Había una vez dos payasos que trabajaban en un circo, a principios de los años 70, y a finales de la dictadura franquista. Javier, el Payaso Triste, es pacífico, romántico, asustadizo. Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la separación de su padre, preso en la Guerra Civil y condenado a trabajar en el Valle de los Caídos. Sergio, el Payaso Tonto, es el artista más popular del circo: carismático, con madera de líder, de carácter dominante y desequilibrado, a veces psicópata y violento. Entonces se convierte en el Payaso Feroz. Los dos payasos están enamorados de Natalia, la trapecista, que se mueve como una mariposa veloz, también desequilibrada, en ocasiones con las alas y el alma rota. Ella también los quiere a los dos a su manera. El problema es que Natalia es la mujer de Sergio, el Payaso Tonto / Feroz. Sergio, a veces (muchas veces) vuelca sus frustraciones y su ira sobre Natalia. Los dos se quieren con un amor furioso, destructivo, profundamente doloroso. Natalia, la chica rota, necesita a Sergio, pero también necesita el refugio de Javier, el Payaso Triste y Bueno. Javier podría ser su tabla de salvación. Pero el amor puede transformar y sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Y este no es un cuento feliz ni mucho menos convencional, sino una historia oscura y salvaje.



Agua para elefantes podría definirse como un drama romántico y clásico. Francis Lawrence es uno de estos directores de Hollywood que no se ha distinguido por tener un sello propio ni una personalidad característica en sus películas. De hecho, sus dos largometrajes anteriores, Constantine y Soy leyenda, son films comerciales que no gustaron mucho a los críticos (a mí sí, ya sabéis que soy muy rara). Agua para elefantes sí que tiene un estilo más personal y me ha gustado bastante, ya que no es el pastelón romántico que yo pensaba que sería, sino una cinta con historia, sensibilidad y aire de cine de antaño. En este caso el guión (aunque es una adaptación de una novela) parece estar hecho para el lucimiento de Christoph Waltz, que lo borda interpretando al celoso, maltratador y atormentado August, aunque a mí en ocasiones me llegó a cansar un poco: tiene demasiados monólogos filosóficos e intelectuales a lo largo de la cinta, emulando a su exitoso villano de Malditos Bastardos, el malísimo coronel Hans Landa. También están muy correctos los otros dos protagonistas. Robert Pattinson es Jacob, el chico bueno (es uno de los actores más injustamente odiados de Hollywood, debido a su intervención en la saga Crepúsculo). La guapa y desgraciada Marlena es Reese Witherspoon, actriz con talento y carisma, aunque también ha hecho bodrios como casi todo el mundo.
Balada triste de trompeta y Agua para elefantes son dos visiones opuestas de un mismo tema: triángulos románticos, amores desgraciados que llevan a la locura, ambientados en el mundo del antiguamente mayor espectáculo del mundo. Yo os recomiendo las dos, y que cada uno juzgue por sí mismo; sobre gustos no hay nada escrito.