En los años 60, en Inglaterra, tres niños, Kathy, Tommy y Ruth, crecen en Hailsham, un internado-orfanato. Allí todos los chicos reciben una buena educación y unos cuidados adecuados, juegan y parecen ser felices. La acción de la película se sitúa en una especie de realidad alternativa, donde la ciencia y la medicina han conseguido enormes avances, las personas viven muchos años más y se pueden curar un gran número de enfermedades. Pero esta existencia idílica y de bienestar tiene un lado oscuro, y Kathy, Tommy, Ruth y sus compañeros forman parte de él. Sus vidas están programadas y el destino que les espera cuando dejen el colegio es bastante escalofriante. Nunca me abandones (Never let me go), no es una película de acción ni terror, ni siquiera es una cinta de ciencia ficción propiamente dicha. De ciencia ficción sólo tiene el argumento, porque en realidad es un drama romántico. Su director, Mark Romanek, realizó en 2002 Retratos de una obsesión, film que tenía el aliciente de mostrar a Robin Williams en un personaje inquietante, solitario y taciturno, muy distinto de los papeles cómicos de cine familiar en los que estábamos acostumbrados a verle. Nunca me abandones está basada en una novela de Kazuo Ishiguro, autor nacido en Japón, pero de nacionalidad británica, que también escribió Lo que queda del día, aquella melancólica y sensible historia de un mayordomo y un ama de llaves en una mansión en los años 30, interpretados por Anthony Hopkins y Emma Thompson en la maravillosa película de 1993. Los dos films (y supongo que las novelas también) comparten un estilo poético y sutil, un ritmo tranquilo y pausado, y una historia de amor frustrada como eje principal del argumento. Además, en sus personajes domina la melancolía y la resignación.
Los tres jóvenes crecen entre la desesperanza del futuro que les aguarda, la aceptación de la función que les ha tocado desempeñar en la sociedad, y los vaivenes de un triángulo amoroso difícil (como todos los triángulos amorosos) que pone a prueba su amistad a lo largo de los años. La nostalgia y la belleza envuelven todas las escenas, apoyadas por una música y una fotografía de un romanticismo clásico. Desde el típico internado inglés de su infancia hasta su juventud en un entorno de libertad vigilada y estética setentera, entre campiñas y ciudades costeras, vemos la evolución de los protagonistas, interpretados, en su edad joven y adulta, por Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley. Carey Mulligan está muy bien en su papel, muy alejado de la imagen de niña listilla que daba en An education, por la que fue nominada al oscar el año pasado. También está muy acertada la siempre delgadísima Keira Knightley (esta chica debería hacer una dieta a base de potajes), y muy creíble en un papel un pelín desquiciado. El que no me convence mucho es Andrew Garfield, que es un muchacho un poco desgarbado y con cara de buenazo, y no lo veo yo como objeto de enamoramiento de dos chicas tan monas, aunque claro, en las circunstancias de ellos y viviendo en una realidad alternativa, todo es distinto. Bueno, pues me ha gustado mucho Nunca me abandones. Es una historia romántica, intimista y desoladora, con ritmo parsimonioso y contemplativo. No hay lucha, acción o huidas espectaculares. No es La isla, de Michael Bay (que también me gusta, aunque es todo lo contrario). Sí hay crítica social y reflexión sobre la manipulación de las mentes y los peligros de un mundo futuro donde la ciencia choca con la ética. Es una película que ha tenido poca distribución en nuestro país y que merece la pena buscar. Muy bonita.

