Ésta es la historia de una mujer muy, muy celosa, patológicamente celosa. Richard Harland, un joven y famoso escritor, se dirige en tren a pasar unos días en el rancho de un amigo, cuando conoce a Ellen Berent, una mujer de buena familia y belleza cautivadora, y hay un flechazo por parte de los dos. Cuando llegan a su destino, resulta que ambos están invitados al mismo rancho (a ella la espera allí su familia, compuesta por su madre y su hermana adoptiva, Ruth). En los días que pasan juntos, descubren que se han enamorado y deciden casarse rápidamente. Ellen está fascinada con Richard, que tiene gran parecido con su fallecido padre, al que adoraba (ahí ya se nota algo raro, porque era una especie de Electra). Está tan segura de su amor, que rompe el compromiso que tenía con Russell Quinton, un político de carrera prometedora. Después de su boda relámpago, se instalan en el hogar de Richard, pero antes deciden pasar unos días en una bucólica casita que él tiene en el campo, en una propiedad llamada La otra cara de la luna. La vida les sonríe, son felices, ricos y están enamorados. Pero pronto empiezan los problemas. Con ellos está Danny, el hermano pequeño de Richard, al que está muy unido; un muchacho cariñoso, de salud débil y con problemas para caminar. Después Richard invita a la familia de su esposa, pensando que le hará ilusión. Pero Ellen no lo soporta: es tan posesiva que quiere estar sola con su marido, no quiere que haya nadie más con ellos. Está celosa de Danny, de Leick, el encargado de la finca y amigo de Richard, y sobre todo de su joven y guapa hermana Ruth. Su amor es asfixiante y destructivo, y para mantenerlo será capaz de hacer cualquier cosa. Que el Cielo la juzgue (Leave her to Heaven) es una película de 1945, dirigida por John M. Stahl, famoso realizador de melodramas en su época, de los años 20 a los 40. La verdad es que no conozco ninguna de sus otras películas, la única que me suena es Imitación de la vida, dramón de los estados del Sur con tintes raciales que conoció un remake de Douglas Sirk en 1959. Que el Cielo la juzgue es un dramón en technicolor, clásico y psicológico, con componentes de thriller. La estrella de la función es la guapísima Gene Tierney, que está fantástica en el papel de Ellen (fue nominada al oscar), un personaje muy atormentado y complicado, porque es la mala, pero al mismo tiempo nos da mucha pena: cautivadora, fría, desquiciada, obsesionada, psicópata. Richard es Cornel Wilde, galán de la época, y también está muy acertado en su rol de sufrido esposo, un personaje también con una evolución psicológica: hechizado, enamorado, preocupado (cuando descubre lo loca que está su mujer), y también atormentado. Otros personajes importantes son Ruth, la chica buena de la peli, interpretada por Jeanne Crain, y el inquietante y ambicioso Russell Quinton, el ex-novio de Ellen, interpretado por el emblemático Vincent Price, en un papel breve, pero importante en la parte final de la cinta. Como es habitual en el cine de esta época, la peli tarda un poco en ir al grano. Comienza como un feliz melodrama romántico, con la descripción de la despreocupada vida de la gente con dinero, con reuniones familiares, paseos idílicos a caballo y bonitos paisajes. Pronto se convierte en thriller y drama psicológico, aunque con un guión algo ingenuo; me hubiese gustado algo más de misterio, pero a Ellen enseguida se le ve el plumero, y a veces el comportamiento de los demás personajes es un poco tonto, la verdad. Pero no deja de ser una peli muy interesante y una joyita para conservar, sobre todo por la fascinante y compleja protagonista-villana. Hay dos frases en el film, pronunciadas por otros personajes, que son las que mejor la definen: “Ellen siempre gana” y “Eres la persona más digna de lástima que conozco”. Lo tenía todo para ser feliz, lo malo es que estaba muy loca.
Esta ha sido la típica película que veo de reojo mientras hago otra cosa, y que al final me termina por enganchar y dejo lo que estoy haciendo, ese puritarismo americano, siempre me ha llamado la atención, y la verdad que esta película, no deja indiferente a nadie, besos
ResponderEliminarEs verdad, la peli es muy puritana. Hay una escena que me llamó mucho la atención: Ellen y Richard se despiertan una mañana en la casita del campo y se ve que duermen en camas separadas, pero es que ¡¡se acababan de casar!! Debe ser que todavía no querían tener hijos, jajaja.
ResponderEliminarQué mala era Gene Tierney en esta peli y que magnetismo desprendía. Drama de los buenos.
ResponderEliminarHola Javi, sí, es una villana fascinante, y además despierta sentimientos contradictorios, porque llega un momento que te da pena, cuando te das cuenta del trastorno psicológico que tiene y a lo que es capaz de llegar. Saludos!
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