lunes, 14 de febrero de 2011

The walking dead: Reflexionando entre zombies


Hacía mucho que no hacía ninguna crítica de una serie de tv, así que ya iba siendo hora, que la tele también me encanta. Me he decidido por The walking dead, una serie de la cual hemos visto recientemente su primera temporada, compuesta por 6 episodios, y pronto veremos la segunda (espero), compuesta por 13. El argumento nos muestra a la humanidad devastada por un apocalipsis zombie, un tema que está muy de moda y que en los últimos años hemos visto en múltiples variantes. Gran parte de la humanidad se ha visto afectada por una extraña y peligrosísima enfermedad que convierte a las personas en seres feroces e incontrolables deseando comerse a los humanos que todavía están sanos. No se sabe de dónde proviene el virus, pero es terriblemente contagioso. Si un infectado muerde a una persona, y no logra comérselo, le transmite una fiebre que le mata, pero poco después resucita convertido en otro infectado/zombie. Y entonces lo único que se puede hacer es acabar con los zombies disparándoles o golpeándoles en la cabeza. Lo de siempre, vamos. La premisa argumental no es nada nuevo. Tampoco lo es la presentación del personaje principal, Rick Grimes, un ayudante del sheriff de un pueblo de Georgia que ha estado en el hospital, en coma, debido a un tiroteo, desde antes de empezar la plaga, y cuando se despierta, se encuentra con todo este caos sin saber lo que ocurre. Este comienzo está directamente inspirado en 28 días después, obra maestra, en mi opinión, de Danny Boyle, que inauguró, en 2002, la nueva era del cine de muertos vivientes (aunque en esa peli creo recordar que no estaban muertos, sino infectados por una terrible enfermedad). Bueno, eso son detallitos sin importancia. El caso es que la originalidad, dentro de lo que cabe, de esta serie, se encuentra en el tratamiento y psicología de los personajes. En los distintos episodios vemos cómo los protagonistas intentan organizarse para sobrevivir en este mundo devastado y apocalíptico. La evolución y relaciones entre los personajes tienen tanta importancia como las escenas de acción y gore, que también las hay.


Cuando Rick despierta del coma y se entera por fin de lo que ha pasado, decide ir a buscar a su mujer y su hijo, que han huído hacia otro lugar. A través de mensajes de radio, contacta con otros grupos de supervivientes y encuentra por fin a su familia. Y aquí nos encontramos con un triángulo amoroso, porque su mujer, Lori, mientras él estaba en coma, y creyendo que había muerto, se había liado con Shane Walsh, otro policía amigo suyo (de Rick), aunque Rick, habiendo terminado la primera temporada de la serie, todavía no se ha enterado. Este elemento de culebrón contribuye a reforzar la trama psicológica de los personajes y es un alivio entre las escenas de lucha y casquería (un alivio, o una molestia, para muchos espectadores; a mí personalmente me parece muy bien). Cada capítulo de la serie tiene un director distinto; el episodio piloto, considerado por muchos el mejor, aunque a mí me parecen todos igual de buenos, lo dirige Frank Darabont, realizador conocido por todos, sobre todo por adaptar, con gran maestría, novelas y relatos de Stephen King (Cadena perpetua, La milla verde, La niebla...). Los actores son medio populares. Yo al que más conozco es a Andrew Lincoln, que interpreta a Rick, porque era también protagonista de Las voces de los muertos, fantástica serie británica sobre una médium atormentada, y que en España pasó un poco desapercibida, por desgracia. Los otros dos vértices del triángulo amoroso, Lori y Shane, son Sarah Wayne Callies y Jon Bernthal, actores que no conozco de nada. También tenemos a varios intérpretes que aparecían en La niebla, peliculón de Frank Darabont: Laurie Holden, Jeffrey DeMunn y Melissa Suzanne McBride. Esta serie ha tenido bastante éxito en USA y aquí en España, aunque siempre hay voces discordantes; por una vez, yo no formo parte de ellas y estoy con la mayoría (con la mayoría del público que le gustan estas cosas de zombies, claro). Me ha encantado The walking dead, creo que tiene un guión emocionante e inteligente y una trama que combina acción, terror apocalíptico y drama psicológico, y estoy deseando ver la segunda temporada.

martes, 1 de febrero de 2011

Revolutionary Road: Que levante la mano quien sea feliz

Frank y April Wheeler son un joven matrimonio de clase media que viven en una bonita casa en los suburbios de Connecticut. Su vida es estable y aparentemente feliz; guapos, inteligentes y maravillosos, tienen dos niños, Jennifer y Michael, Frank trabaja en una empresa como vendedor, y de vez en cuando quedan con sus amigos, Shep y Milly Campbell. Cuando se conocieron, hace 7 años, se enamoraron y se casaron enseguida. Tenían muchos sueños y muchas cosas en común; April estaba estudiando para ser actriz y Frank quería viajar y ver mundo. Los dos sabían que no querían vivir en la rutina ni ser como la mayoría de la gente: necesitaban hacer algo especial. Ahora su vida se ha convertido justo en lo contrario de lo que deseaban. A April le ahoga su monótona existencia de ama de casa (es que estamos en los años 50, cuando una mujer sólo podía trabajar de secretaria, enfermera, maestra y poco más, y sólo si estaba soltera, porque en cuanto se casaba y empezaba a tener hijos, olvídate, y eso era así incluso en los progresistas y adelantados USA). Frank, por su parte, se aburre con su gris y anodino empleo, aunque su jefe le ha propuesto un ascenso y un gran aumento de sueldo, y eso empieza a tentarle. Un día, April sugiere a Frank un cambio radical en sus vidas: dejarlo todo e irse con sus niños a París, ciudad donde siempre han querido vivir, y donde ella puede trabajar de secretaria en la Embajada.



Revolutionary Road es una película de 2008 dirigida por Sam Mendes, director británico, tanto de cine como de teatro, y que en su ópera prima para la gran pantalla, la aclamada American Beauty, estrenada en 1999, ya proponía un golpe al sueño americano a través de las desventuras de una familia de clase media, en especial del incomprendido padre y marido, interpretado por el maravilloso Kevin Spacey. Basada en una novela de Richard Yates, Revolutionary Road es el reverso oscuro de Mi desconfiada esposa, la anterior película que comenté en este blog. Ambas representan la cara y la cruz de los problemas de pareja en el cine: una es una comedia amable, donde triunfa el amor, y la otra es un tremendo drama psicológico sin concesiones, donde hay amor, pero también grandes diferencias insalvables entre los dos miembros del matrimonio. Los protagonistas son Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, que están los dos absolutamente fantásticos, 11 años después de interpretar el super-romance de Titanic. Leo DiCaprio está impresionante en el papel de Frank, marido enamorado, pero también ambicioso, insatisfecho e incapaz de entender a su mujer. Kate Winslet (por cierto, mujer, o ex-mujer, del director de la peli), está, como siempre, magnífica, en la piel de April, esposa, madre, con inquietudes, frustrada, depresiva y profundamente infeliz. Ganó un globo de oro por este papel. También sale Kathy Bates (que también aparecía en Titanic), en el papel de Helen Givings, agente inmobiliaria, una mujer aparentemente independiente y que lleva las riendas de su vida y de su matrimonio, pero con sus propias desdichas y limitaciones. Uno de los papeles más impactantes es el de John Givings, el hijo de Helen, interpretado magistralmente por Michael Shannon; personaje mentalmente inestable, recién salido del psiquiátrico, pero con la lucidez y la sinceridad que sólo los locos tienen a veces. Revolutionary Road es una película dura, desencantada y tremendamente sincera, que te hace reflexionar (y deprimirte bastante), que te pone delante la realidad sin tapujos y que te puede dejar muy mal rollito y un amargo sabor, pero también es una cinta de gran calidad, muy recomendable de ver, y con un par de escenas que te ponen los pelos de punta. ¿Qué habría pasado si el Jack de Titanic hubiese sobrevivido y se hubiera casado con su amada Rose y hubiesen pasado años juntos? La respuesta, salvando las distancias de las distintas épocas, claro, tal vez sea Revolutionary Road.