Estamos en el Hollywood actual, plagado de estrellas glamourosas y
atormentadas. Stafford Weiss es una especie de psicólogo, o terapeuta,
como se dice ahora, que escribe libros de autoayuda de gran éxito, va a
programas de tv y tiene como pacientes a los más famosos y ricos del
lugar. Una de sus clientes es Havana Segrand, una célebre y cotizada
actriz que se resiste a entrar en la madurez y está obsesionada por
interpretar el papel que hizo su madre en una película de mucho éxito en
los años 60, de la cual se va a hacer un remake. El problema es que su
madre, Clarice Taggart, una actriz muy admirada y fallecida hace años en
un incendio, era mucho más joven cuando hizo el papel que Havana en la
actualidad. Esta no parece tener muchas posibilidades para conseguir su
sueño, y eso la tiene muy desquiciada, unido al trauma provocado por los
abusos sexuales de su madre (sí, de su madre) hacia ella en su infancia
(empezamos bien). La familia de Stafford, el terapeuta, tampoco es un
modelo de estabilidad, lo cual viene a confirmar el refrán de "en casa
del herrero, cuchillo de palo". Su hijo, Benjie, antigua estrella
infantil de tv, tiene 13 años y acaba de salir de rehabilitación por su
adicción a las drogas, a las que se enganchó a los 10 u 11 años. Su hija
mayor, Agatha, también acaba de salir, pero del psiquiátrico, donde ha
estado varios años ingresada tras haber prendido fuego a la casa
familiar una noche en que se suponía que tenía que cuidar de su hermano.
Sus padres han roto todo contacto con ella y no quieren saber nada de
su hija. La mujer de Stafford, Christina, se muestra muy preocupada y
sobreprotectora con su hijo. La situación se complicará aún más cuando
Agatha, la hija pirómana, vuelve a Hollywood con la intención de retomar
el contacto con su familia, y empieza a trabajar como asistenta en casa
de Havana Segrand.
Maps to the stars es la última paranoia nacida de la retorcida mente
de David Cronenberg, director canadiense, que también ha trabajado en
Hollywood, aunque ha conseguido que la mayoría de sus películas no
caigan en el standard comercial. Su estilo es muy peculiar, como todos
sabemos, con esas atmósferas malsanas y esos personajes atormentados por
sus propios demonios, a veces en forma de monstruos repulsivos, otras
veces son enfermedades virulentas, o enfermedades mentales, o amenazas
del exterior, o fantasmas psicológicos. Todo le vale a él para mostrar
su idea de una sociedad enferma e infectada y la degradación física y
psicológica de sus individuos. Esto último, lo de la degradación, le
encanta, y también la idea de la fusión entre lo mecánico y lo orgánico,
hasta el punto de inventar el concepto "nueva carne" para sus
películas, algo muy bizarro que, en manos de algún director más
enloquecido, podría dar lugar a películas gore de estas que yo no
aguanto, como las sagas que todos conocemos. Afortunadamante, David
Cronenberg todavía conserva un equilibrio entre lo repulsivo-morboso y
lo que la mayoría del público, como yo, puede encontrar interesante. Eso
le permitió realizar obras fascinantes como La mosca, que para mí es
una obra maestra, Inseparables, M. Butterfly o La zona muerta (a mí lo
que me fascina en esa peli es Christopher Walken, la verdad). Pero
también películas como Crash, eXistenZ o Spider, que para mí son bodrios
aburridos y desagradables, y para todos los cinéfilos se convirtieron
en obras de culto instantáneamente.
A esta última categoría pertenece Maps to the stars, a la de obra
maestra de culto, según los entendidos. Desde hace unos años, Cronenberg
sigue haciendo sus retratos de sociedades corruptas y enfermizas, pero
desde una óptica más psicológica y, desde luego, más social. Sus films
ya no son de ciencia ficción o terror explícito o psicológico, sino
dramas sociales cuyos protagonistas caen igualmente en el horror y la
locura, pero en un entorno, digamos, más "realista". Atrás quedaron las
babosas asesinas y sexuales de Vinieron de dentro de... y la pandemia de
furia asesina y muy gore en Rabia, dos de sus películas más famosas en
los transgresores 70. En Cosmopolis o Una historia de violencia, dos de
sus cintas más actuales, la decadencia es más sutil, más creíble, e
igual de aterradora. Estoy hablando sin haber visto ninguna de estas
últimas 4 pelis, así que puede que no esté acertando en nada. Si alguien
me lee y le apetece, me puede corregir en lo que quiera. Bueno, y ahora
voy a hablar un poco de la película, que ya va siendo ahora. Maps to
the stars es, en principio, un retrato del mundo actual de las estrellas
de cine y tv en Los Angeles, y del entorno que les rodea. Cronenberg
nos da su particular visión de este universo en apariencia fascinante y
glamouroso, pero la visión de Cronenberg ya sabemos cómo es, y bajo la
capa de lujo, belleza y glamour, encontramos a unos seres desdichados,
insatisfechos, adictos a todo tipo de sustancias, arrastrando traumas de
los que no consiguen liberarse, y muy, muy desquiciados. La verdad es
que los personajes son todos unas joyitas. A veces te dan pena, porque
ves lo mal que lo pasan, a pesar de ser tan ricos y admirados, pero
otras estás deseando que un terremoto de Los Angeles se los lleve a
todos. Yo no conseguí empatizar con ninguno. Para mí el personaje más
llamativo, y más aterrador, es el de Havana Segrand, una estrella
brillante, persiguiendo la eterna juventud, belleza y talento,
obsesionada y traumatizada con el recuerdo de su madre abusadora, pero
queriendo parecerse a ella; superficial, perversa, y muy odiosa. La
interpreta magistralmente la gran Julianne Moore, actriz camaleónica y
todoterreno, que, aparte de participar en mogollón de películas el año
pasado, se llevó el oscar por Siempre Alice, en el papel de una
profesora universitaria enferma de alzheimer prematuro. En mi opinión,
el oscar habría sido más merecido por Maps to the stars, ya que en
Siempre Alice se nota que todo está hecho para lucir su atractivo
físico, y hay más escenas en las que aparece guapa y estupendísima que
escenas padeciendo la enfermedad (aunque algunas de estas últimas son
devastadoras). El oscar estaba cantado. Además, Maps to the stars es una
película que derriba violentamente el mito de Hollywood y escupe sobre
él, y claro, era impensable que tuviera ni una nominación. Todo esto no
quiere decir que me haya gustado el film de Cronenberg, que me ha
parecido horrible. Pero de eso hablaré más tarde. Otro personaje muy
perturbado es el de Benjie, el joven actor medio rehabilitado, incapaz
de asumir equilibradamente el peso de la fama, el miedo a perder esa
fama, y una vida de lujo, fiestas y descontrol. Todos estos elementos
forman un coctel explosivo, convirtiéndole en un preadolescente muy
atormentado. El actor elegido para encarnarle es un tal Evan Bird, que,
la verdad, no tengo ni idea de quién es, pero me recuerda mucho
físicamente al protagonista de Malcolm in the middle, una comedia
familiar que todos recordaréis y que yo apenas veía. Como Malcolm
(Frankie Muniz), Evan Bird tiene un aspecto de niño, entre sabihondo,
precoz, inquietante y siniestro, pero que aún conserva algo de
inocencia, que le va perfectamente a su personaje en la película, y
realmente lo borda. El actor tiene ahora 15 años, así que cuando rodó la
cinta, en 2014, tenía sólo 1 año más que el personaje que interpretaba.
El tercer rol fascinante y horrible de Maps to the stars es el de
Agatha, la hermana mayor de Benjie, esta sí, loca oficial, encerrada
durante varios años por sus padres en un psiquiátrico (que tampoco es de
extrañar, después de lo que hizo). Conserva en su rostro las huellas de
las acciones pasadas, o sea, una cicatriz, producto del incendio que
provocó hace años, pero que no es suficiente para que Mia Wasikowska
deje de ser guapa. Sí, es Mia Wasikowska la que da vida a Agatha, otra
acertada elección de casting, porque es una actriz especializada en
papeles de jóvenes muy sufridoras y más o menos desequilibradas. El
único film medio comercial que ha hecho es el de Alicia en el País de
las Maravillas, de Tim Burton, y aún así también era una Alicia con
conflictos internos.
Estos tres personajes son los que mejor definen la locura perversa de
este mundo que nos muestra Cronenberg. También tienen relevancia en la
película, aunque algo más secundaria, Stafford Weiss, el rico y famoso
psicoterapeuta cuya vida familiar es un caos, y que guarda oscurísimos
secretos, y su neurótica esposa Christina. Están interpretados por el
maravilloso John Cusack, actor que me encanta, pero que no siempre puede
salvar todas las pelis en las que aparece, y la guapa y siniestra (o a
mí me lo parece) Olivia Williams. También hay un personaje de chico
florero (bueno, de conductor de limusinas aspirante a actor), que lo
hace Robert Pattinson, actor que repite con Cronenberg, tras Cosmopolis,
intentando que le reconozcan como un actor serio y no como el vampiro
de Crepúsculo. Ese personaje, el de Jerome Fontana, parecía el único
normal de la peli, pero termina siendo tan odioso como los demás.
Maps to the stars nos traslada a la cima del mundo, al Olimpo de los
dioses modernos, con millones de seguidores y una vida de riqueza,
belleza, juventud, sabiduría (o la búsqueda de ella), pero también
depravación, sangre y locura. Estos dioses son como las deidades griegas
y romanas, y de hecho, en la película hay algunas referencias
mitológicas acerca del destino fatal y otras cosillas que no puedo
revelar, porque sería un spoiler como una casa. Hay simbolismos y
metáforas con diálogos literarios y con el agua y el fuego. Hay secretos
muy negros, muy morbosos y muy perversos, y hasta fantasmas del pasado
que se aparecen en forma de alucinaciones. Una historia muy oscura y que
a mí me dio muy mal rollo. A la mayoría de los críticos y los cinéfilos
cultos les ha encantado, como es lógico. A mí, pues no. La verdad es
que la vi atraída por el morbo, y antes de verla ya me imaginaba que no
me iba a gustar, pero es lo que tiene ser cinéfaga, que te lo tragas
todo (o casi todo, que hay un límite), para después poder criticar a
gusto. El morbo en esta película me ha parecido demasiado gratuito, como
los diálogos soeces y las escenas de mal gusto. Todo muy preparado para
incomodar al espectador. Algunas sinopsis definen al film como un
cuento moderno, tal vez se refieren a un cuento moral, aunque no me lo
parece. Pero lo que me hace alucinar es que muchos críticos,
espectadores y festivales la consideran una comedia. Yo lo de comedia no
lo veo, excepto en las escenas de las sesiones entre Julianne Moore y
John Cusack, que supongo que son una ridiculización de las terapias
modernas. Aunque las situaciones y las reacciones de los protagonistas
son tan desquiciadas y tan hiperbólicas, que sí, puede parecer una
parodia, pero involuntaria. Total, que a Cronenberg esta vez le ha
salido una peli estilo Michael Haneke o Lars Von Trier, y a mí tanto
sufrimiento no me va. Pero a vosotros, jóvenes cinéfilos, os va a encantar, seguro.