Pesadilla en Elm Street 5, el niño de los sueños (A nightmare on Elm
Street V: the dream child), de Stephen Hopkins. La carrera de este director se
compone de films más o menos mediocres y entretenidos, como Depredador 2, Los
demonios de la noche, Perdidos en el espacio o La cosecha, trabajando, eso sí,
con grandes actores o incluso estrellas del momento, como Jeff Bridges, Tommy
Lee Jones, Michael Douglas o Hillary Swank. Tal vez su trabajo más destacado en
el cine sea Llámame Peter, biopic del controvertido Peter Sellers, encarnado
por el genial Geoffrey Rush. Después se ha dedicado a la tv, participando en la
dirección de exitosas series como 24 o Californication. Pero, antes de todo
eso, fue el responsable del quinto film de la saga del psicópata de las
cuchillas. Esta vez la prota es Alice, heroína desde la mitad de la anterior
entrega (tomando el relevo de Kristen), y la única superviviente, junto con su
novio, Dan, que en esta quinta parte la palma pronto, la verdad. En una especie
de giro del guión (aunque tampoco es que se hayan comido mucho el coco), Freddy
actúa ahora a través de los sueños del niño aún no nacido de Alice, esperando
apoderarse de su alma y convertirle en cómplice de sus asesinatos. La pobre
chica tendrá que luchar una vez más para salvar a su hijo, a sus amigos y a sí
misma. Los amigos sufrirán distintas muertes, a cuál más sanguinolenta e
imaginativa, como ocurre en todo slasher que se precie. Algunas escenas son
francamente desagradables, en mi opinión, pero siempre sin perder los toques de
fantasía, que para eso estamos en un slasher onírico. Se siguen manteniendo las
señas de identidad propias de la saga: escenarios surrealistas, humor
retorcido, y conoceremos algo más del pasado de Freddy, a través del espíritu
de su madre, la atormentada Amanda Krueger. A estas alturas, la fórmula parecía
ya algo agotada, pero a mí me da igual, yo disfruté con esta entrega casi tanto
como con las anteriores.
Mi semana con Marilyn (My week with Marilyn), de Simon Curtis. Michelle
Williams se mete en la piel de uno de los iconos inmortales de la pantalla, la
divina y atormentada Marilyn Monroe. Y, en mi opinión, lo hace muy bien.
Michelle no es una actriz que me entusiasme mucho, y pienso que, en belleza y
glamour, no se puede comparar con Marilyn, la verdad. Pero ha conseguido captar
sus gestos, sus poses, y yo diría que hasta su alma. La película está basada en
la novela de un tal Colin Clark y en el romance que, según él, mantuvo con la
rubia estrella, mientras trabajaba como ayudante de producción en el rodaje de
El príncipe y la corista, en Inglaterra. Dicho rodaje, bastante tormentoso,
transcurrió entre las habituales crisis nerviosas de Marilyn, su choque de egos
con Laurence Olivier, y los altibajos y abandonos de su tercer marido, Arthur
Miller. El film está hecho para el lucimiento de su actriz protagonista, y
también de Kenneth Branagh, que interpreta al gran Sir Laurence (no podía haber
un actor más acertado para este papel). Tanto Michelle Williams como él fueron nominados
al oscar, en las categorías de actriz principal y actor secundario. También
aparecen por ahí, en papeles secundarios, Emma Watson, Judi Dench y Julia
Ormond, que encarna a Vivien Leigh, a la que tampoco se parece en nada. El
auténtico protagonista y narrador de esta historia, Colin, está interpretado
por Eddie Redmayne, actor al que hemos visto mucho últimamente, en films
y telefilms de época, como Las hermanas Bolena, Los pilares de la Tierra o la superproducción
Los miserables; y es que se le da muy bien hacer de joven sufridor
enamorado, a pesar de que físicamente es bastante feíllo (sí, es un comentario
horrible y frívolo, pero, a ver quién tiene el valor de decirme que es guapo).
La película, que parece una tv movie (sin que eso tenga que ser negativo), nos
permite asomarnos, a través de la excelente interpretación de la actriz
protagonista, al interior del mito de Marilyn, una estrella tan deslumbrante
como desdichada.
Ciegas de amor (Histerical blindness), de Mira Nair. La filmografía de esta
directora hindú se divide entre las historias que reflejan aspectos de la
cultura de su país (Salaam Bombay!, Kama Sutra, La boda del Monzón), las
películas de argumentos y personajes típicamente americanos o británicos (La
feria de las vanidades, Cuando salí de Cuba, el biopic Amelia), o las obras en
las se mezclan ambas sociedades (Mississippi Massala, El buen nombre, El
fundamentalista reticente). Ciegas de amor, que pertenece al grupo de películas
americanas, es un telefilm poco conocido (yo por lo menos no la conocía de
nada, y eso que fue nominada a diversos premios), de 2002, y protagonizado por
tres maravillosas actrices: nada menos que Uma Thurman, mi actriz preferida de
todos los tiempos, Juliette Lewis, que también me encanta, y la fantástica Gena
Rowlands. Uma y Juliette son Debby y Beth, dos amigas solteras, en los años 80,
que salen de marcha por las noches intentando encontrar a su príncipe azul. La
búsqueda es más difícil de lo que pensaban. Con este argumento pensaréis que la
peli es una comedia romántica, pero no. Más bien es un dramón romántico y
psicológico, porque ¡anda que no sufren todas! Gena Rowlands interpreta a la
madre de Debby, la sensata Virginia. Bueno, pues la película está en la línea
típica de telefilm-dramático-de mujeres, creo yo, por mucho que haya sido
nominada a Emmys, Globos de Oro e Independent Spirit Awards; pero, eso sí,
cuenta con la baza de sus tres grandes actrices, que bordan sus papeles, sobre
todo mi querida Uma Thurman, que emociona y enerva con su personaje de Debby,
una chica frustrada, obsesionada y caprichosa, que se niega a ver la realidad.
Un personaje complejo y antiheroína total. También me conmovió Juliette Lewis
interpretando a Beth, compañera de juergas y de penas, madre soltera, con tanto
protagonismo en la película como Debby, y más equilibrada emocionalmente que
ella, vamos, que es un personaje más “blanco”, y también está fantástica y muy
guapa. Gena Rowlands, estupenda, como no podía ser menos (también sufre de lo
lindo), y también aparecen por ahí, el prestigioso Ben Gazzara, y Justin
Chambers, que la verdad es que no sé quién es. Jolie Peters es la pequeña Amber
Autumn, la hija de Debby, una niña inteligente y más madura que su madre. En
definitiva, una película para deleitarse con las actuaciones, dramas y amores
de sus protagonistas.
John
Carter, de Andrew Stanton. Esta es la primera (y última, por ahora, creo yo)
película de su director que no es de animación; sus anteriores films fueron
tres exitazos de Pixar: Bichos, la maravillosa Buscando a Nemo (codirigidas con
John Lasseter y Lee Unkrich, respectivamente), y la muy original y de culto
Wall-E. John Carter, producida por Disney, está basada en las novelas de la Serie Marciana,
sobre todo en “Una princesa de Marte”, publicada en 1917 y escrita, igual que
toda la saga, nada menos que por Edgar Rice Burroughs, el creador del mítico
Tarzán. Total, que entre lo alto que tenía el listón el director por la gran
calidad de su anterior filmografía, la dificultad de contentar a los lectores
de las novelas, que por lo visto son obras de culto y precursoras de la ciencia
ficción, y la fama de blanditas y anodinas que tienen las películas de Disney,
era de esperar que a la gente no le iba a gustar mucho, y así ha sido. Que si
es plana, sosa, aburrida, con un guión absurdo, que han mancillado el original…
suele pasar con las adaptaciones. El argumento es un poco surrealista y naif,
al fin y al cabo se trata de aventuras espaciales de principios del siglo XX.
John Carter es un veterano de la
Guerra de Secesión americana que un día, huyendo de los
apaches, entra en una cueva y se encuentra un misterioso medallón. Al tocarlo,
se ve teletransportado al planeta Marte, llamado Barsoom en el idioma de sus
habitantes. El planeta es un extraño mundo en el que viven seres, también muy
extraños, claro, y de distintas razas. Están los tharks, que parecen un cruce
entre el saltamontes Flip, de la abeja Maya, y Jar Jar Binks, el repelente
bicho de La amenaza fantasma (y secuelas), pero con cara de mala ostia (aunque
al final son muy majos), cuatro brazos, y tamaño humano, o más altos, no me
acuerdo. Hay unos animales monstruosos, enormes, y feos de c…, que no tengo
palabras para describir. Pero también hay seres con aspecto humano, como los
Therns, una especie de videntes tenebrosos de oscuras intenciones, valga la
redundancia; los habitantes de Zodanga, y los de Helium. Precisamente estos dos
últimos pueblos están envueltos en una guerra, y John tendrá que ayudar a los
de Helium, que son los buenos. Además, la princesa de Helium, Dejah Thoris, es
muy bella, luchadora, científica, y gran líder de su pueblo, así que, claro,
los dos protas se tienen que enamorar. Nuestro héroe, entre otros poderes que
ha desarrollado en este nuevo entorno, puede desplazarse con enormes saltos,
debido a una menor gravedad, y el problema del idioma lo soluciona bebiendo un
extraño mejunje. Todo resulta muy bizarro y absurdo, y eso es lo que argumentan
los muchos detractores de la película. Pero, no sé, los que quieran rigor
científico, que lean una novela de Isaac Asimov, digo yo. Después están los
puristas, que como suele ocurrir en estos casos, dicen que el film no adapta
fielmente y traiciona el espíritu de las novelas, pero yo ni las he leído ni
las voy a leer, así que me da igual. Total, que sí, que la peli es blandita,
infantil, y absurda, pero a mí me ha entretenido mucho. Hay bonitos paisajes
desérticos, aventuras simplonas, filosofía naif, guapos protagonistas (Lynn
Collins es la bella princesa y Taylor Kitsch es el musculoso John Carter), y
también están por ahí Willem Dafoe y Samantha Morton poniendo voces de bichos
(de tharks), así que… ¿qué más queréis? ¡A desconectar!
Bueno, amigos, esta ha sido mi cuarta entrada de las películas que vi el verano pasado. Empecé hace diez meses, así que he cambiado ligeramente el título para adaptarlo a los nuevos tiempos. Pido perdón a mis fans, si me queda alguno, por tardar tanto. La verdad es que no tengo excusa, chicos. Todavía me queda otro post, espero volver más pronto que tarde, pero... no sé. ¡Saludos y feliz verano a todos!
Bueno, amigos, esta ha sido mi cuarta entrada de las películas que vi el verano pasado. Empecé hace diez meses, así que he cambiado ligeramente el título para adaptarlo a los nuevos tiempos. Pido perdón a mis fans, si me queda alguno, por tardar tanto. La verdad es que no tengo excusa, chicos. Todavía me queda otro post, espero volver más pronto que tarde, pero... no sé. ¡Saludos y feliz verano a todos!