Pesadilla final, la muerte de Freddy (Freddy’s
dead: the final nightmare), de Rachel Talalay. Desde que, en 1984, el maestro
Wes Craven ideara y dirigiera la emblemática y ya obra de culto Pesadilla en
Elm Street, cada año, o como mucho, cada dos, aparecía una nueva entrega de la
saga de Freddy Krueger, el psychokiller que vive (y mata) en los sueños de los
adolescentes. La fórmula del slasher, que comenzó a finales de los 80 con
Viernes 13 y La noche de Halloween, parecía funcionar. A la gente le gustaba
ver a jóvenes guapos y descerebrados morir violentamente en la pantalla, y el
hecho de que el asesino sólo apareciese cuando las víctimas estaban dormidas,
entroncaba directamente con los terrores infantiles con los que todos nos
podemos identificar. Pero no se puede estirar eternamente una buena idea, y el
filón empezaba a agotarse. Cada nueva secuela ganaba en humor y en surrealismo,
pero perdía en calidad, como las fotocopias de las fotocopias. Había que darle
un final medio digno a la saga, y Freddy tenía que morir, esta vez
definitivamente, porque mira que lo mataron y derrotaron veces, pero nada,
siempre resucitaba. Así que, en la VI Pesadilla en Elm Street, Freddy muere, parece
que del todo. Pero… luego aparece otra vez en La nueva pesadilla de Wes Craven,
en 1994, pero… no era exactamente Freddy, así que se puede considerar que sí,
el personaje está muerto, remakes aparte, claro. Pesadilla final se estrenó en
1991 y la dirigió Rachel Talalay, que fue ayudante de producción en las
anteriores entregas. En la historia, han pasado diez años desde los
acontecimientos de la quinta parte, y esta vez no hay ninguna conexión con los
personajes anteriores: todos los protagonistas aparecen por primera vez. Freddy
ha vuelto, aparte de para divertirse matando gente, para buscar, nada menos que
a su hija. Sí, nuestro psicópata tiene una hija, ya bastante crecidita, por
cierto, e intentará localizarla a través de los sueños de un joven amnésico,
único superviviente de la matanza de adolescentes de Springwood (es la primera
vez que se dice el nombre del pueblo escenario de la saga, creo yo). La chica,
interpretada por Lisa Zane, luchará contra su monstruoso padre, con la ayuda de
varios jóvenes rebeldes y problemáticos, que, como es lógico, irán cayendo por
el camino. También veremos algunas partes de la infancia de Krueger, y nos
intentarán explicar por qué estaba tan desquiciado. Las muertes son bastante
grotescas, imaginativas, y algo brutales, pero no tanto como en los slashers de
hoy en día (todavía faltaban unos añitos para Destino final), y siempre en el
entorno surrealista de las pesadillas. La película tiene escenas psicodélicas,
un cameo de Johnny Depp, y en general es absurda y cutre, como un producto de
serie B. Encima, en un alarde de originalidad, o de “bizarrismo”, hay incluso
escenas en 3-D, y como estábamos en los 90, y esto no era Avatar, pues estaban
fatal hechas. Total, que fue un fracaso. Hoy todos la siguen poniendo a parir.
A mí me encanta. Volví a sumergirme y a disfrutar del universo terrorífico,
fantástico y kitsch creado por el incombustible Wes Craven. Robert Englund,
magnífico, como siempre, encarnando a un Freddy cada vez más autoparódico,
pero, ¿qué más da? Sigue siendo un icono del terror moderno, ¿o no?
La vida de Brian (The life of Brian), de Terry Jones. ¿Qué se puede decir de esta película mítica, que no se haya dicho ya? Esta vez mi opinión sí es la de la mayoría. Obra maestra, redonda, genial e irrepetible de los Monthy Phyton. Como sabéis, este grupo de cómicos británicos (excepto Terry Gilliam, que es americano), comenzó su andadura a principios de los 70 con una serie en la tv inglesa, Monty Python’s Flying Circus, compuesta por sketches con un humor absurdo y surrealista y una fuerte carga de crítica social. Después, a los largo de los 70 y 80, realizaron varias películas, en la misma línea, como Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, La vida de Brian o El sentido de la vida. Eran obras dirigidas, escritas y protagonizadas por ellos, en las que satirizaban, de forma más o menos directa, diversos aspectos de la sociedad y política británicas, siempre a través de guiones delirantes e historias disparatadas, a menudo ambientadas en otras épocas o en entornos de fantasía. La vida de Brian es la mejor (creo yo). La película, como su nombre indica, cuenta la vida de Brian, un hombre sencillo, que vive en la Galilea de la época de Jesucristo, y que casualmente, nace el mismo día que el Mesías. Ya el día de su nacimiento los Reyes Magos se equivocan y casi le entregan los regalos a él. De adulto, Brian se enamora de Judith, una activista revolucionaria que pertenece a uno de los muchos grupos que luchan por liberar a Judea del Imperio Romano. Sin comerlo ni beberlo, se une al grupo, que se llama Frente Popular de Judea, y, sin tener mucho interés en la política, se ve envuelto en las acciones rebeldes, sólo por amor. Total, que el pobre Brian pasa por un sinfín de peripecias, hasta que un buen día la multitud le confunde con un profeta, después con el Mesías, y comienza a ganar numerosos seguidores, totalmente en contra de su voluntad. Una especie de Forrest Gump pero con menos suerte. Y ya no os cuento más, tenéis que verla (una tontería por mi parte decir esto, porque seguro que todos la habéis visto, además varias veces). Como la mayoría de las películas de los Monthy Python, La vida de Brian esconde una ácida crítica social, política, y a la humanidad en general; pero no fue esto lo que la convirtió en una obra bastante polémica en su día, sino el hecho de mezclar la figura de Jesucristo en una trama tan delirante, algo que muchos consideraban irrespetuoso. De todas formas, no creo que el escándalo fuera comparable al de Jesucristo Superstar, 6 años antes, o al de La última tentación de Cristo, 9 años después; aunque en esta última, dicen que el aparente revuelo era sólo un truco publicitario, y es que cada vez estamos más de vuelta de todo (bueno, algunos). La película, como de costumbre, es recomendable verla en V.O. Yo no soy una fanática de las versiones originales, aunque las prefiero, pero en este caso hay que escuchar la descacharrante actuación de Terry Jones haciendo de la madre de Brian o a un Poncio Pilatos, interpretado por Michael Palin, con problemas de dicción. Ah, y no tengo más remedio que mencionar los surrealistas títulos de crédito, obra de Terry Gilliam, y la alegre canción final, compuesta por Eric Idle, que hace que termines de ver la peli con muy buen rollito. Pues nada, todos a verla otra vez. Y recordad: “Always look on the bright side of life… la la, la la, la la, la la…”, o algo así.
Brian era interpretado por Graham Chapman, otro de los miembros de los Monthy Python, que, lamentablemente, falleció en 1989. En su funeral, Eric Idle cantó un fragmento de “Always look on the bright side of life”.
Hay también otro grupo de películas, que no fueron realizadas por el grupo completo, pero en las que participan varios de sus miembros, como directores, guionistas o actores. En ellas se mantiene buena parte del estilo, humor y fantasía de sus proyectos en común, y algunas son verdaderas joyitas, como Los héroes del tiempo, Eric el vikingo, o Un pez llamado Wanda. Terry Gilliam, el único miembro americano del conjunto, guió su carrera por otros derroteros, realizando películas con un estilo muy personal, de corte fantástico, pero siempre con una vertiente oscura, y no exenta de polémica. Pero esa es otra historia.
¡Piratas! (The pirates! Band of misfits), de Peter Lord y Jeff Newitt. Otra de las simpáticas obras de Aardman Animation, productora británica fundada a mediados de los 70 por el propio Peter Lord y David Sproxton y especializada en la animación en stop-motion y claymation (es decir, con muñequitos de plastilina). Sus primeros trabajos consistieron en pequeños espacios animados para diversos programas de la BBC y en dos series de cortos, Animated conversations y Creature comforts, con peculiares personajes, tanto humanos como animales, todos hechos de plastilina. En 1985 se unió al estudio Nick Park, el creador de los emblemáticos Wallace, un inventor torpe y bonachón, y Gromit, su perro, mucho más inteligente que él. Wallace y Gromit protagonizaron varios cortos, acumuladores de buenas críticas, oscars y otros premios, antes de dar el salto al largometraje en 2005 con "Wallace & Gromit. La maldición de las verduras", una película, muy fiel al estilo de la productora, con un humor entre naif y surrealista, personajes adorables, y un conejo mutante y feroz. Su ingenio nos conquistó a todos y le hizo ganar el oscar a la mejor película de animación. Pero no fue este el primer largometraje de Aardman. En 2000 se había estrenado la fantástica Chicken run: Evasión en la granja, divertido homenaje a las películas de fugas de campos de concentración, como La gran evasión, y protagonizada por un grupo de gallinas que quieren huir de la granja donde llevan una vida alienante y de la amenaza de acabar en la mesa de los granjeros como comida de los domingos. Esta peli también consiguió diversas nominaciones y premios, pero el carisma de la voluntariosa gallina Ginger y sus amigas no fue suficiente para que entrase en la competición de los oscars, por desgracia. Tanto Evasión en la granja como La maldición de las verduras fueron producto de un acuerdo firmado entre Aardman y Dreamworks, para que Aardman realizase sus películas con la ayuda de las nuevas tecnologías. De este acuerdo nació también, en 2006, Ratónpolis, la historia de Roddy, una rata que vive a todo lujo en una casita de muñecas, creo recordar, y que termina cayendo a una alcantarilla, donde conocerá el mundo subterráneo de Ratónpolis y a sus variopintos personajes. Esta película, al parecer, no tuvo tanto éxito de crítica ni público como las dos anteriores, y esto provocó que los dos estudios dejasen de trabajar juntos, y es que, en el maravilloso mundo del cine, también “la pela es la pela”. En 2011 se estrenó Arthur Christmas: Operación regalo, esta vez en coproducción con Sony Pictures e incorporando el 3-D a su tecnología; un film muy navideño que nos cuenta los avatares, nada menos que del hijo de Santa Claus.
Bueno, y después de enrollarme tanto con la historia de Aardman, voy a hablar de Piratas (paso de seguir escribiendo las exclamaciones que lleva el título), que ya va siendo hora. Estrenada en 2012, producida enteramente por Aardman, volviendo al stop motion y la plastilina, pero sin dejar los efectos digitales ni el 3-D (debieron pensar que, si no, no se iban a comer una rosca hoy en día). Cuenta las aventuras de una tripulación de piratas que son todo menos temibles. A ellos les gustaría que su nombre y sus hazañas fuesen conocidas del uno al otro confín del mundo, pero los pobres siempre terminan siendo el desastre de los Siete Mares. El mayor sueño de su capitán, al que todos llaman Capitán Pirata, es ganar el premio al Pirata del Año. Para eso tiene que conseguir más botines y asaltar más barcos que nadie, pero todo les sale al revés a él y su tripulación. Hasta que conocen nada menos que a Charles Darwin, y terminan yendo con él a Inglaterra, a un congreso de científicos internacionales. Pero la Inglaterra de la época es la de la reina Victoria, que resulta ser una hija de… la Gran Bretaña, y que odia a muerte a los piratas. Así que nuestros amigos correrán muchos peligros y aventuras. La película mantiene la impronta característica de Aardman, y que tan buenos resultados suele darle: personajes entrañables, aventuras alocadas, humor asequible a todas las edades, perfeccionismo y cuidado en los detalles (gran recreación de la Inglaterra victoriana), y un estilo muy british. En la versión original, el doblaje cuenta con voces de lujo, como Hugh Grant, Imelda Staunton (Queen Victoria, cómo no), el maravilloso Brendan Gleeson, o Salma Hayek, haciendo de pirata sexy. Aunque a mí no me gusta nada esa moda de poner actores o famosos doblando en películas de animación. Me da muchísima rabia, porque suelen sonar muy forzados, y encima le quitan trabajo a los verdaderos actores de doblaje de animación, que sí que lo hacían bien, y eso será en todos los países, supongo. En fin, en nuestra versión patria, tenemos a José Coronado poniendo la voz del Capitán Pirata, y, mira, no lo hacía mal, y también estaba por allí Iniesta (sí, el futbolista, que no chirriaba mucho, creo recordar, ¿o sí?). Bueno, película muy divertida y recomendable, para los niños y sus sufridos padres, con la que Aardman vuelve a demostrar que puede abrirse camino entre los monstruos de la animación (Pixar, Disney, Ghibli, Dreamworks…). Ah, atención a un pirata que no es exactamente lo que parece (aunque te das cuenta en seguida, que al fin y al cabo es una peli infantil).
Los mercenarios 2 (The expendables 2), de Simon West. Y por fin llegamos a la última película, el colofón de mi serie de posts sobre las pelis que vi en agosto de 2012 (ya era hora, que llevo más de un año para escribir todas estas críticas). Bueno, pues esta la vi en septiembre, pero me lo pasé tan bien, que tenía que incluirla. Además, esta saga, convertida en obra de culto antes de haber concluido (el año que viene tendremos la 3ª entrega), es cine palomitero a más no poder, muy adecuado para el verano, que no es época de recogimiento y mucho menos de pensar. En 2010 se estrenó Los mercenarios, dirigida por el ya-talludito-pero-todavía-cachas-y-seguro-que-muy-operado Sylvester Stallone, y con guión del propio Stallone y un tal Dave Callaham. La cinta reunía a algunas de las mayores estrellas del cine de acción del presente, o presente-pasado, como Jason Statham, Jet Li o, por supuesto, Stallone, con veteranos todavía dispuestos a repartir tortas, como Dolph Lundgren (ay, Dolph, quién le ha visto y quién le ve, con lo guapo que era cuando hacía He-Man y los Masters del Universo), y Eric Roberts (ese siempre ha sido feo, lo siento). Pero es que, además, aparecían nada menos que Bruce Willis, en un breve papel, y nuestro gobernador de California preferido, Arnold Schwarzenegger, en poco más que un cameo. También estaban por ahí el inigualable Mickey Rourke, en un personaje filosófico (y paradójicamente, sin escenas de acción), y Terry Crews y Randy Couture, que no sé muy bien quiénes son. Como era de esperar, la película fue un éxito entre los amantes del cine de acción ochentero. Tenía todos los ingredientes: héroes de antaño, convenientemente operados y/o anabolizados, luchando junto a action men del cine actual, musculosos y con cara de mala ostia, pero con buen corazón. Todos dispuestos para la batalla y con buen rollo y camaradería entre ellos. Tiros, explosiones (muchas), golpetazos, patadones, guión infantiloide, como era de esperar, diálogos que no son ingeniosos ni lo pretenden (genial el “porque yo lo valgo” de Jason Statham), y, como no podía ser menos, una guapa chica que mantiene un pseudo-rollo romántico con Barney Ross, el personaje de Sylvester Stallone. También hay una escena entre Sylvester y Arnold que, aunque es muy tonta, nos hizo reír a todos por los guiños que contiene. Total, que la peli se convirtió rápidamente en un blockbuster nostálgico del cine de machotes. Había que seguir explotando el filón, y dos años después llegó la secuela, dirigida por Simon West, cuya filmografía no engaña a nadie, ya que se compone de éxitos de acción y entretenimiento como Con Air, Lara Croft: Tomb raider, la penosa Cuando llama un extraño, o The mechanic, ésta última para mayor gloria de Jason Statham. Los mercenarios 2, en mi opinión, no cumple el dicho de "segundas partes nunca fueron buenas", ya que es mejor, más divertida y un poco más elaborada (aunque sigue siendo disparatada, claro), que su antecesora, y cuenta con ilustres incorporaciones, como ya sabéis. Para bajar un poco la media de edad de los protagonistas, aparece (aunque no durante mucho tiempo) Liam Hemsworth (sí, el hermano de Chris “Thor” Hemsworth y el muchachote moreno de Los juegos del hambre). El malo malísimo es nada menos que Jean-Claude Van Damme. En esta entrega, lamentablemente, no tenemos a Mickey Rourke y sus reflexiones espirituales, pero el papel de Bruce Willis es más relevante y la intervención de Arnold Schwarzenegger también es un poco más larga, lo cual se agradece. Ambos participan junto a los protas en la lucha final, el clímax de la película, donde también se luce… sí, el que todos estáis esperando: el incombustible Chuck Norris, que actualmente triunfa tanto en internet con los chistes que se cuentan sobre él, como con la serie Walker Texas Ranger. No me acuerdo si en la peli lanza una de sus patadas giratorias, pero sí aparece en otra escena delirante y autoparódica. En Los mercenarios 2 (se agradece que no hayan puesto ningún subtítulo tipo “El regreso”, “Misión mortal” o “Más peligrosos que nunca”, sobre todo con las traducciones tan patéticas que se hacen en español), las aventuras son a mayor escala, ya que tienen que salvar al mundo de los terroristas y sus cargamentos de plutonio. Los personajes son más “entrañables” y se toman un poco más en serio a sí mismos, aunque siguen siendo sacos de músculos con conversaciones tontas y siempre dispuestos a pegar tiros y dar tortas con tal de defender a los inocentes, que es lo que se pretende al fin y al cabo. Ah, y Dolph Lundgren ya no parece sólo un bulldog; ahora parece un bulldog que habla y a veces hasta dice algo gracioso (ay, Dolph, que eras uno de mis ídolos de mis carpetas de estudiante, por Dios). Lo que te puede llegar a cambiar el exceso de bótox y de tomar el sol. En fin, que Los mercenarios 2 me gustó más que la 1ª y os la recomiendo si sois amantes de la acción y de la nostalgia ochentera, y no la habéis visto todavía, lo cual es imposible. Al parecer, en la 3ª no estará Chuck Norris, qué decepción para sus fans, bueno, siempre nos quedará Walker.
La vida de Brian (The life of Brian), de Terry Jones. ¿Qué se puede decir de esta película mítica, que no se haya dicho ya? Esta vez mi opinión sí es la de la mayoría. Obra maestra, redonda, genial e irrepetible de los Monthy Phyton. Como sabéis, este grupo de cómicos británicos (excepto Terry Gilliam, que es americano), comenzó su andadura a principios de los 70 con una serie en la tv inglesa, Monty Python’s Flying Circus, compuesta por sketches con un humor absurdo y surrealista y una fuerte carga de crítica social. Después, a los largo de los 70 y 80, realizaron varias películas, en la misma línea, como Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, La vida de Brian o El sentido de la vida. Eran obras dirigidas, escritas y protagonizadas por ellos, en las que satirizaban, de forma más o menos directa, diversos aspectos de la sociedad y política británicas, siempre a través de guiones delirantes e historias disparatadas, a menudo ambientadas en otras épocas o en entornos de fantasía. La vida de Brian es la mejor (creo yo). La película, como su nombre indica, cuenta la vida de Brian, un hombre sencillo, que vive en la Galilea de la época de Jesucristo, y que casualmente, nace el mismo día que el Mesías. Ya el día de su nacimiento los Reyes Magos se equivocan y casi le entregan los regalos a él. De adulto, Brian se enamora de Judith, una activista revolucionaria que pertenece a uno de los muchos grupos que luchan por liberar a Judea del Imperio Romano. Sin comerlo ni beberlo, se une al grupo, que se llama Frente Popular de Judea, y, sin tener mucho interés en la política, se ve envuelto en las acciones rebeldes, sólo por amor. Total, que el pobre Brian pasa por un sinfín de peripecias, hasta que un buen día la multitud le confunde con un profeta, después con el Mesías, y comienza a ganar numerosos seguidores, totalmente en contra de su voluntad. Una especie de Forrest Gump pero con menos suerte. Y ya no os cuento más, tenéis que verla (una tontería por mi parte decir esto, porque seguro que todos la habéis visto, además varias veces). Como la mayoría de las películas de los Monthy Python, La vida de Brian esconde una ácida crítica social, política, y a la humanidad en general; pero no fue esto lo que la convirtió en una obra bastante polémica en su día, sino el hecho de mezclar la figura de Jesucristo en una trama tan delirante, algo que muchos consideraban irrespetuoso. De todas formas, no creo que el escándalo fuera comparable al de Jesucristo Superstar, 6 años antes, o al de La última tentación de Cristo, 9 años después; aunque en esta última, dicen que el aparente revuelo era sólo un truco publicitario, y es que cada vez estamos más de vuelta de todo (bueno, algunos). La película, como de costumbre, es recomendable verla en V.O. Yo no soy una fanática de las versiones originales, aunque las prefiero, pero en este caso hay que escuchar la descacharrante actuación de Terry Jones haciendo de la madre de Brian o a un Poncio Pilatos, interpretado por Michael Palin, con problemas de dicción. Ah, y no tengo más remedio que mencionar los surrealistas títulos de crédito, obra de Terry Gilliam, y la alegre canción final, compuesta por Eric Idle, que hace que termines de ver la peli con muy buen rollito. Pues nada, todos a verla otra vez. Y recordad: “Always look on the bright side of life… la la, la la, la la, la la…”, o algo así.
Brian era interpretado por Graham Chapman, otro de los miembros de los Monthy Python, que, lamentablemente, falleció en 1989. En su funeral, Eric Idle cantó un fragmento de “Always look on the bright side of life”.
Hay también otro grupo de películas, que no fueron realizadas por el grupo completo, pero en las que participan varios de sus miembros, como directores, guionistas o actores. En ellas se mantiene buena parte del estilo, humor y fantasía de sus proyectos en común, y algunas son verdaderas joyitas, como Los héroes del tiempo, Eric el vikingo, o Un pez llamado Wanda. Terry Gilliam, el único miembro americano del conjunto, guió su carrera por otros derroteros, realizando películas con un estilo muy personal, de corte fantástico, pero siempre con una vertiente oscura, y no exenta de polémica. Pero esa es otra historia.
¡Piratas! (The pirates! Band of misfits), de Peter Lord y Jeff Newitt. Otra de las simpáticas obras de Aardman Animation, productora británica fundada a mediados de los 70 por el propio Peter Lord y David Sproxton y especializada en la animación en stop-motion y claymation (es decir, con muñequitos de plastilina). Sus primeros trabajos consistieron en pequeños espacios animados para diversos programas de la BBC y en dos series de cortos, Animated conversations y Creature comforts, con peculiares personajes, tanto humanos como animales, todos hechos de plastilina. En 1985 se unió al estudio Nick Park, el creador de los emblemáticos Wallace, un inventor torpe y bonachón, y Gromit, su perro, mucho más inteligente que él. Wallace y Gromit protagonizaron varios cortos, acumuladores de buenas críticas, oscars y otros premios, antes de dar el salto al largometraje en 2005 con "Wallace & Gromit. La maldición de las verduras", una película, muy fiel al estilo de la productora, con un humor entre naif y surrealista, personajes adorables, y un conejo mutante y feroz. Su ingenio nos conquistó a todos y le hizo ganar el oscar a la mejor película de animación. Pero no fue este el primer largometraje de Aardman. En 2000 se había estrenado la fantástica Chicken run: Evasión en la granja, divertido homenaje a las películas de fugas de campos de concentración, como La gran evasión, y protagonizada por un grupo de gallinas que quieren huir de la granja donde llevan una vida alienante y de la amenaza de acabar en la mesa de los granjeros como comida de los domingos. Esta peli también consiguió diversas nominaciones y premios, pero el carisma de la voluntariosa gallina Ginger y sus amigas no fue suficiente para que entrase en la competición de los oscars, por desgracia. Tanto Evasión en la granja como La maldición de las verduras fueron producto de un acuerdo firmado entre Aardman y Dreamworks, para que Aardman realizase sus películas con la ayuda de las nuevas tecnologías. De este acuerdo nació también, en 2006, Ratónpolis, la historia de Roddy, una rata que vive a todo lujo en una casita de muñecas, creo recordar, y que termina cayendo a una alcantarilla, donde conocerá el mundo subterráneo de Ratónpolis y a sus variopintos personajes. Esta película, al parecer, no tuvo tanto éxito de crítica ni público como las dos anteriores, y esto provocó que los dos estudios dejasen de trabajar juntos, y es que, en el maravilloso mundo del cine, también “la pela es la pela”. En 2011 se estrenó Arthur Christmas: Operación regalo, esta vez en coproducción con Sony Pictures e incorporando el 3-D a su tecnología; un film muy navideño que nos cuenta los avatares, nada menos que del hijo de Santa Claus.
Bueno, y después de enrollarme tanto con la historia de Aardman, voy a hablar de Piratas (paso de seguir escribiendo las exclamaciones que lleva el título), que ya va siendo hora. Estrenada en 2012, producida enteramente por Aardman, volviendo al stop motion y la plastilina, pero sin dejar los efectos digitales ni el 3-D (debieron pensar que, si no, no se iban a comer una rosca hoy en día). Cuenta las aventuras de una tripulación de piratas que son todo menos temibles. A ellos les gustaría que su nombre y sus hazañas fuesen conocidas del uno al otro confín del mundo, pero los pobres siempre terminan siendo el desastre de los Siete Mares. El mayor sueño de su capitán, al que todos llaman Capitán Pirata, es ganar el premio al Pirata del Año. Para eso tiene que conseguir más botines y asaltar más barcos que nadie, pero todo les sale al revés a él y su tripulación. Hasta que conocen nada menos que a Charles Darwin, y terminan yendo con él a Inglaterra, a un congreso de científicos internacionales. Pero la Inglaterra de la época es la de la reina Victoria, que resulta ser una hija de… la Gran Bretaña, y que odia a muerte a los piratas. Así que nuestros amigos correrán muchos peligros y aventuras. La película mantiene la impronta característica de Aardman, y que tan buenos resultados suele darle: personajes entrañables, aventuras alocadas, humor asequible a todas las edades, perfeccionismo y cuidado en los detalles (gran recreación de la Inglaterra victoriana), y un estilo muy british. En la versión original, el doblaje cuenta con voces de lujo, como Hugh Grant, Imelda Staunton (Queen Victoria, cómo no), el maravilloso Brendan Gleeson, o Salma Hayek, haciendo de pirata sexy. Aunque a mí no me gusta nada esa moda de poner actores o famosos doblando en películas de animación. Me da muchísima rabia, porque suelen sonar muy forzados, y encima le quitan trabajo a los verdaderos actores de doblaje de animación, que sí que lo hacían bien, y eso será en todos los países, supongo. En fin, en nuestra versión patria, tenemos a José Coronado poniendo la voz del Capitán Pirata, y, mira, no lo hacía mal, y también estaba por allí Iniesta (sí, el futbolista, que no chirriaba mucho, creo recordar, ¿o sí?). Bueno, película muy divertida y recomendable, para los niños y sus sufridos padres, con la que Aardman vuelve a demostrar que puede abrirse camino entre los monstruos de la animación (Pixar, Disney, Ghibli, Dreamworks…). Ah, atención a un pirata que no es exactamente lo que parece (aunque te das cuenta en seguida, que al fin y al cabo es una peli infantil).
Los mercenarios 2 (The expendables 2), de Simon West. Y por fin llegamos a la última película, el colofón de mi serie de posts sobre las pelis que vi en agosto de 2012 (ya era hora, que llevo más de un año para escribir todas estas críticas). Bueno, pues esta la vi en septiembre, pero me lo pasé tan bien, que tenía que incluirla. Además, esta saga, convertida en obra de culto antes de haber concluido (el año que viene tendremos la 3ª entrega), es cine palomitero a más no poder, muy adecuado para el verano, que no es época de recogimiento y mucho menos de pensar. En 2010 se estrenó Los mercenarios, dirigida por el ya-talludito-pero-todavía-cachas-y-seguro-que-muy-operado Sylvester Stallone, y con guión del propio Stallone y un tal Dave Callaham. La cinta reunía a algunas de las mayores estrellas del cine de acción del presente, o presente-pasado, como Jason Statham, Jet Li o, por supuesto, Stallone, con veteranos todavía dispuestos a repartir tortas, como Dolph Lundgren (ay, Dolph, quién le ha visto y quién le ve, con lo guapo que era cuando hacía He-Man y los Masters del Universo), y Eric Roberts (ese siempre ha sido feo, lo siento). Pero es que, además, aparecían nada menos que Bruce Willis, en un breve papel, y nuestro gobernador de California preferido, Arnold Schwarzenegger, en poco más que un cameo. También estaban por ahí el inigualable Mickey Rourke, en un personaje filosófico (y paradójicamente, sin escenas de acción), y Terry Crews y Randy Couture, que no sé muy bien quiénes son. Como era de esperar, la película fue un éxito entre los amantes del cine de acción ochentero. Tenía todos los ingredientes: héroes de antaño, convenientemente operados y/o anabolizados, luchando junto a action men del cine actual, musculosos y con cara de mala ostia, pero con buen corazón. Todos dispuestos para la batalla y con buen rollo y camaradería entre ellos. Tiros, explosiones (muchas), golpetazos, patadones, guión infantiloide, como era de esperar, diálogos que no son ingeniosos ni lo pretenden (genial el “porque yo lo valgo” de Jason Statham), y, como no podía ser menos, una guapa chica que mantiene un pseudo-rollo romántico con Barney Ross, el personaje de Sylvester Stallone. También hay una escena entre Sylvester y Arnold que, aunque es muy tonta, nos hizo reír a todos por los guiños que contiene. Total, que la peli se convirtió rápidamente en un blockbuster nostálgico del cine de machotes. Había que seguir explotando el filón, y dos años después llegó la secuela, dirigida por Simon West, cuya filmografía no engaña a nadie, ya que se compone de éxitos de acción y entretenimiento como Con Air, Lara Croft: Tomb raider, la penosa Cuando llama un extraño, o The mechanic, ésta última para mayor gloria de Jason Statham. Los mercenarios 2, en mi opinión, no cumple el dicho de "segundas partes nunca fueron buenas", ya que es mejor, más divertida y un poco más elaborada (aunque sigue siendo disparatada, claro), que su antecesora, y cuenta con ilustres incorporaciones, como ya sabéis. Para bajar un poco la media de edad de los protagonistas, aparece (aunque no durante mucho tiempo) Liam Hemsworth (sí, el hermano de Chris “Thor” Hemsworth y el muchachote moreno de Los juegos del hambre). El malo malísimo es nada menos que Jean-Claude Van Damme. En esta entrega, lamentablemente, no tenemos a Mickey Rourke y sus reflexiones espirituales, pero el papel de Bruce Willis es más relevante y la intervención de Arnold Schwarzenegger también es un poco más larga, lo cual se agradece. Ambos participan junto a los protas en la lucha final, el clímax de la película, donde también se luce… sí, el que todos estáis esperando: el incombustible Chuck Norris, que actualmente triunfa tanto en internet con los chistes que se cuentan sobre él, como con la serie Walker Texas Ranger. No me acuerdo si en la peli lanza una de sus patadas giratorias, pero sí aparece en otra escena delirante y autoparódica. En Los mercenarios 2 (se agradece que no hayan puesto ningún subtítulo tipo “El regreso”, “Misión mortal” o “Más peligrosos que nunca”, sobre todo con las traducciones tan patéticas que se hacen en español), las aventuras son a mayor escala, ya que tienen que salvar al mundo de los terroristas y sus cargamentos de plutonio. Los personajes son más “entrañables” y se toman un poco más en serio a sí mismos, aunque siguen siendo sacos de músculos con conversaciones tontas y siempre dispuestos a pegar tiros y dar tortas con tal de defender a los inocentes, que es lo que se pretende al fin y al cabo. Ah, y Dolph Lundgren ya no parece sólo un bulldog; ahora parece un bulldog que habla y a veces hasta dice algo gracioso (ay, Dolph, que eras uno de mis ídolos de mis carpetas de estudiante, por Dios). Lo que te puede llegar a cambiar el exceso de bótox y de tomar el sol. En fin, que Los mercenarios 2 me gustó más que la 1ª y os la recomiendo si sois amantes de la acción y de la nostalgia ochentera, y no la habéis visto todavía, lo cual es imposible. Al parecer, en la 3ª no estará Chuck Norris, qué decepción para sus fans, bueno, siempre nos quedará Walker.
Bueno, chicos, esta ha sido mi quinta y última entrada de las películas que vi en agosto de 2012. Ya ni siquiera es el verano pasado, así que he vuelto a cambiar el título por otro más poético, que lo será más conforme vaya pasando el tiempo, y algún día vuelva a releer mis "escritos" (porque no creo que nadie más lo haga, de hecho, creo que yo tampoco lo haré). De todas formas, cuando desaparezca internet y los soportes digitales actuales, y haya otros medios de información super virtuales e interactivos, ¿qué pasará con todas estas palabras que escribimos? ¿Se podrán recuperar? ¿Quedarán perdidas en el espacio y el tiempo, por muchas copias de seguridad que tengamos? No me hagáis caso, son reflexiones pesimistas y delirantes. En fin, que aunque he tardado tanto, no os quejéis, que son cuatro pelis en un post, ¿eh?
¡Volveré!