Creed (en España le han añadido
el subtítulo La leyenda de Rocky, para que quede claro de qué trata la
película, por si alguien está despistado y se la pierde por tener un título tan
raro), es el segundo largometraje de Ryan Clooger, director que yo no conocía
de nada. Su primera película, Fruitvale Station, estrenada en 2013, es un film
de corte independiente y minoritario, pero que ganó un montón de premios en
prestigiosos festivales, como el de Sundance, y hasta fue a Cannes. Narra (y
denuncia) la tragedia real de Oscar Grant, un joven afroamericano que fue
detenido por la policía en el metro de Oakland en la Nochevieja de 2008, en un
altercado, y asesinado por uno de los agentes por un tiro en la espalda.
Después de sus comienzos con una obra social y de denuncia, creo que Ryan
Coogler se ha pasado definitivamente al cine palomitero (no lo digo en tono
peyorativo, que yo soy la primera a la que le gustan los blockbusters), ya que
su próximo proyecto, con estreno previsto para 2018, es la adaptación de las
aventuras de Pantera Negra, el primer superhéroe negro de la historia. Eso sí,
Coogler continúa con su compromiso hacia la población de color: hasta ahora,
todos los protagonistas de sus películas son de raza negra. Adonis Creed es
interpretado por Michael B. Jordan, que también era el prota de Fruitvale
Station, pero que no lo será de Pantera Negra; el papel lo hará Chadwick
Boseman, quien fue James Brown en el biopic I feel good (título en España,
porque el título original de la peli es el de otra canción, Get on up). Y es
que claro, en España no nos gustan los títulos tan raros. A Michael B. Jordan
también le hemos visto con superpoderes, en 2012, en Chronicle, un film ya casi
de culto, dirigido por Josh Trank, perteneciente al género de "ciencia
ficción y fantasía con trasfondo filosófico y no mucho presupuesto", y que
a mí me resultó un poquitín aburrido; y en el remake / reboot de Los Cuatro
Fantásticos, también de Josh Trank, que descolocó a público y crítica con su
visión oscura y pesimista de las aventuras de estos famosos héroes, y que resultó
un fracaso. A mí, en cambio, me encantó, y la considero una película muy, muy,
infravalorada.
Después de todos estos entresijos de actores, superhéroes y directores, habrá que hablar un poco de la película, digo yo. Creed no deja de ser la típica historia de amistad, deporte, superación, y de personaje desubicado que termina encontrando su lugar en el mundo. Una fórmula muy propia del cine comercial y planificada al milímetro para atraer al público. Pero mira, es muy entretenida y se ve con agrado. ¿Qué importa que sea altamente previsible, que sea la séptima entrega de una saga que perdió fuerza hace mucho, y que a estas alturas la historia de amor no sea interracial? Lleva tras de sí el encanto de una saga mítica, aunque los entendidos dicen que la única peli buena fue la primera y, tal vez, la segunda. Yo hace tanto que vi algunas de ellas que ni me acuerdo, pero... ¿Cómo olvidar ese tema musical, "Gonna fly now", de Bill Conti, ese "Eye of the tiger", de Survivor, tan ochentero, y sobre todo a ese Dolph Lundgren, haciendo de ruso malísimo (siempre lo digo, Dolph, ¿quién te ha visto y quién te ve?). Yo también me estoy poniendo nostálgica, y eso que son películas que no me gustan mucho, y que el boxeo me parece un deporte muy estúpido. Pero ahí ataca Creed, a la nostalgia de los fans, y esa es su gran baza. Queramos o no, Rocky forma parte de nuestras vidas cinéfilas, al menos para los que nacimos antes de 1970. Michael B. Jordan está muy natural y convincente en el papel de héroe que persigue sus sueños y encuentra su destino, muy en la línea del propio Rocky, casi 40 años antes. Porque ya sabemos que en estas películas lo que importa no es que el protagonista sea campeón mundial, que venza a sus rivales, ni que consiga fama universal ni un montón de seguidores, no, lo que importa siempre es que conquiste sus sueños y supere sus propios traumas y limitaciones. Jordan resulta ser un actor bastante camaleónico; me pareció muy diferente del superhéroe de Los Cuatro Fantásticos, y del niñato de Chronicle al que lo de tener poderes le viene grande. Incluso me parecía que tenía una cara distinta en cada película, aunque los efectos digitales hacen milagros, pero supongo que la mayor parte se debe a su mérito actoral.
Después de todos estos entresijos de actores, superhéroes y directores, habrá que hablar un poco de la película, digo yo. Creed no deja de ser la típica historia de amistad, deporte, superación, y de personaje desubicado que termina encontrando su lugar en el mundo. Una fórmula muy propia del cine comercial y planificada al milímetro para atraer al público. Pero mira, es muy entretenida y se ve con agrado. ¿Qué importa que sea altamente previsible, que sea la séptima entrega de una saga que perdió fuerza hace mucho, y que a estas alturas la historia de amor no sea interracial? Lleva tras de sí el encanto de una saga mítica, aunque los entendidos dicen que la única peli buena fue la primera y, tal vez, la segunda. Yo hace tanto que vi algunas de ellas que ni me acuerdo, pero... ¿Cómo olvidar ese tema musical, "Gonna fly now", de Bill Conti, ese "Eye of the tiger", de Survivor, tan ochentero, y sobre todo a ese Dolph Lundgren, haciendo de ruso malísimo (siempre lo digo, Dolph, ¿quién te ha visto y quién te ve?). Yo también me estoy poniendo nostálgica, y eso que son películas que no me gustan mucho, y que el boxeo me parece un deporte muy estúpido. Pero ahí ataca Creed, a la nostalgia de los fans, y esa es su gran baza. Queramos o no, Rocky forma parte de nuestras vidas cinéfilas, al menos para los que nacimos antes de 1970. Michael B. Jordan está muy natural y convincente en el papel de héroe que persigue sus sueños y encuentra su destino, muy en la línea del propio Rocky, casi 40 años antes. Porque ya sabemos que en estas películas lo que importa no es que el protagonista sea campeón mundial, que venza a sus rivales, ni que consiga fama universal ni un montón de seguidores, no, lo que importa siempre es que conquiste sus sueños y supere sus propios traumas y limitaciones. Jordan resulta ser un actor bastante camaleónico; me pareció muy diferente del superhéroe de Los Cuatro Fantásticos, y del niñato de Chronicle al que lo de tener poderes le viene grande. Incluso me parecía que tenía una cara distinta en cada película, aunque los efectos digitales hacen milagros, pero supongo que la mayor parte se debe a su mérito actoral.
Entre tanta lucha y entrenamiento
y esfuerzo por encontrarse a sí mismo, a Adonis, por supuesto, también le da
tiempo a enamorarse. La trama romántica (que no es interracial, porque esto es
cine hollywoodiense y no están tan avanzados), la pone el personaje de Bianca,
vecina de nuestro protagonista, interpretada por Tessa Thompson, actriz que se
dio a conocer en la serie adolescente casi de culto Veronica Mars. La historia
de amor me pareció bastante bonita y no entorpece mucho en el desarrollo de la
película. Bianca es un personaje interesante, no es muy plano ni la típica
chica perfecta. Bueno, es bastante perfecta porque es guapa, independiente, con
carácter... Sólo le faltaba ser boxeadora, pero no, es compositora y cantante
de talento. El único problema es que tiene un pequeño defecto físico en forma de
enfermedad congénita y degenerativa, que no voy a decir cuál es, aunque a estas
alturas ya todo el mundo habrá visto la peli y a todo el mundo ya se le habrá
olvidado.
Pero uno de los mayores reclamos de la película es,
como os podéis imaginar, el propio Rocky. Sylvester Stallone llevaba 9 años sin
interpretar el personaje, aunque entre medias le había dado tiempo a continuar
con la saga de Rambo, iniciar la de Los mercenarios, hacer papeles de héroe
todavía de buen ver, héroe crepuscular, héroe un poco de vergüenza ajena (no
necesariamente en este orden), y hasta a dirigir algunas de sus pelis (ha
dirigido, por ejemplo, casi todas las de Rocky, excepto la I y la V, de John G.
Avildsen). Todos sabemos que, aunque es un icono y una vaca sagrada del cine de
acción (no vamos a nombrar a las demás vacas sagradas, que ya las conocéis),
Stallone no está considerado precisamente como un gran actor. Vamos, que no es
Laurence Olivier, ni Robert de Niro, ni Christian Bale, por poner ejemplos de
actorazos de distintas épocas. Pero aquí Sylvester está francamente bien. Es un
Rocky muy, muy crepuscular, nostálgico, entrañable, humano, tozudo, aunque
resignado... No es un héroe maduro, pero todavía en buena forma, que resurge de
sus cenizas, sino que aparenta lo que en realidad es: una vieja gloria. Su
interpretación convenció por igual a público y crítica, y le valió el Globo de
Oro a mejor actor secundario, entre otros premios. También fue nominado al
Oscar en la misma categoría, y todos pensábamos que lo iba a ganar, pero todos
los años hay alguna sorpresa en los Oscars, y la sorpresa de 2016 fue que se lo
llevó Mark Rylance por el thriller de la Guerra Fría El puente de los espías, película
que no he visto. Pero no importa, nos ha gustado ver a Rocky Balboa otra vez,
porque aunque ya no esté en buena forma y su estado de salud y de ánimo estén
bastante resentidos, sigue siendo el mismo pobre chico de Filadelfia, en el que
nadie creía, y que consiguió su sueño; y Sylvester vuelve a ser aquel joven
actor salido de la nada, que escribió su guión, consiguió que le dejaran
interpretarlo, y en 1976 entró definitivamente a formar parte de la historia
del cine. La primera entrega de Rocky, dirigida por John G. Avildsen (sí, el
director de Karate Kid), consiguió 3 Oscars, entre ellos el de mejor película y
mejor director, y 10 nominaciones. Stallone fue nominado, pero, ¡ay!, tampoco
se lo llevó.