
Nina Sayers es una brillante bailarina de una compañía de ballet de Nueva York, que vive totalmente obsesionada con la perfección. La compañía va a representar una nueva versión de El lago de los cisnes, y el director, Thomas Leroy, está buscando una sustituta para la bailarina principal, Beth Macintyre, que se va a retirar porque tiene ya una cierta edad (y no es que lo acepte muy bien, precisamente). Nina trabaja sin descanso para conseguir el papel protagonista, el de la Princesa Cisne, que tiene la dificultad añadida de que es un doble personaje: el Cisne Blanco, toda candor y pureza, y su reverso oscuro, el Cisne Negro. La disciplina de la bailarina es infinita y su técnica perfecta, pero Thomas opina que le faltan la pasión y la espontaneidad necesarias para interpretar al Cisne Negro, un personaje lleno de sensualidad y lujuria. Sin embargo, Lily, otra bailarina recién llegada a la compañía, sí que parece poseer dichas cualidades, por lo cual se convierte en la principal rival de Nina. Sometida a tanta presión y a la difícil convivencia con su dominante madre, la mente de Nina comienza a jugarle malas pasadas…

Cisne negro (Black swan) es el quinto largometraje de Darren Aronofsky, realizador que, hasta ahora, no sigue reglas muy comerciales y que tiene su estilo propio, por lo cual se ha convertido en director de culto para todos, o casi todos, los cinéfilos. Mi opinión sobre sus obras está dividida: algunas de las películas que he visto de él me han gustado y otras no. Cisne negro pertenece al grupo de sus películas que no me han gustado, junto con Réquiem por un sueño (sí, su obra maestra). Las dos son cintas de gran calidad, con brillantes actuaciones (Ellen Burstyn está inmensa en Réquiem por un sueño), que narran historias duras, sin concesiones, y transmiten emociones radicales y extremas. Y por eso mismo no me gustan: demasiado sufrimiento para mí, demasiado recrearse en el morbo y el drama de forma un poco gratuita (o no). Es cine de alto nivel, pero hay espectadores que no están preparados para esas dosis de la realidad más sórdida, y yo soy una de ellos. Cisne negro tiene un estilo muy parecido a Réquiem por un sueño: ambas comparten una atmósfera claustrofóbica y obsesiva y relatan el descenso a los infiernos, o más bien, la caída en picado, de sus protagonistas, a través de un sendero de locura. La forma de narrar los hechos hace que los espectadores nos veamos inmersos (demasiado inmersos para mi gusto), en ese mundo alucinado de pesadillas, sin posibilidad de vuelta atrás. Réquiem por un sueño nos muestra la caída de sus personajes en el mundo de la drogadicción, en lo que se convierten y a lo que son capaces de llegar por seguir en ese paraíso artificial. En Cisne negro, la autodestrucción de Nina se produce por el deseo de tener éxito y ser la mejor, en un ambiente de estrés y competitividad. Todo eso, unido al carácter autoexigente, autodestructivo y obsesivo-compulsivo de la bailarina, hacen de su cerebro una bomba de relojería que la lanza a la paranoia total. Y en eso se convierte la película a medida que va avanzando el metraje: en una paranoia donde no sabemos lo que es real y lo que es fruto de la mente perturbada de Nina. La cinta está plagada de pesadillas, alucinaciones, alguna escena de sexo morbosillo, otras escenas con autolesiones y objetos punzantes, junto con momentos de gran belleza y estética (sí, también hay bonitas escenas de ballet). Elementos todos que se unen para que el espectador lo pase muy bien y/o muy mal sintiendo la angustia y el desequilibrio de la pobre Nina. Natalie Portman, como sabemos, es la actriz protagonista, y como sabemos, ganó el oscar este año. La verdad es que realiza una actuación impresionante, tanto en el registro de pobre chica nerviosa, disciplinada y reprimida, como en el de alma atormentada, desequilibrada y paranoica. También aparecen Vincent Cassel, Mila Kunis y la ya vieja gloria Barbara Hershey, en papeles que les van como anillo al dedo, pero el alma de la película y la que lleva todo el peso, desde luego, es Natalie. También es de destacar la intervención de otra antigua gloria, Winona Ryder, en el personaje de Beth, la bailarina que se ve obligada a retirarse; un papel breve, pero intenso, que parece guardar algún paralelismo con su propia carrera.
Bueno, pues si queréis disfrutar, sufrir y sumergiros en los desvaríos y excesos de la mente de una pobre chica torturada por la búsqueda de la belleza, os recomiendo que veáis Cisne negro, si no la habéis visto, que seguro que sí. A mí, personalmente, estas cosas no me van, pero reconozco que la peli es original, impactante y no deja indiferente a nadie.