
Hace
muchos años, en un reino medieval y de fantasía, como en todo buen cuento
clásico, el rey y la reina tuvieron una preciosa hija, a la que llamaron
Aurora. Todos los habitantes del país estaban muy contentos y el bautizo de la
princesa fue una celebración con grandes fastos y muchos invitados. Acudieron
también tres simpáticas hadas que obsequiaron a la pequeña con los dones de la
belleza, bondad, felicidad… Pero el regocijo se vio interrumpido por la llegada
de un personaje inesperado, alguien que no había sido invitado a la fiesta:
Maléfica, el hada más poderosa de todos los reinos, de belleza deslumbrante y
mirada aterradora. Llena de ira por haber sido relegada, o vete a saber por qué
motivo, anunció que ella también tenía un regalito para la pequeña Aurora:
crecería como una muchacha llena de virtudes y adorada por todos, pero el día
que cumpliera los 16 años, se pincharía un dedo con la aguja de una rueca, es
decir, una máquina de coser de la época, y eso le haría caer en un profundo
sueño, del que sólo habría una forma de despertar… Y después viene la historia
que todos conocéis… ¡Pues no! Ni antes ni después. Los acontecimientos que se
narran en Maléfica (Maleficent), de Robert Stromberg, difieren bastante de los
de La Bella Durmiente, el popular cuento de los hermanos Grimm, y de la versión
de Disney de 1959, que es el modelo que todos tenemos en mente (tal era la
capacidad de Tío Walt para fagocitar las historias clásicas). Para empezar,
Maléfica no siempre fue el arquetipo de villana que ha llegado hasta nuestros
días: un hada perversa y temible, con vestido sexy y tan negro como su corazón.
Nació y creció en el Reino de las Hadas, que vivía en paz y armonía con el
territorio de los humanos (todo según esta versión libre y actualizada, claro).
Como ya habréis adivinado, Maléfica era un ser de luz, una criatura feliz,
angelical y muy hábil con sus poderes sobrenaturales. Podía haber sido una heroína
de cuento, pero el amor y la traición destruyeron su bondad y cambiaron su
destino para siempre. La película constituye una vuelta de tuerca del clásico
cuento de hadas y se adhiere a una de las corrientes de moda en Hollywood: la
de realizar versiones de cuentos y leyendas tradicionales, introduciendo
elementos modernos, transgresores y cierta oscuridad en el argumento, aunque no
demasiada. De esta forma, se intenta captar al público juvenil, que, como todos
sabemos, es el que tiene el poder en la actual sociedad de consumo, y además,
los niños cada vez entran antes en la adolescencia y ya no se conforman con las
historias ñoñas y cándidas de antes. A este subgénero pertenecen producciones
recientes como Blancanieves y la leyenda del Cazador, con su ambiente gótico y
tenebroso; Mirror, mirror, otra revisión de las aventuras de Blancanieves, esta
vez en clave de comedia disparatada; Hansel y Gretel, cazadores de brujas,
repleta de acción medio cyberpunk; y la Bella y la Bestia (esta no es de
Hollywood, es francesa, y mucho, además), cuya actualización se basa en una
historia de amor bastante adulta y algo brutal. Sin olvidarnos de series de tv
como Érase una vez, con sus personajes ambiguos que oscilan constantemente
entre el bien y el mal.
Nuestra protagonista y
antiheroína, Maléfica, está encarnada, como todos sabéis, por la superestrella
Angelina Jolie, que la verdad es que está guapísima, espectacular, y le sientan
muy bien los cuernos y las alas; porque tiene alas, hasta que se las cortan, y
cuernos, como el modelo Disney (por cierto, esta película también es de Disney,
y es que la sombra de Tío Walt sigue siendo alargada). Pero aunque la peli esté
hecha para el total lucimiento de Angelina, el personaje de Aurora también es
importante, claro. Y en la piel de la inocente princesa tenemos a Elle Fanning,
jovencísima actriz de 16 años y ex niña prodigio, como su hermana Dakota, y tan
talentosa y versátil como ella. Comenzó en el cine con sólo dos años, en la
versión bebé del personaje de Dakota, que hacía de pequeña adorable, en Yo soy
Sam. De niña actuó en varios films premiados, nominados y oscarizados, como Una
mujer difícil, Babel, El curioso caso de Benjamin Button, otros de corte indie,
como Un cruce en el destino, o en otra adaptación de cuento, El Cascanueces,
hasta que nos cautivó en Super 8, del maestro Spielberg, ya de guapa
preadolescente. He leído críticas negativas hacia su interpretación en
Maléfica. Dicen que es muy sosa, que no transmite nada, que Angelina se la come
con patatas… Yo creo que está fantástica (sí, fantástica), y totalmente creíble
en el rol de una joven dulce, bondadosa, y que no sabe nada del mundo porque
siempre ha vivido aislada y educada por tres hadas (luego hablaré de las hadas,
vaya tela…). Los personajes secundarios, pues son eso, secundarios, unos en
mayor medida que otros. El verdadero villano de la función es el rey Stefan,
interpretado por Sharlto Copley, actor sudafricano a quien conocemos por
encarnar a todo un icono de la tv: el loco Murdock, en la adaptación al cine de
El equipo A; también le hemos visto en el ámbito de la ciencia ficción y el
terror, en cintas como Distrito 9, Open grave, Europa One o Elysium, haciendo
de protagonista sufridor, o bien de psicópata desquiciado. Además es el villano
del remake que ha hecho, nada menos que Spike Lee, de Oldboy, la mítica
película de Park Chan-wook, film que no tengo ninguna intención de ver, porque
tanta violencia y gore no me van. Yo creo que todos sus personajes tienen un
cierto grado de locura, ya sea en vertiente cómica, depresiva, o salvaje. Un
verdadero animal cinematográfico. Su interpretación de Stefan va en la misma
línea, al componer un personaje complejo y atormentado, cuya inocencia inicial,
pervertida por la ambición, le convierte en un soberano poderoso, paranoico y
demente. Es un personaje al que se le había podido sacar más partido, lástima
que sea tan secundario, cediendo así todo el protagonismo a Angelina y Aurora.
Los demás personajes son más secundarios todavía. Está Sam Riley, que, por su
filmografía, parece ser uno de los jóvenes representantes de la nueva tendencia
indie, con historias a contracorriente, como Control u On the road, basada en
una obra clave de la generación beat; o fantasías distópicas y más o menos
perturbadoras, como Franklyn, Byzantium o la próxima Orgullo, prejuicio y
zombies (me pregunto qué saldrá de eso). Así que sorprende verle ahora
participando en un blockbuster, sobre todo con el papel que hace; no, no es el
príncipe Philip, sino Diaval, un cuervo humanizado por Maléfica, para que sea
su ayudante y se inflitre en las líneas enemigas. Pero es que es tan majo y tan
tierno (en su vertiente humana, claro), y pone esas caritas… yo, desde luego,
me hubiera quedado con él antes que con el príncipe. Qué cambio el de Sam
Riley, después de verle interpretando a Ian Curtis, el atormentado líder de la
banda Joy Division, en el biopic Control. Que me perdonen sus fans, pero ahí
tenía todo el tiempo cara de alelado, normal, con todos los problemas que
tenía, pero es así. Mención aparte para las tres hadas que se encargan de
cuidar a Aurora desde su más tierna infancia, y con las que vive en una
apartada cabaña del bosque, enviada allí por sus padres para intentar eludir la
maldición del hada oscura, sin que la princesa tenga ni idea de todo el
entramado que hay alrededor de ella, vamos, que vive feliz y en la inopia.
Todos las conocemos como Flora, Fauna y Primavera, pero aquí se llaman
Clavelina, Fronda y Violeta, y sí, son lo peor de la película. En la versión
Disney las hadas madrinas eran tres señoras rechonchas, maternales y
bonachonas, muy cursis (como no podía ser de otra manera), pero muy valientes y
decididas, y yo diría que son las verdaderas heroínas de la historia, porque la
princesa está casi todo el tiempo durmiendo y el príncipe aparece al final,
justo para luchar con el dragón y conseguir a la chica. En la versión actual,
las hadas salen perdiendo, y mucho, en la comparación. Pretendidamente son
personajes cómicos, con poderes sobrenaturales y magia blanca, pero también con
un humor negro y muy mala leche en ocasiones. Este contraste podría resultar
adulto y divertido, pero lo que tenemos son una especie de abejas zumbonas,
histéricas y muy molestas, porque, además, son unas hadas muy pequeñitas en
tamaño. Menos mal que no aparecen mucho en la pantalla, pero lo poco que
aparecen te hace desear que se piquen entre ellas y acabar de una vez con esa
tortura. Y eso que para interpretarlas se eligió a tres prestigiosas (más o
menos) actrices británicas como Lesley Manville, habitual del cine indie de
Mike Leigh; Juno Temple, a la que sólo recuerdo por encarnar a la Reina Ana de
Austria en la versión cyberpunk de Los tres mosqueteros de Paul W. S.
Anderson; y la veterana Imelda Staunton, cuya filmografía incluye trabajos tan
dispares y tan cien por cien british como la polémica El secreto de Vera Drake,
la saga de Harry Potter y la peli de animación Piratas!, dando voz a la Reina
Victoria. En mi opinión, las hadas madrinas son un manchurrón en las carreras
de estas tres actrices. Pero no importa, seguro que en su futura filmografía
tendrán que hacer más de una comedieta horrible, o seguro que ya las han hecho,
al fin y al cabo eso es lo que le gusta a la gente y los actores también tienen
que comer. Bueno, ya sólo me queda hablar del príncipe Phillip, el que se
supone que es el verdadero amor de Aurora, y que la tiene que salvar de la
maldición, interpretado por un tal Brenton Thwaites. El príncipe en esta
historia es un guapo y simpático muchacho, una especie de Justin Bieber antes de
que se echara a perder, y lo de la maldición le viene un poquito grande. ¿Será
él el que despierte a Aurora de su prolongado sueño? ¿Vivirán felices para
siempre? La respuesta ya la sabréis porque a estas alturas ya habréis visto
todos la peli, y el que no la haya visto es porque no le interesa lo más mínimo
y ya no la va a ver.
En fin, Maléfica es una película
oscura, pero no demasiado, juvenil, pero ampliable a todo tipo de público, con
una ambientación fascinante, unos personajes carismáticos (excepto las hadas) y
una historia que trastoca bastante la del cuento clásico (lo cual ya ha dejado
de ser original). No habrá gustado ni a los puristas enemigos de la innovación,
ni a los enemigos de todo lo comercial. Porque la peli es comercial, y no
pretende ser otra cosa. Pero si buscas entretenimiento, escenarios
espectaculares, unos protagonistas que no den vergüenza ajena (sí, excepto
por…), y algo que no sea un dramón, para variar (que sí, que los dramones están
muy bien, pero yo me canso ya un poco), Maléfica merece la pena, y mucho.
Si alguien es capaz de leer todo esto, muchísimas
gracias, que ya sé que he perdido todos los fans, y me lo merezco, por no
escribir nunca. Creo que necesito reinventarme…