lunes, 20 de marzo de 2017

Creed. La leyenda de Rocky: Rocky crepuscular


Adonis Johnson es un niño conflictivo. No sabe quién es su padre, su madre murió hace unos años y va de centro de acogida en centro de acogida y de correccional en correccional. Un día de tantos que está castigado en aislamiento aparece Mary Ann, una elegante y bondadosa señora que está decidida a adoptarlo, y que le habla de su padre. Ella le conocía muy bien, porque era su marido: nada menos que Apollo Creed, el campeón mundial de los pesos pesados, fallecido en un brutal combate antes de que Adonis naciera. Pasan los años y vemos a Adonis (que el nombrecito también, vaya tela, pero teniendo en cuenta el nombre de su padre…), convertido en un joven ya mayor de edad. Vive muy bien, en una casa muy lujosa (porque Apollo Creed, campeón de fama mundial, lógicamente, estaba forrado), con su madre adoptiva, a la que quiere mucho, y con un trabajo super guay de directivo de una empresa, o algo así. Pero… Adonis lleva el boxeo en la sangre; de hecho, en sus ratos libres, para desestresarse, se va a luchar en combates ilegales en Tijuana, México, y siempre gana y vuelve con pocos rasguños. Hasta que un día decide hacer de su afición su modo de vida, para gran disgusto de su madre, que sigue recordando cómo acabó Apollo, lo deja todo y se va a Filadelfia a buscarse un entrenador muy especial… Lo habéis adivinado, ¡sí, Rocky Balboa!, que como todos sabemos, fue al principio rival y después gran amigo de Apollo, y que también fue campeón mundial no sé cuántas veces. Al principio, como os podéis imaginar, las cosas no serán fáciles para Adonis; Rocky vive retirado del boxeo, regentando el restaurante de su querida y difunta esposa Adrian, no tiene apenas contacto con su único hijo, y todos sus amigos y compañeros de fatigas murieron, así que ya no quiere saber nada de aquel mundo que tantas alegrías y disgustos le dio. Pero poco después, como no podía ser menos, la determinación y entusiasmo del joven Creed le convencen, y acepta entrenarlo, e incluso le consigue un combate con un duro y peligroso rival que, claro, también es campeón mundial, si no no tiene gracia. ¿Conseguirá Adonis superar el gran desafío, no decepcionar a Rocky, ser digno del legado de su padre, y, lo que es más importante, enfrentarse a sus propios temores?


Creed (en España le han añadido el subtítulo La leyenda de Rocky, para que quede claro de qué trata la película, por si alguien está despistado y se la pierde por tener un título tan raro), es el segundo largometraje de Ryan Clooger, director que yo no conocía de nada. Su primera película, Fruitvale Station, estrenada en 2013, es un film de corte independiente y minoritario, pero que ganó un montón de premios en prestigiosos festivales, como el de Sundance, y hasta fue a Cannes. Narra (y denuncia) la tragedia real de Oscar Grant, un joven afroamericano que fue detenido por la policía en el metro de Oakland en la Nochevieja de 2008, en un altercado, y asesinado por uno de los agentes por un tiro en la espalda. Después de sus comienzos con una obra social y de denuncia, creo que Ryan Coogler se ha pasado definitivamente al cine palomitero (no lo digo en tono peyorativo, que yo soy la primera a la que le gustan los blockbusters), ya que su próximo proyecto, con estreno previsto para 2018, es la adaptación de las aventuras de Pantera Negra, el primer superhéroe negro de la historia. Eso sí, Coogler continúa con su compromiso hacia la población de color: hasta ahora, todos los protagonistas de sus películas son de raza negra. Adonis Creed es interpretado por Michael B. Jordan, que también era el prota de Fruitvale Station, pero que no lo será de Pantera Negra; el papel lo hará Chadwick Boseman, quien fue James Brown en el biopic I feel good (título en España, porque el título original de la peli es el de otra canción, Get on up). Y es que claro, en España no nos gustan los títulos tan raros. A Michael B. Jordan también le hemos visto con superpoderes, en 2012, en Chronicle, un film ya casi de culto, dirigido por Josh Trank, perteneciente al género de "ciencia ficción y fantasía con trasfondo filosófico y no mucho presupuesto", y que a mí me resultó un poquitín aburrido; y en el remake / reboot de Los Cuatro Fantásticos, también de Josh Trank, que descolocó a público y crítica con su visión oscura y pesimista de las aventuras de estos famosos héroes, y que resultó un fracaso. A mí, en cambio, me encantó, y la considero una película muy, muy, infravalorada.

Después de todos estos entresijos de actores, superhéroes y directores, habrá que hablar un poco de la película, digo yo. Creed no deja de ser la típica historia de amistad, deporte, superación, y de personaje desubicado que termina encontrando su lugar en el mundo. Una fórmula muy propia del cine comercial y planificada al milímetro para atraer al público. Pero mira, es muy entretenida y se ve con agrado. ¿Qué importa que sea altamente previsible, que sea la séptima entrega de una saga que perdió fuerza hace mucho, y que a estas alturas la historia de amor no sea interracial? Lleva tras de sí el encanto de una saga mítica, aunque los entendidos dicen que la única peli buena fue la primera y, tal vez, la segunda. Yo hace tanto que vi algunas de ellas que ni me acuerdo, pero... ¿Cómo olvidar ese tema musical, "Gonna fly now", de Bill Conti, ese "Eye of the tiger", de Survivor, tan ochentero, y sobre todo a ese Dolph Lundgren, haciendo de ruso malísimo (siempre lo digo, Dolph, ¿quién te ha visto y quién te ve?). Yo también me estoy poniendo nostálgica, y eso que son películas que no me gustan mucho, y que el boxeo me parece un deporte muy estúpido. Pero ahí ataca Creed, a la nostalgia de los fans, y esa es su gran baza. Queramos o no, Rocky forma parte de nuestras vidas cinéfilas, al menos para los que nacimos antes de 1970. Michael B. Jordan está muy natural y convincente en el papel de héroe que persigue sus sueños y encuentra su destino, muy en la línea del propio Rocky, casi 40 años antes. Porque ya sabemos que en estas películas lo que importa no es que el protagonista sea campeón mundial, que venza a sus rivales, ni que consiga fama universal ni un montón de seguidores, no, lo que importa siempre es que conquiste sus sueños y supere sus propios traumas y limitaciones. Jordan resulta ser un actor bastante camaleónico; me pareció muy diferente del superhéroe de Los Cuatro Fantásticos, y del niñato de Chronicle al que lo de tener poderes le viene grande. Incluso me parecía que tenía una cara distinta en cada película, aunque los efectos digitales hacen milagros, pero supongo que la mayor parte se debe a su mérito actoral.

 
Entre tanta lucha y entrenamiento y esfuerzo por encontrarse a sí mismo, a Adonis, por supuesto, también le da tiempo a enamorarse. La trama romántica (que no es interracial, porque esto es cine hollywoodiense y no están tan avanzados), la pone el personaje de Bianca, vecina de nuestro protagonista, interpretada por Tessa Thompson, actriz que se dio a conocer en la serie adolescente casi de culto Veronica Mars. La historia de amor me pareció bastante bonita y no entorpece mucho en el desarrollo de la película. Bianca es un personaje interesante, no es muy plano ni la típica chica perfecta. Bueno, es bastante perfecta porque es guapa, independiente, con carácter... Sólo le faltaba ser boxeadora, pero no, es compositora y cantante de talento. El único problema es que tiene un pequeño defecto físico en forma de enfermedad congénita y degenerativa, que no voy a decir cuál es, aunque a estas alturas ya todo el mundo habrá visto la peli y a todo el mundo ya se le habrá olvidado.

Pero uno de los mayores reclamos de la película es, como os podéis imaginar, el propio Rocky. Sylvester Stallone llevaba 9 años sin interpretar el personaje, aunque entre medias le había dado tiempo a continuar con la saga de Rambo, iniciar la de Los mercenarios, hacer papeles de héroe todavía de buen ver, héroe crepuscular, héroe un poco de vergüenza ajena (no necesariamente en este orden), y hasta a dirigir algunas de sus pelis (ha dirigido, por ejemplo, casi todas las de Rocky, excepto la I y la V, de John G. Avildsen). Todos sabemos que, aunque es un icono y una vaca sagrada del cine de acción (no vamos a nombrar a las demás vacas sagradas, que ya las conocéis), Stallone no está considerado precisamente como un gran actor. Vamos, que no es Laurence Olivier, ni Robert de Niro, ni Christian Bale, por poner ejemplos de actorazos de distintas épocas. Pero aquí Sylvester está francamente bien. Es un Rocky muy, muy crepuscular, nostálgico, entrañable, humano, tozudo, aunque resignado... No es un héroe maduro, pero todavía en buena forma, que resurge de sus cenizas, sino que aparenta lo que en realidad es: una vieja gloria. Su interpretación convenció por igual a público y crítica, y le valió el Globo de Oro a mejor actor secundario, entre otros premios. También fue nominado al Oscar en la misma categoría, y todos pensábamos que lo iba a ganar, pero todos los años hay alguna sorpresa en los Oscars, y la sorpresa de 2016 fue que se lo llevó Mark Rylance por el thriller de la Guerra Fría El puente de los espías, película que no he visto. Pero no importa, nos ha gustado ver a Rocky Balboa otra vez, porque aunque ya no esté en buena forma y su estado de salud y de ánimo estén bastante resentidos, sigue siendo el mismo pobre chico de Filadelfia, en el que nadie creía, y que consiguió su sueño; y Sylvester vuelve a ser aquel joven actor salido de la nada, que escribió su guión, consiguió que le dejaran interpretarlo, y en 1976 entró definitivamente a formar parte de la historia del cine. La primera entrega de Rocky, dirigida por John G. Avildsen (sí, el director de Karate Kid), consiguió 3 Oscars, entre ellos el de mejor película y mejor director, y 10 nominaciones. Stallone fue nominado, pero, ¡ay!, tampoco se lo llevó.