diga, la autoridad moral del lugar. Los demás son campesinos en su mayoría, que viven bajo la sombra y la protección del Barón. En las familias, casi todas numerosas, claro, los niños son sometidos a una férrea disciplina, en especial en la familia del Pastor, en la que vemos a sus seis hijos sufriendo esta dura educación. A veces llevan una cinta blanca como recordatorio de la pureza y la obediencia que tienen que alcanzar, pero aquí no hay nada de pureza. Todo el tiempo se respira un ambiente de represión y violencia contenida. Ves a los niños andando en grupo por la calle, todos rubios y silenciosos, e inmediatamente te acuerdas de la peli El pueblo de los malditos o Los chicos del maíz. Son niños siniestros, y algunos están muy desquiciados, sobre todo los hijos del Pastor (no me extraña, con ese padre), y sobre todo la hija mayor, todo un ejemplo de niña diabólica. También vemos en las mujeres los efectos de esta sociedad represora, asfixiante y machista; todas vestidas de negro, con el pelo recogido y apariencia austera, excepto la Baronesa, que curiosamente es el personaje más libre, el que más puede decidir sobre su destino. La cinta blanca es una película de Michael Haneke, director austríaco, y fue nominada a los últimos oscars en la categoría de Película extranjera. Éste es el único motivo por el cual decidí verla, porque la verdad es que el cine de Michael Haneke no me atrae mucho. En sus films suele criticar el modo de vida de la sociedad actual, a través de personajes atormentados e insatisfechos, con un estilo crudo y seco, y con violencia, no explícita, pero muy desasosegante. Una de sus obras más conocidas es Funny games, de la que él mismo hizo el remake americano, y dicen que es tremendamente dura y agobiante, aunque no se muestre la violencia directamente. Hay muchos espectadores a los que les fascina este tipo de cine. A mí tanto sufrimiento no me mola, pero he de decir que me llevé una grata sorpresa con La cinta blanca. Me pareció una película muy buena, donde se muestran la represión, odio y venganza de una forma muy, muy sutil, a través de los diálogos y también de los silencios. Recuerda mucho al cine clásico nórdico (además está rodada en blanco y negro), siempre tan austero, minimalista y tenebroso. Hay todo tipo de maltratos y castigos físicos y psicológicos, y nunca los vemos, pero la violencia verbal es tremenda; yo me quedé sobrecogida con algunas de las frases que se dicen en determinados momentos. Los únicos personajes buenos y de mente sana son el Maestro y su prometida, la joven e inocente Eva. Su relación es como un soplo de aire fresco en medio de tanta corrupción oculta. Todos los demás son personas oscuras, débiles o con secretos inconfesables. Cuando salta la noticia de que ha empezado la Gran Guerra (la Primera Guerra Mundial), parece como si todos los pequeños dramas cotidianos hubieran explotado en un gran desastre mundial. Los críticos y espectadores dicen que esta película describe el germen del nazismo. A mí no me sugiere exactamente eso, sino más bien el odio reconcentrado producido por una forma de vida tan castradora que sólo podía conducir a una cadena de venganzas, y en la que todos, hasta los personajes más terribles, son también víctimas. Aunque no tengo intención de ver el resto de la obra de Michael Haneke, sí que os recomiendo esta peli, ya que es bastante fascinante, aunque se pase un poco mal viéndola.

martes, 12 de octubre de 2010

West Side story: Romance, música y bandas callejeras

Nueva York, años 50 ó 60. En la zona del West Side, hay una lucha constante entre dos bandas por el dominio de las calles: los Sharks, emigrantes puertorriqueños, y los Jets, nativos anglosajones del lugar. Sus líderes son Bernardo y Riff, respectivamente. Las dos pandillas se odian a muerte y todos son jóvenes pendencieros delincuentes. Un día, en un baile, se conocen y se enamoran María, la hermana de Bernardo, y Tony, gran amigo de Riff y antiguo líder de los Jets, que dejó la banda y ahora vive integrado en la sociedad. Se avecina la tragedia. Y todo esto entre bailes y canciones, porque West Side story es un drama romántico musical, estrenado en 1961 y dirigido por Robert Wise y Jerome Robbins. Robert Wise fue un prolífico realizador cuya obra se extiende desde los años 40 hasta el mismo año 2000, abarcando todo tipo de géneros, con películas como Ultimátum a la Tierra, The haunting, Sonrisas y lágrimas, La amenaza de Andrómeda o Star Trek. Jerome Robbins, bailarín y coreógrafo, se encargó de las escenas de música y baile, ya que además fue el creador del musical de Broadway en el que se basa. Todos dicen que la historia está inspirada en Romeo y Julieta, por eso de los enamorados pertenecientes a familias o grupos enemigos. Yo diría que es un dramón clásico romántico, con un tema universal pero actualizado para la época en que se rodó la peli, en un entorno de delincuencia juvenil, inmigración y denuncia social, una denuncia muy hollywoodiense, porque lo más destacado en la peli es la parte musical, que es fantástica. Los números de baile se suceden a lo largo del argumento y son muy variados: unos recuerdan a los musicales de los 50, como Cantando bajo la lluvia o Siete novias para siete hermanos, con saltos y acrobacias. Otros son más latinos, en las escenas en que cantan los puertorriqueños (sí, el famoso “I like to be in America”), con mucho vuelo de faldas. Otros bailes son de estilo muy vanguardista para la época, muy de los 60. Las canciones de la pareja romántica son más clásicas, en plan Julie Andrews (de hecho, hay una, “I feel pretty”, que la canta María, y yo creía que era de Sonrisas y lágrimas), y son también muy famosas: “María”, “Tonight”… Los enamorados, Tony y María, están interpretados por Richard Beymer, actor poco conocido, y la guapa Natalie Wood, la única estrella de la cinta. Su historia es la base del argumento, y los dos están muy convincentes, con sus miradas profundas, pero me parecen una pareja un poco ñoña, debe ser por sus canciones, que son algo cursilonas, la verdad. Por cierto, al cantar les doblaron, bueno, a ellos y a todos. Ésta es una película para el lucimiento de los secundarios, cuyas intervenciones tienen mucha fuerza y colorido. Bernardo, el jefe de los puertorriqueños, es George Chakiris, galán guapo y moreno de los 50 y 60 (a mi madre le encanta). La novia de Bernardo, Anita, es Rita Moreno, otra morena de carácter. Ambos se llevaron el oscar a actor y actriz secundarios. Riff, el líder de los Sharks, es Russ Tamblyn, fantástico bailarín y actor con carisma, que también salía en Siete novias para siete hermanos. Todos los secundarios realizan escenas de baile realmente impresionantes. El film barrió en los oscars de 1961, llevándose diez, entre ellos el de mejor película y mejor director. West Side story es un musical clásico y moderno a la vez, con una banda sonora que se queda en la memoria, bailes espectaculares y ambientación urbana, oscura o colorista, según el momento. A mí me gusta mucho y la recomiendo, pero sólo para los que les gusten los musicales. Si odiáis cuando los personajes dicen tres o cuatro frases y se ponen a cantar, ésta no es vuestra peli.

viernes, 1 de octubre de 2010

Black rain: Mafia japonesa

Nick Conklin es un rebelde y duro policía de Nueva York que no está en su mejor momento: se acaba de divorciar y los de Asuntos Internos le están investigando por corrupción. Él y su compañero, Charlie Vincent, presencian un asesinato por parte de un miembro de la mafia japonesa, y cuando le capturan, se les encarga escoltarle de vuelta a Japón. Pero cuando llegan a Osaka, el criminal, Sato, ayudado por sus compañeros mafiosos, se escapa. Ahora Nick y Charlie tendrán que trabajar con la policía japonesa para capturarle, para lo cual se enfrentarán a la yakuza, la peligrosísima mafia de este país, que encima en ese momento está sacudida por una lucha entre bandas rivales. Contarán con la ayuda de Masahiro, un recto y serio policía, que es de los pocos allí que habla inglés, y de Joyce, una mujer americana que dirige un selecto club nocturno. Black rain es una película de 1989, dirigida por Ridley Scott, realizador británico que tiene obras muy variadas: cintas ya míticas, como Alien, el octavo pasajero, Blade runner, Thelma y Louise (películas que soy la única persona del mundo a la que no le gustan), cintas casi míticas como Gladiator (ésa sí me gusta), pelis que no le gustan a nadie pero a mí sí, como 1492, la conquista del Paraíso, La teniente O’Neill, El reino de los cielos, American gangster, o bodrios como Hannibal o Un buen año. La última fue la nueva revisión del personaje de Robin Hood, con el madurito Russell Crowe. En el cine de Ridley Scott es tan importante el ambiente y la estética como la historia, y sus primeras películas se caracterizan por tener un ambiente oscuro, así que Black rain no iba a ser menos. Es básicamente un thriller de diseño, con una historia normalita, pero que destaca sobre todo por su atmósfera, su fotografía y su música. El prota, Nick, es Michael Douglas, que está bastante bien en su papel de héroe-antihéroe-chulesco. Su amigo Charlie es Andy García, en una de sus primeras actuaciones, con un personaje secundario, simpático, a veces un poco cargante, pero bastante carismático. Es el contrapunto al siempre cabreado Nick. Masahiro, el honrado policía japonés, es Ken Takakura, un actor por lo visto muy conocido en Japón (aquí no mucho), y su papel, sobre todo dándole la réplica a Michael Douglas, es bastante decisivo en la trama. Joyce es la guapa Kate Capshaw, que era la prota femenina de Indiana Jones y el templo maldito, y después se casó con Steven Spielberg. Aquí no es que tenga mucho papel, está más bien de florero, pero bueno, las pocas escenas que interpreta las hace bien. El malo malísimo, Sato, es Yusaku Matsuda, al que tampoco conocemos de nada, claro. No es el único malo de la cinta, este papel recae en todos miembros de la yakuza, mafia violenta y brutal con métodos de castigo tan “sutiles” como cortar los dedos a sus enemigos para limpiar su honor. Ésta tampoco es una peli para el lucimiento de los villanos, que son bastante planos, lo único que vemos de ellos es que son muy brutos y hablan en japonés (normal). A mí la verdad es que me gustó la película, y es una de las que pienso que merece la pena conservar, más que nada por la estética, la fotografía de un Japón de diseño, exótico, nocturno y decadente, el ambiente oscuro, propio de la primera época de Ridley Scott, y sobre todo la banda sonora, poderosa y pegadiza, de Hans Zimmer (yo siempre he creído que era de Ryuichi Sakamoto, he estado un montón de años engañada, jo), con ritmos orientales y también con temas vocales en inglés variados, unos tecno y otros más pop. Hay escenas de acción bastante impactantes, sobre todo una que no voy a decir cuál es, que luego siempre me dicen que pongo muchos spoilers, pero todos los que hayan visto el film la recuerdan, sin ninguna duda. Aunque no hay mucha gente a la que le guste esta peli, yo la recomiendo; sí, es un thriller normalito, pero su ambientación, estética y sonido la convierten, en mi opinión, en una obra interesante y original, y tampoco está mal de vez en cuando ver a un actor como Michael Douglas en sus tiempos mozos en persecuciones de motos y repartiendo mamporros a los malos. Para evadirse un rato en plan nostálgico.