En un viaje a California, se conocen Mike Hagen, un audaz y algo golfo periodista deportivo, y Marilla Brown, una elegante y exitosa diseñadora de moda. Tras un romance relámpago de varios días, deciden casarse antes de volver a Nueva York, donde ambos residen y trabajan. Pronto empiezan a surgir las diferencias entre ellos, debido a que pertenecen a dos mundos muy distintos. A Mike le cuesta aceptar que su mujer tenga tanto dinero y viva en un lujoso apartamento que es una especie de mansión. Tampoco entiende por qué se tiene que cambiar de vestido 9 veces al día. A Marilla le horrorizó el cuchitril desordenado en el que vivía Mike, y casi se desmaya cuando acude con su marido a un combate de boxeo y éste le explica por qué los espectadores de las primeras filas se ponen los periódicos delante de la cara. Tampoco congenia mucho cada uno con los amigos del otro. A Mike le pone de los nervios Randy Owens, ese bailarín excéntrico y algo afeminado, y odia a Zachary Wilde, editor y antiguo pretendiente de Marilla (aunque le cayó muy bien hasta que se enteró de que era el antiguo pretendiente de su esposa). A Marilla le repele un poco Maxie Stultz, un boxeador en decadencia, bastante “sonado”, al que ella llama “el hombre sin nariz”. Encima, sospecha que su marido tuvo un romance, antes de conocerla a ella, con Lori Shannon, una bailarina y modelo de alta costura, aunque ambos afirman no haberse visto nunca. Marilla ahora tiene que trabajar con ella y teme que pueda volver a tener contacto con su esposo.
Todo esto suena un poco ingenuo y naif, pero es que estamos en una comedia romántica de 1957, Mi desconfiada esposa (Designing woman), de Vincente Minnelli, director que estuvo en activo desde los años 40 hasta los 70, marido de Judy Garland y padre de Liza Minnelli, conocido sobre todo por sus musicales (Cita en St. Louis, Un americano en París, Brigadoon,...), pero también por sus excelentes dramas (Cautivos del mal, El loco del pelo rojo, Té y simpatía,...), y que también dirigió la multioscarizada Gigi. Los protagonistas de Mi desconfiada esposa son una pareja de auténtico lujo: Gregory Peck y Lauren Bacall. Gregory Peck, fantástico, guapo y carismático, como siempre, borda su rol de galán desastroso acostumbrado a los trapicheos. Tal vez es un actor demasiado elegante para ese papel (me imagino a Walter Matthau, estaría genial, aunque no da el tipo de galán precisamente). Pero, al ser tan versátil para la comedia como para el drama, está francamente divertido en varias escenas. Lauren Bacall, guapa, sofisticada y glamourosa, resulta perfecta en un personaje a su medida. Los actores secundarios también son excelentes. He leído muchos comentarios elogiando a Mickey Shaugnessy, que interpreta a Maxie, el boxeador zumbado, un personaje genial, primitivo, con pocas neuronas, entrañable y muy cómico. Yo también destacaría a Jack Cole, en el papel de Randy, el bailarín excéntrico, amigo de Marilla. Suyas son algunas de las escenas más hilarantes de la película. Me llamó la atención sobre todo la secuencia en la que le enseña a Mike las fotos de su mujer y sus hijos para demostrarle que no es gay; una prueba del humor tan ingenuo y censurado de la época. Y es muy divertida la parte en la que se reúnen cada uno de los cónyuges con sus amigos en la casa, dos mundos opuestos que chocan dentro del mismo espacio. También hay que mencionar a Lori Shannon, la tercera en discordia, antiguo ligue de Mike, top model de la época, dama elegante y madurita, interpretada por Dolores Gray. Aquí todos los actores son más bien maduritos, pero da igual. Mi desconfiada esposa es una cinta de humor clásico y blanco, con glamour, diálogos chispeantes, peleas coreografiadas con gangsters de medio pelo, romanticismo y discusiones de pareja en plan screwball comedy. Una joyita para los amantes de las comedias de antes.