Existe
un mundo cuyos habitantes son muñequitos, o figuritas, de Lego, el famoso juego
de construcciones, y todos sus objetos, edificios, animales, caminos… están
formados por piezas de Lego. En este mundo hay ciudades, carreteras, personas
que trabajan, van en coche a sus trabajos, sufren atascos, descansan, se
divierten, compran y consumen… Todo a imagen y semejanza de cualquiera de
nuestras ciudades modernas. Todos son felices en este mundo perfecto y con sus
reglas adecuadas. Allí vive Emmet, un ciudadano normal, corriente y afable, un
obrero de la construcción que sigue las normas y se conforma con todo. Emmet es
tan anodino que a veces se siente ignorado por los demás y no termina de
encajar en este mundo maravilloso, aunque él cree que sí. Un día aparece una
chica muy guapa y aguerrida (otra figurita, claro), que le dice que él es el
Elegido en una misión importantísima para salvar el mundo. Tras el asombro
inicial, Emmet se embarcará junto a Super Cool (llamada, en la versión
original, Wildstyle), la guapa chica luchadora, en una trepidante aventura
donde conocerá a personajes legendarios, héroes de comic, villanos megalómanos,
y descubrirá que hay muchos universos más allá del que él conocía.
La
Lego película (The Lego movie) es un film producido por el grupo Lego, una
empresa danesa que en 1934 creó oficialmente el famosísimo juego de bloques,
primero de madera, después de plástico, con el que los niños de todo el mundo
hemos dado rienda suelta a nuestra imaginación fabricando edificios, vehículos,
y todo lo que se nos ocurriera (bueno, a mí se me ocurría poco, nunca se me han
dado muy bien las construcciones, y además siempre he sido más de los clicks).
No es la primera película sobre este juego; la propia compañía ya produjo
anteriormente un buen número de series de tv, películas y cortometrajes,
recreando el mundo de los ninjas, héroes como Indiana Jones o Batman, la Guerra
de las Galaxias o el Señor de los Anillos. Y esta es una de las bazas con las
que cuenta la película: la cantidad de personajes populares que aparecen; desde
protagonistas de comics y sus adaptaciones cinematográficas hasta iconos de la
historia y cultura americanas, desde Abraham Lincoln hasta Superman, Wonder
Woman o Gandalf (genial el diálogo en que le confunden con el profesor Dumbledore,
de la saga Harry Potter), pasando por los protas de Star Wars, se pasean por
los distintos universos Lego, provocando la sonrisa (o carcajada) del público
adulto más friki. Los niños más pequeños
no entenderán estos guiños, pero se lo pasarán en grande con la acción
desenfrenada y las aventuras de estos entrañables muñequitos. Bajo el barniz de
la diversión, enseguida encontramos el mensaje de autosuperación y búsqueda de
la identidad, tan frecuente en las películas americanas. Además, el argumento
recuerda muchísimo al de Matrix, con su aire filosófico y metafísico, sus
mundos reales y ficticios, y sus protas embarcados en la misión de descubrir la
verdad oculta. A medida que avanza la acción, la historia va desvariando, con
giros inesperados, de modo que llega a convertirse en una auténtica paranoia.

Como artífices del film, nos encontramos a tres directores: Philip Lord, Chris Miller y Chris McKay. Los dos primeros son responsables, además, del guión. De sus cabezas, no sé si muy pensantes en este caso, han salido productos como la primera Lluvia de albóndigas, película de animación que a mí me parece horrible, pero que tuvo bastante éxito entre el púbico infantil; Infiltrados en clase, comedia, esta vez de acción real, con Jonah Hill y Channing Tatum haciendo el tonto (supongo, porque no la he visto), como unos policías disfrazados de estudiantes, y su inevitable secuela, Infiltrados en la Universidad. Chris McKay es uno de los creadores de Robot chicken y Robot chicken: Star wars: Episode III, series de animación ya de culto. La primera tiene un humor bastante gamberro, paródico, salvaje, y no recomendable para los niños (vamos, yo no se la dejaría ver a mis hijos, si los tuviera). Te ríes bastante, eso sí. En la segunda el humor creo que es más naif, más inocente (corregidme si me equivoco, porque apenas la he visto), e igual de absurdo. Por el título, ya os podéis imaginar a qué saga parodia, ¿verdad? Chris McKay debe de ser responsable de la parte técnica de La Lego película, o tiene el mismo equipo de animadores que en Robot chicken, porque los muñequitos de Lego, sus caras y sus movimientos, me recordaron desde el principio a los personajes de dicha serie, salvando las distancias, porque Lego va dirigida a toda la familia, y Robot… pues no.
He
dejado lo mejor de la peli para el final: dos canciones. La primera, “Todo es fabuloso” en la versión
española, y “Everything is awesome” en la versión original, tema interpretado
por el protagonista, Emmet, y coreado por multitud de muñequitos, es algo así
como el himno oficial de Legoland, todo un canto a la alegría y el optimismo,
llevado a extremos cómicos y surrealistas, como el “Always look on the bright
side of life” de La vida de Brian. Y, como este último tema, es muy pegadizo y
te da buen rollito. La segunda canción la canta Batman, sí, Batman, que aparece
en la película con un papel importante. Y la canción es tan genial como él:
oscura, absurda, horrible y tronchante. Porque el Batman de Lego es una parodia
de sí mismo, un verdadero anti-super-héroe. Y ya no os digo más; si queréis
conocer más de este personaje y de los mundos alocados e imaginativos de Lego,
¡a ver la peli! No os arrepentiréis (o sí, nunca se sabe).